Semana Santa

Más allá de que algunos medios anuncien “las festividades” de Semana Santa y publiciten lo mucho y variadamente que se podrá comer, beber y entretenerse durante su trascurso, resulta interesante constatar que los hábitos relacionados a estas fechas religiosas no varían mucho, pese a los intentos de aprovecharlas para utilización política.

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El catolicismo latinoamericano muestra una tendencia mucho más marcada a aficionarse a las fórmulas populistas que las confesiones evangélicas; aunque esto parece estar dándole más debilidad que fortaleza. Desde que este catolicismo tuvo el dudoso honor de que gente como Chávez, Correa, Morales y los Kirchner se declararan católicos, haciendo demostraciones públicas de beatitud, ya nadie puede evitar que la propaganda política se infiltre bajo las carpas de las creencias religiosas.

Fue un Domingo de Ramos que Hugo Chávez dibujó una figura que, si bien no era suya ni era novedosa, puesta en sus labios resultó especial: “Jesús fue el primer socialista. Él y su ejemplo, su espíritu, su mente y su actuar era socialista, antiimperialista y por eso murió crucificado”, dijo. No se sabe si alguna autoridad eclesiástica le salió al paso para enmendarle la heterodoxia, mas, si se hizo, pasó desapercibido; y lo que quedó firme fue el desbarro de este excelente predicador falsificado que era Chávez.

Es una ocurrencia latinoamericana utilizar la figura del imperio romano para hacer un paralelismo con los imperialismos modernos, en especial con lo que ellos presentan como él único imperialismo: el norteamericano. En este cuadro, Jesucristo pasa a ser un perseguido de Roma, en vez de serlo de los sacerdotes del Sanedrín, como se entendió siempre. En este juego de cambios de baraja, el neocatolicismo bolivariano convierte al pretor Poncio Pilatos en una especie de agente de la CIA del siglo 0, instalado en Israel, donde una fuerza popular socialista y revolú, al mando del Comandante Jesucristo, va a ser aplastada por la inicua intervención de las fuerzas del Imperio coaligada con sus esbirros locales.

De que esta versión arraigue mejor se encargaron algunos músicos, entre ellos el sandinista Carlos Mejía Godoy, que compuso y puso en boga una canción titulada “Credo - misa campesina”, integrada a otras similares que anduvieron fugazmente de moda en los 70. Son estribillos centrados en la figura de Jesús, acusando a Pilatos de “romano imperialista, puñetero y desalmado.” ¡El pobre Pilatos, que hizo lo que pudo por salvar a Jesús! Y que no pudo más porque lo que había de suceder estaba escrito y era ineluctable. Pero, en fin, no se puede negar que era hombre al servicio del imperio (como los opositores venezolanos).

En España, la secretaria general de Podemos (chavistas hispanos) se atrevió a sugerir nada menos que la supresión de la Semana Santa sevillana, que aquí sería como prohibir el 8 de diciembre. Pero le salieron al paso los mismos correligionarios, alegando cosas como “Vamos a olvidarnos de que la Semana Santa son señores de corbata y de gomina que rezan a un trozo de madera como muchos de vosotros pensáis. Vamos a verla como un entramado empresarial y económico importante para el motor de Andalucía y del país”.

Escuchando estas cosas es que debe celebrarse la pervivencia de las ceremonias religiosas tradicionales. Es muy buena noticia que las nuevas generaciones prosigan, con el mismo entusiasmo que las precedentes, formando las alfombras de flores en Guatemala, la representación teatral multitudinaria de la Pasión, en México, las procesiones de Popayán, los lavapiés y las representaciones de la Vía Dolorosa o Vía Crucis, en todos los pueblos, aun los más ínfimos, de la América Latina. Es buenísimo, en fin, que nazcan nuevas experiencias como la de Tañarandy, conjugando el sentir religioso con las preferencias estéticas de la actualidad.

Incluso para ateos, agnósticos y renuentes, las celebraciones de Semana Santa son ocasiones excepcionales para comprender mejor el sentir mayoritario y disfrutar de las obras de la imaginación y creatividad originalmente populares, que son de gran valía, aunque no constituyan “un entramado empresarial y económico importante”.

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