Somos felices y no lo sabemos

Los nostálgicos estronistas no se cansan de repetir que “éramos felices y no lo sabíamos”. En los últimos años, algunas encuestas internacionales insisten en que el pueblo paraguayo es uno de los más felices del mundo, y ahora un nuevo informe ratifica que nuestros compatriotas elegirían esta tierra guaraní aunque pudiesen emigrar a otras naciones.

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La agencia local de la consultora internacional CCR dio a conocer los resultados de una encuesta según la cual, pese a la difícil situación económica y a los problemas cotidianos de la sociedad, la mayoría de los paraguayos prefiere vivir en su país antes que emigrar a otros lares. Esto va en la misma onda de aquellos ranking de años anteriores según los cuales nosotros ocupamos los primeros lugares entre los pueblos más felices de este planeta.

Sin poner en duda la confiabilidad de estas encuestas ni la legitimidad de sus metodologías de investigación científica, los ciudadanos comunes de este Paraguay del año 2016 tenemos que preguntarnos seriamente: ¿somos tan felices y no lo sabemos?

Evidentemente, hay cosas que no cierran. O están hablando de otro país o nosotros somos de mente tan cerrada que no valoramos el paraíso en el que vivimos.

Somos el país más pobre y atrasado de Sudamérica, nuestro Producto Interno Bruto es el más bajo de la región, la pobreza acogota a casi un tercio de la población, 5 de cada 10 niños no termina su Educación Escolar Básica, miles de familias campesinas no poseen ni una hectárea de tierra, otros miles de compatriotas sobreviven como pueden en los cinturones de marginados que bordean las grandes ciudades, el 70 por ciento de los trabajadores no gana siquiera el salario mínimo, en los hospitales públicos no hay médicos ni medicamentos suficientes, la cantidad de personas sin trabajo es muy alta y, a pesar de todo esto, ¿somos un pueblo feliz?

Tenemos que hacer un esfuerzo mental extraordinario para tratar de comprender lo que sucede. Si no nos están mintiendo deliberadamente, debe haber algún tipo de explicación socio-psicológica para que nos conformemos con tan poco. Creemos que nos va bien en el suelo natal, pese a que nuestro ingreso per cápita (US$ 4.500) es, de lejos, el más pequeño de Latinoamérica.

Tal vez tengamos algún cromosoma extraviado o algún gen desconocido que mantiene muy bajas nuestras expectativas de progreso y confort, por lo que nos contentamos con el “ya da ya”, “así nomás luego es”, “jaha hese”, “iporã la porte”, etc.

No debería ser así. No tenemos por qué ser económica y socialmente inferiores a los chilenos, los peruanos, los brasileños, etc. Está bien mostrarnos orgullosos de nuestro idioma guaraní, de nuestras guaranias, de las exportaciones de soja, de la energía de Itaipú y Yacyretá, etc., pero ya basta de tanto tereré y de dormir la siesta y trabajemos en serio por sacar a tanta gente de la pobreza y la marginalidad.

Cambio con gusto algunos kilos de esta “felicidad paraguaya” por una dosis de autoestima fundada y progreso verdadero.

ilde@abc.com.py

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