Tito vuela libre

Sin dudas la muerte del conocido Tito García es para pensar muy hondo. Creo que es la noticia que más apoyo recibió en los medios masivos. Fue uno de los rarísimos casos que no generaron polémica. Y esto no es gratuito. La trayectoria honesta de una persona tiene sus frutos. Ser querido por el trabajo que se ha brindado –y del que se ha vivido– es una de las ambiciones más preciadas de las personas íntegras.

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Tito conoció la soledad y supo domesticarla. Me contaba un amigo que “solían escucharlo hablar con alguien en su taller. Hablaba con sus muñecos”, los mismos a los que desesperadamente quiso salvar el día del siniestro. Conmovedora sensibilidad que antecedió a su repentina muerte.

Leyendo los comentarios de los lectores, casi todos recuerdan lo felices que los hizo en la infancia. Por eso el mejor homenaje que puede hacérsele es defender a la infancia de manera comprometida, tengamos o no hijos. Tito se jugó en este pensamiento y lo vivió hasta su último día.

En Paraguay la infancia históricamente ha sido difícil. Lo sigue siendo a través de enraizados modelos de mala educación, esclavitud, autoritarismo, abandono, corrupción.

El mundo mágico que propuso, elaboró y difundió el marionetista resguardaba el tesoro más grande de los niños: la inocencia.

Es importante resaltar que el trabajo de Tito fue a todo pulmón, ya que como desde hace más de medio siglo la cultura pública en nuestro país sigue rezagada. Hoy solo se lucra y poco se piensa en la esencia o en la calidad.

El trabajo de este artista no era improvisado, tenía una trayectoria hecha gota a gota, y se habrá llevado con él todos los obstáculos y amarguras que tuvo que pasar. No obstante, a pesar de la falta de políticas serias, reales por parte del Estado, cuando su mundo mágico se abría lo gris desaparecía. Tito hacía arte como los de antes, entregado a lo suyo con incansable pasión, sobrellevando los altibajos con trabajo y creatividad.

Pero además supo dar la mano. Otro marionetista me comentaba: “Una vez lo visité, su casa me hizo acordar a la comunidad donde alguna vez viví; donde todos sobreviven porque se comparte”. La vida en comunidad requiere ser sobre todo solidario siempre.

Tito partió con el cariño de millones de personas que lo recuerdan por su labor en el mundo del entretenimiento.

El punto álgido son los pormenores del accidente, que por supuesto deben ser investigados; esto no nos devolverá al artista, pero ayudará a forjar la manera de justicia que él, como tantos otros artistas ya fallecidos, deseó y no pudo tener en vida.

Paraguay perdió a un laburador, como todos con muchos defectos, pero subsanados por su enorme compromiso de mantener la alegría y la ilusión infantil; algo intangible pero que no es poco en este tiempo marcado por la depresión, el rapto, el suicidio de niños.

Nos queda elevar un rezo, un pensamiento de paz para su alma y su memoria. Adiós al artesano, al artista que supo dar lo mejor de sí en un país que no era el suyo pero abrazó como si lo fuera. Adiós Tito, como dicen tus seguidores: “Que vueles libre. Buen viaje. Que Dios te guarde”.

lperalta@abc.com.py

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