¿Por qué se suicidan los adolescentes?

En los últimos tiempos, la cantidad de adolescentes que se suicidan ha ido en aumento. Este hecho debe llamarnos la atención, para buscar alguna respuesta. Los chicos y las chicas que deciden poner fin a sus vidas pertenecen a distintos estratos sociales, económicos y culturales. La pregunta es ¿qué pasa con ellos? ¿Cómo podemos ayudar para prevenir y detectar a tiempo la crisis emocional por la cual atraviesan? ¿Cuál es el rol de la familia, el Estado, escuelas, colegios, iglesias y profesionales de la salud, en este tema? Conviene abordar el asunto, sin miedos, con el mayor realismo posible.

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El Estado, a través de sus instituciones, debe acercarse más a los jóvenes. La Policía Nacional cuenta con su Departamento de Bienestar Familiar, que cumple una función importantísima brindando apoyo psicológico a personas con problemas. La Secretaría de la Niñez y la Adolescencia también otorga asistencia al igual que fundaciones como Kuña Aty. Son muchas las entidades públicas que dan apoyo a adolescentes con dificultades de diversas clases. La cuestión es que muchas familias desconocen la existencia de estos organismos y hay ocasiones en que temen plantear sus problemas.

Existen brillantes psicólogos, psiquiatras, nutricionistas y otros profesionales que pueden aportar sus servicios, conocimientos y sugerencias para debatir sobre el tema. Las escuelas, colegios, universidades, clubes sociales y deportivos, municipalidades y gobernaciones, pueden promover actividades deportivas, artísticas y literarias para que los jóvenes no sean víctimas de las drogas o la delincuencia. Un ejemplo claro constituye la magnífica Orquesta de Cateura, a cargo del profesor Favio Chávez o Sonidos de la tierra, dirigido por Luis Szarán. Cuántos niños y niñas cambian totalmente sus vidas a través del arte, que los vuelve más humanos y sensibles.

Las iglesias Católica o protestantes juegan un papel fundamental, porque cultivan la espiritualidad en sus miembros. La educación en valores cristianos es un punto clave para formar jóvenes que amen sus vidas y tengan temor a Dios. Quienes llegan a entregar sus vidas a Jesús conocen el tremendo cambio que se experimenta en el corazón. Presentan todas sus angustias al Señor, quien se encarga de curar las heridas y brindar gozo y paz. El alejamiento de nuestro Padre Creador tiene como consecuencia toda la ola de violencia, el desprecio a la vida y una impresionante cultura de la muerte.

En la cultura de la muerte están el aborto, los crímenes, el suicidio, el sida, los bebés abandonados en las canastas de basura y tantas cosas más. La sociedad de consumo ofrece miles de artículos costosos e innecesarios. Los shoppings, llenos de color, brillo y ruido, son verdaderas ferias de la vanidad, donde las compras son compulsivas. Algunos jóvenes no pueden comprar la ropa de marca o el último celular y entonces cometen delitos para alcanzar esos artículos. Los bailes eróticos en la televisión incitan a la pornografía y al sexo. Hay un exhibicionismo enfermizo, del que nadie habla ni se queja. La familia, que es la célula de la sociedad, tiene la palabra. Es hora de replantearse su verdadera función como formadora y contenedora de los hijos. La familia es la que tiene la obligación de saber dónde y con quién están los chicos. Y saber qué problemas tienen. Caso contrario, se incurre en la falta del deber del cuidado, una figura contemplada en nuestras leyes. Los chicos se conectan 24 horas en las redes, con extraños y desconocidos y pierden el contacto con su entorno. ¿Por qué pasa esto? La tecnología no puede reemplazar a papá ni a mamá en la parte afectiva. El cariño, la ternura, el beso y el abrazo no pueden faltar en el hogar. Solo recuperando el amor, el perdón y la tolerancia podemos restablecer una familia armoniosa. Con esos dones, que vienen de Dios, se pueden curar las heridas de los hijos y tener vida feliz y en abundancia.

blila.gayoso@hotmail.com

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