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Claro, era tiempo de proselitismo municipal cuando los damnificados llegaron a las plazas. Se decretó emergencia nacional y se permitió, sin contar ni mirar, ingresar a cuantos quisieran. Si inevitablemente iban a ocupar las plazas, no debían superar (por zona) cierta cantidad de familias, de modo a que todos los vecinos podamos convivir medianamente.
El infierno en los lugares ocupados es general, todos estamos mal y cuando sale caro, la sensación no es de la mejor.
Esto pone al desnudo la eterna ineficiencia de nuestros gobiernos. Ahora anticipan y promueven a todas voces que nos cuidemos de las enfermedades, vaya con la contradicción y el chiste.
Esto había que vivirlo y resolverlo como en tiempo de guerra, de hecho lo es por los estragos causados. Lo que se hace entonces es instalar una carpa oficial en el sitio. ¿O solo tienen gente de oficina y no expertos en calle, en emergencias? Una carpa (con representantes de la Municipalidad, SEN, Ministerios, ONG, parroquias, institución policial y/o militar) donde vivan y pasen las mismas penurias que los ciudadanos, con la diferencia de que serán receptores, canalizadores y trabajadores de soluciones viables. Eso es lo correcto. Las precarias instalaciones eléctricas y sanitarias, el descontrol de la música, el hedor con la temperatura actual, la defecación de animales enfermos en calles y veredas, las motos y motocarros sin ninguna seguridad, la droga, los asaltos, son algunos de los problemas que afrontamos diariamente. Y aquí no entra ninguna discriminación, sino el reclamo de medidas por el bien de todos. Por eso precisamos en estos lugares públicos autoridades comprometidas que vivan en el sitio y habiliten un lugar directo y accesible donde los vecinos podamos llegar y presentar quejas y propuestas. Así, por lo menos, tendríamos esperanzas de acciones concretas que aminoren las consecuencias tremendas de tanto hacinamiento.
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