Peleas y amoríos por cálculo político

El incipiente intento de unidad de la oposición en el Senado motivó la semana pasada la rápida reacción del oficialismo que fabricó una apresurada “unidad” colorada con el inestimable respaldo de liberales llanistas.

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El plan se dificultó esta semana por cuestiones del costo político y la interna liberal y forzó a los llanistas a recular parcialmente en sus intenciones pero continuará vigente en líneas generales.

En los primeros meses del año, las relaciones entre cartistas y abdistas empeoraron por motivos concretos: la actuación de la comisión bicameral de investigación de Darío Messer, liderada por el senador Rodolfo Friedman, de Añetete, enemigo declarado de Horacio Cartes, que expuso la figura del expresidente dejando en evidencia sus vínculos con el “doleiro” prófugo. 

También la interna en Ciudad del Este que obligó al presidente Abdo Benítez a intervenir más o menos directamente para asegurar los votos, yendo a festejar posteriormente el triunfo de Wilberto Cabañas de Añetete ante la candidata Lilian González de Aguinagalde, que había conseguido el respaldo indisimulado de parte a las huestes del zacariismo.

Otro punto del enfrentamiento fueron las denuncias de supuesta “persecución” (léase pérdida de zoquetes) de los cartistas en diversas instituciones públicas.

Ese panorama colorado alentó a referentes de la oposición a impulsar un acuerdo que les permitiese tener la iniciativa, especialmente en el Senado, lugar clave de decisiones políticas. Hasta se hablaba de construir una mayoría que incluyese a colorados descontentos, abdistas y cartistas.

La posibilidad concreta de perder el control en la Cámara Alta forzó al oficialismo a buscar coincidencias con los cartistas y retomar el pacto que el año pasado permitió a Silvio Ovelar presidir el Senado con respaldo de todos los colorados y el llanismo. Para ello, había que cumplir el pacto con el sector liberal aliado dándole la presidencia del Senado, con el compromiso de viabilizar los proyectos del Ejecutivo.

El acuerdo, operativizado por el vicepresidente Hugo Velázquez, incluyó también un pacto de impunidad para varios municipios sobre los que pendía la espada de Damocles de la intervención.

Asimismo, un posible “salvataje” al contralor general de la República, pese a que al Ejecutivo no le hace mucha gracia quedar pegado a la figura de García.

El pasado martes hubo una primera prueba de amor de los llanistas y colorados con la incorporación del suplente colorado Arnaldo Franco, a través de una interpretación estrambótica (o trambólica, diría el borracho de la arbolada) de la Constitución y el Código Electoral para reemplazar al sancionado Paraguayo Cubas. 

El escándalo provocado por Dionisio Amarilla y continuado por Enrique Salyn Buzarquis salvó a los llanistas de votar o abstenerse y quedar así en evidencia. El episodio pondrá también a prueba la coherencia del Senado en su decisión de sancionar extralimitaciones de sus colegas. De paso, pueden pedir a los protagonistas del alboroto que den detalles y pongan a disposición de la Justicia las pruebas de las graves denuncias que hicieron. 

Pese al tropezón en el Senado, el oficialismo no tiene otra opción que “cumplir” con los llanistas en relación a la mesa directiva del Senado y asegurarse así al menos un año más de cierta tranquilidad en el Poder Legislativo.

Posiblemente, hasta el año próximo le convendrá al sector liberal del Senado seguir pegado a Abdo Benítez, por lo cual aún tendrán tiempo de seguir dañando la imagen de una oposición que, por ahora, no encuentra puntos de unidad.

Cuando estemos cerca de las elecciones seguramente se acordarán de “los intereses superiores de la Nación y de la gente”. Habrá que ver si queda todavía alguno que les crea.

mcaceres@abc.com.py

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