Un punto final, punto de partida

La enmienda constitucional volvió a la nada de la que nunca debió salir, por respeto a la Constitución Nacional y a las reglas de juego del Estado de Derecho y por el bien de la convivencia entre los paraguayos.

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La cordura se ha impuesto. Sin embargo, la Constitución ha sido zarandeada, menoscabada e interpretada antojadizamente. Quisiera decir que, con archivar la enmienda, todo vuelve a la normalidad; pero por desgracia no es cierto.

Como ya dije en artículos anteriores, una parte importante del daño ya está hecho y será laborioso reconstruir lo que ha quedado malparado por la virulencia de la disputa y, por supuesto, imposible borrar la muerte de un joven dirigente liberal, más aún porque no se produjo azarosamente, sino durante un desatino político sin precedentes: la toma policial de la sede del principal partido de oposición; algo que ni dictadores como Stroessner o Morínigo se animaron a hacer.

No se puede pretender, tras sucesos tan graves, que “aquí no ha pasado nada”. Es normal que los liberales piensen que tienen no solamente el derecho sino también el deber de pedir explicaciones y exigir responsabilidades.

La campaña por imponer la reforma de la Constitución vía enmienda ha dejado al país dividido, a los movimientos internos de los partidos políticos furiosamente enfrentados, al Poder Legislativo con menos autoridad real y moral que nunca antes desde la caída de la dictadura. La enmienda murió, pero el deterioro institucional que se generó para intentar imponerla permanece y no será fácil de revertir.

Ese deterioro institucional también ha dejado malparada internacionalmente la imagen del país. Al fin nuestro pequeño país inspiraba confianza y daba una imagen de estabilidad superior a los demás países de la región a gobiernos, a organismos internacionales, calificadoras de riesgo e inversores. En poco más de un mes se ha socavado gravemente ese prestigio construido a lo largo de los últimos quince años, con consecuencias para la economía todavía difíciles de evaluar, pero sin duda dañinas.

Creo que hasta que terminó la sesión de Diputados, este jueves, todos teníamos nuestras dudas sobre la enmienda y sobre la candidatura de Horacio Cartes y que gran parte del país suspiró con alivio. Sin embargo, el punto final de la enmienda es en realidad un punto de partida y no me refiero a la carrera contra reloj para buscar y promover candidatos, sino a un punto de partida para recomponer la institucionalidad del país.

Es hora de que nuestra política madure. Es hora de que nuestros políticos aprendan a mantener y defender sus ambiciones dentro del marco de la ley y no quebrantándola. Es hora de que las autoridades tomen conciencia de que la ciudadanía ya no está marcada por el miedo y la sumisión que instalaron dos largas dictaduras consecutivas y que está harta de las ilegalidades, de la corrupción y del autoritarismo.

Hay mucho dañado y mucho para reconstruir. Ojalá esta crisis sea también una oportunidad; ojalá el punto final de la enmienda sea un punto de partida para recomponer y hacer más democrática y más sólida la institucionalidad del país.

rolandoniella@abc.com.py

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