Retrocesos y dudas en escenario complicado

Tal como se va configurando el escenario electoral, todo parece indicar que, gane quien gane la interna colorada, en las generales de 2018 habrá una polarización de los votos más o menos similar –guardando las distancias y los actores políticos– a la que se dio en 1998, entre oficialismo y oposición.

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Pese a algunos rumores sobre un supuesto plan del cartismo de dividir a la oposición, ya no habrá materialmente tiempo para que se instale una tercera opción electoral con posibilidades reales de restar votos a algunos de los bloques.

Este panorama de disputa entre dos será, posiblemente, perjudicial para los movimientos que se presenten solo con listas para el Congreso.

La situación difiere de lo ocurrido en la anterior elección nacional de 2013, cuando la oposición se presentó con varios candidatos. Aquella coyuntura permitió que distintos sectores y movimientos políticos, independientes de los partidos tradicionales, obtuvieran votos suficientes para lograr bancas, especialmente en la Cámara de Senadores.

La suerte electoral de los candidatos presidenciales dependerá de que sus respectivas internas se resuelvan sin que la sangre llegue al río. Pero la polarización que se avecina haría que cada uno de estos sectores “arrastre” los votos para sus listas de candidatos al Parlamento.

Hasta ahora las encuestas que manejan los partidos en forma reservada otorgan poco margen de votos para el Parlamento a los sectores independientes, con el fenómeno del “voto cruzado”. Esa situación cambiaría un poco a medida que nos acerquemos a las elecciones generales y cuando esos sectores hagan una intensa propaganda.

Sobre el panorama de los partidos tradicionales, en el PLRA, pese a que no habrá disputa por la chapa presidencial, la pelea puede ser de todas maneras sangrienta por las listas del Congreso. Las dudas o eventuales denuncias sobre los resultados pueden crear una división profunda, que afectará sobre todo las posibilidades de la chapa presidencial Alegre-Rubín.

Es evidente que la confirmación de la chapa opositora cayó mal a algunos sectores “independientes”, en particular a Avanza País y al Partido Democrático Progresista, que pretendían para ellos el cupo de la vicepresidencia. La candidatura quedó para el Frente Guasu, que buscará aprovechar esa circunstancia.

En la ANR, de guiarse uno por los discursos y gestos de los candidatos, el cartismo da la imagen de estar echando mano a recursos clásicos en su interna, como el arreo de personas, la presión y traslados de funcionarios públicos, etc. El candidato Santiago Peña pidió abierta y públicamente al presidente Horacio Cartes que saliera “a caminar con él”, lo cual sonó a ruego y no al gesto de un candidato seguro de sus posibilidades.

Peña aparece así con la imagen de tener los defectos tradicionales de un partido con demasiados años en la administración del Estado. Pero, en realidad, su adversario, Abdo Benítez, no da ninguna señal de que actuará de manera distinta en caso de asumir el poder.

Si gana Peña, posiblemente el cartismo consolidará su proyecto que poco o nada tiene que ver con la venida a menos doctrina del Partido Colorado y que responde más bien a un plan empresarial personalista.

Y si gana Abdo Benítez los indicios marcan que se volvería al viejo esquema de poner las instituciones del Estado al servicio de los dirigentes del partido, lo cual significará un retroceso a los tiempos del stronismo puro y duro, aunque en un contexto político y social bien distintos.

Si gana la dupla opositora se vendrá una convivencia difícil entre dos sectores políticos con propuestas distintas, un proyecto político sobre el cual es muy difícil pronosticar qué puede resultar en materia de administración del Estado.

mcaceres@abc.com.py

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