Punta del iceberg de una catástrofe

El caso de la universidad UNASUR no es el único, ni siquiera es el más grave, sino apenas la punta del iceberg de la auténtica catástrofe que aqueja a la educación superior en el Paraguay; con docenas de universidades de garaje, cada una de ellas con múltiples carreras y muchas de ellas con varias sucursales en distintas localidades.

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Los miles de alumnos que quedaron en el aire, con estudios insuficientes para obtener un título universitario, parecen muchos; pero en realidad son pocos cuando se piensa en la enorme cantidad de universidades y carreras de garaje que no cumplen los más elementales requisitos para impartir enseñanza superior.

No se trata solo de un problema de calidad educativa, sino de falta de ética y de respeto por la educación, como lo explicó en su columna del pasado lunes Jesús Montero Tirado: “El estado de la Educación Superior es calamitoso, el desprestigio de las universidades en la ciudadanía es progresivo, la resistencia al cambio por parte de las instituciones es pertinaz, la corrupción está instalada en sus entrañas”.

Así pues no se trata solamente de lo que esas universidades basura no enseñan, sino también de lo que sí enseñan a sus estudiantes: enseñan a camandulear, enseñan que el conocimiento no tiene valor, enseñan que en realidad los títulos no se obtienen por méritos, sino que se compran y se venden como baratijas.

Más allá del oportunismo delictivo de las universidades de garaje, el sistema institucional no solo corrupto, sino también inculto de nuestro país permitió que esas universidades se abrieran y los mecanismos de control de la calidad educativa no reaccionaron hasta que el problema había tomado proporciones de catástrofe, y probablemente no hubieran reaccionado nunca sin la denuncia periodística de Algo Anda Mal, que destapo el primer gran escándalo en la carrera de enfermería de Santa Librada.

De cualquier manera, cuando finalmente el Cones reaccionó, en mi opinión de forma tardía y tibia, y cerró algunas de las universidades y carreras más evidentemente pésimas, la justicia las volvió a abrir contra toda lógica, como ya comenté la semana pasada.

¿No sabía el Cones que, en nuestras fronteras, brasileños y argentinos cruzan a conseguir los títulos universitarios que en sus países no pueden obtener, a veces haciendo como que estudian y a veces simplemente comprando la titulación?

Las consecuencias de la situación actual constituyen para el futuro de la educación universitaria de nuestro país una catástrofe de proporciones apocalípticas: los títulos paraguayos, no tienen ningún valor internacional; inclusive los de grados y posgrados de las buenas facultades, que sin culpa se han visto salpicadas y menoscabadas por el desprestigio general de la educación superior paraguaya.

Los ciudadanos no podemos confiar en que un médico sea realmente médico; una enfermera, enfermera, o un odontólogo, odontólogo, y, en consecuencia, por supuesto, los buenos profesionales jóvenes con títulos legítimos tendrán difícil diferenciarse de aquellos otros que ostentan títulos de garaje.

¿Y qué decir de esos miles de estudiantes estafados? Sin duda algunos fueron cómplices, seducidos por la posibilidad de obtener un título superior “barato y fácil”; pero la gran mayoría son víctimas de unas instituciones educativas inmorales y de unas autoridades nacionales, en el mejor de los casos, ineficientes, y en los peores coautores y partícipes de la destrucción de la enseñanza superior, porque: ¿cuántos de nuestros legisladores tienen cátedras o cargos en universidades de garaje?

Como dije al principio: los casos de las universidades Unasur y Santa Librada son apenas la punta del iceberg de una catástrofe educativa de proporciones apocalípticas.

rolandoniella@abc.com.py

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