Sobre barriles de pólvora

SALAMANCA. A un premio Nobel de Economía le preguntaron cuál era a su juicio el mejor sistema económico para logar que un país progrese. El hombre respondió: “Cualquiera... Cualquier sistema económico aplicado a un país puede hacer que este prospere... siempre y cuando funcione realmente la justicia”. Pienso que una justicia administrada de mala manera hará que fracase no solamente la economía, sino también la democracia. No puede haber democracia verdadera sin justicia justa, aunque esto suene a redundancia.

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La semana pasada escribía en esta misma columna que la lucha de los estudiantes, tanto de la universidad como del bachillerato que en este momento está sacudiendo el país, no es contra un sistema educativo absolutamente inservible, ineficaz, sino es una lucha contra la corrupción. Sus reclamos no serán atendidos ni por la ministra de Educación ni por el Presidente de la República que en un gesto populista recibió a los estudiantes en el Palacio de Gobierno, porque lo que se debe desarmar es una estructura esencialmente corrupta sobre la que justamente se asienta el Gobierno. Si se erradica la corrupción todo el sistema se viene abajo.

Cuando escribí ese artículo no podía imaginarme que la podredumbre fuera tan profunda y generalizada. En ese momento todavía no se estaban desmoronando las escuelas que fueron construidas con dinero del Fonacide que se les entregó, generosamente, a los intendentes municipales de varias ciudades y pueblos del país. Comenzó por una escuela de Lambaré que dejó varios alumnos heridos y, como las fichas de un dominó, fueron cayendo otras en diferentes sitios a lo largo y ancho de la geografía de la República. Tengo la certeza de que entre el momento en que escribo estas líneas y en el momento en que se publique, habrá otros desmoronamientos y solo deseo que si se tienen que venir abajo, que sea sábado o domingo, de modo que los niños no tengan que pagar el desvergonzado robo y la desfachatez de quedarse con el dinero destinado a la educación por parte de intendentes corruptos.

Acabo de leer un artículo que narra la historia de un fiscal joven y lleno de ideales que fue destinado a una pequeña ciudad del sur de Italia, donde campea la mafia. Decidido a poner fin a la delincuencia y la corrupción, comenzó a investigar y descubrió que más de 500 conductores de taxis estaban cobrando un subsidio por ceguera. Cuando uno de ellos fue citado para declarar ante el tribunal, dijo que la semana anterior había estado en Lourdes y que la Virgen le había hecho un milagro devolviéndole la vista. También se encontró el fiscal con decenas de personas cuya profesión era ser “testigo“, de lo que fuera. A tal punto era común, que uno de ellos tenía en su tarjeta personal, debajo de su hombre, su profesión, como se acostumbra hacer: “Testigo presencial”, lo que de seguro haría que fuera más caro ya que había presenciado cuando el crimen se cometió, o no se cometió, o lo cometió otra persona diferente al acusado.

A esto llegaremos. El intendente de Lambaré, que se prepara para ser reelegido en el cargo, ha comenzado ya con las chicanas recusando a quien sea “por enemistad manifiesta” y presentó a dos “testigos presenciales” que, casualmente, son dos subordinados suyos en la Municipalidad. Así seguirá el tema, mientras esté fresco, para que la gente tenga la sensación que se castigará a los culpables de haber construido aulas para los niños utilizando engrudo en lugar de cemento. Mientras, habrá una veintena de intendentes que seguirán negándose a rendir cuentas de lo que han hecho con el dinero recibido para mejorar las escuelas de sus pueblos. En tanto no se ataque la corrupción no se mejorará el nivel educativo; así de simple es.

Aparte de ello, causa indignación que tanto los ministros como el propio Presidente, le engañen de esta manera a los estudiantes. Estamos sentados sobre barriles de pólvora y ellos fumando tranquilamente.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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