Sin candidatos

Resulta llamativa la incapacidad, cada vez más evidente, de los partidos políticos para ofrecer a la ciudadanía candidatos surgidos de sus filas, que tengan suficiente arrastre electoral en el conjunto de los votantes y no solo entre sus propios correligionarios.

Cargando...

Por el lado de los liberales, Mario Ferreiro y Fernando Lugo. Por su parte, los colorados hasta tuvieron que cambiar sus estatutos para hacer candidato al actual Presidente de la República, Horacio Cartes, porque hasta poco antes ni siquiera estaba afiliado.

Algunas derrotas catastróficas han sido igualmente llamativas que esas victorias electorales. Por poner solo un ejemplo: el famoso “Sigamos” le proporcionó a Arnaldo Samaniego una cómoda victoria dentro de su partido y, en cambio, una aplastante derrota a la hora de la verdad.

Sin duda, esto muestra que hay una grave crisis de representación en los partidos, tal vez porque para ganar internas se hacen campañas sectarias que atraen a un número suficiente de correligionarios, pero espantan al resto del electorado y también porque el estilo de campaña agresivo, gritón y caudillista se ha vuelto anacrónico y los votantes prefieren candidatos mesurados y reflexivos.

Sin embargo, esa crisis que, aunque a su pesar, de alguna manera los partidos políticos están asumiendo a la hora de elegir candidatos, no se ha reflejado en un cambio en las formas de hacer política fuera del tiempo electoral.

Los ejemplos son también bastante evidentes: ni Fernando Lugo contó con suficiente respaldo parlamentario de sus aliados, ni Horacio Cartes de los colorados. En los dos casos la armonía se acabó el mismo día de la toma de posesión o quizás en el mismo momento en que se contó el último voto.

La causa principal de estas situaciones es que tanto los candidatos como los partidos se han considerado únicos dueños de las victorias y, en consecuencia, únicos dueños del gobierno. El candidato piensa que únicamente él ganó y que no les debe nada a quienes lo respaldaron, y los partidos creen que solo ellos son los artífices de la victoria y que el candidato debe someterse a su voluntad.

La realidad es que ni los partidos habrían ganado sin los candidatos ni los candidatos sin los partidos; pero cada uno prefiere quedarse exclusivamente con la engañosa mitad de la realidad que más conviene a sus intereses.

Quiero aclarar que no tengo nada contra las alianzas y sí mucho a su favor. Son un mecanismo muy válido en cualquier sistema democrático, que promueve la alternancia y posibilita que sectores minoritarios tengan algún peso en la conducción del país. La historia está llena de alianzas exitosas, como el Frente Amplio de Uruguay, por citar solo el ejemplo más cercano. Por el contrario, si escribo estas líneas es porque las alianzas se han vuelto cada vez más necesarias para el éxito electoral, y también con la esperanza de que al menos una parte de la dirigencia de los partidos políticos sea consciente de que las alianzas no solo necesitan ganar elecciones, sino también administrar eficaz y racionalmente.

Es frecuente escuchar, sobre todo en amplios sectores de los grandes partidos, que “las alianzas son bolsas de gatos”, pero colorados y liberales necesitan que las alianzas funcionen, porque ya dependen mucho y cada vez dependerán más de alianzas para ganar elecciones y para gobernar.

En resumidas cuentas, escribo esta líneas porque en estos días está tomando posesión de la Municipalidad de Asunción Mario Ferreiro, candidato de una alianza, en la que nuevamente el Partido Liberal es el integrante más poderoso, y todos necesitamos que le vaya no solo bien, sino muy bien, para hacer frente al caos en que está sumida nuestra capital.

Además, sin importar cuáles sean nuestras simpatías políticas y nuestros compromisos sectoriales, todos necesitamos llegar algún día a sentirnos orgullosos de Asunción; los asuncenos porque es nuestra ciudad, y los paraguayos en general porque es la capital de nuestra república.

rolandoniella@gmail.com

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...