Una nota para anotar

Ocurrieron muchas cosas que en muy poco tiempo se encimaron. El mensaje del monseñor Ricardo Valenzuela, trasladado de mi Villarrica al obispado de Caacupé, ventilado el pasado 8 de diciembre durante la misa principal de ese sacro día acaparó la atención de mucha gente. Su mañanero sermón le despertó a muchos por más que haya oreado un montón de problemas que tiene el país desde hace varios años. Es lo que todos los días venimos escuchando, en mi caso, desde la nefasta época stronista. 

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Llamó la atención ya que hacía rato que la iglesia venía distanciándose de la realidad criolla y desde el célebre Ismael Rolón y otro obispo que pisó suelo guaireño con alta moral y capacidad como Felipe Santiago Benítez, la iglesia paraguaya solo insinuaba y sospechaba que algunas piezas del engranaje gubernamental estaban a medio funcionar, cuando ya este país estaba con el diferencial que solo diferenciaba correligionarios, la cremallera solo servía para la crema estatal, la transmisión se daba a cualquiera y el embrague estatal venía sufriendo acelerados cambios con el único destino dirigido siempre hacia la caja de todo lo recaudado. 

El país siempre fue manejado de esta manera, algunos memoriosos hablan que solamente en épocas de Eligio Ayala el Paraguay pudo y supo rumbear hacia un mejor pasar y aproximarse a ser un país de verdad. Hasta nos seguimos acordando del Dr. Rodríguez de Francia y de Carlos Antonio López.

Para no salir aun de este santiamén católico, durante el novenario caacupeño otro obispo pero muy diferente a Ricardo, quien dijo cosas ciertas, lanzó barrabasadas y se acordó del atraso paraguayo culpándole a la “política agroexportadora” que tiene este país. Le comento a este miembro eclesial que toda moneda fuerte –como el dólar, el yen y el euro– llega como producto de la venta que este Paraguay hace fuera de sus fronteras. El país vende sus buenos granos, carne vacuna, almidón, cuero, aceites esenciales, frutas, verduras y hasta cigarrillos para que la gente y ese obispo tengan una mejor vida sin sudar en el campo. Y le digo más, hay que vender afuera y con mayor valor agregado. Supongo que tan feliz se pondría este obispo al encontrar en una góndola de un supermercado de Damasco y Tel Aviv un paquete de yerba o una tapa cuadril “made in Paraguay”, a los que debe estar tan acostumbrado en sus muchos momentos libres. 

Después de esta pública confesión quiero dejar el púlpito para palpitar una situación casi enfundada por la festividad religiosa de Caacupé no menos problemática para el Paraguay y que tiene su paso de tortuga y tortura: el drama de la educación. 

Un juez de San Juan Bautista de Misiones rechazó un escrito de una abogada egresada de la UNA, a quien seguramente la llaman “doctora” por graves faltas ortográficas. El informe del juez explica que el simple pedido para que un menor de edad pueda viajar estaba plagado de errores de contenido, de incoherencias, de sintaxis y de concordancia. Estimo que hubiera sido mejor que el mismo infante redactara su pedido de traslado y que la abogada solo cobre por firmar. 

La abogada probablemente terminó la carrera con altas notas sin tan siquiera poder componer un simple escrito. Mucha gente con título pulula en el Paraguay poniendo en evidencia que la universidad no sirve para redactar una nota y solo para anotarse. Es el fruto y resultado que tienen las universidades que se levantan en cada esquina de cada ciudad y que, en vez de universitarios, se llenan de clientes. 

Un simulacro de Universidad de Villarrica le tiene a un abogado como rector que apuntala la injusticia y mantiene un arduo y espinoso conflicto con el más elemental español...

caio.scavone@abc.com.py

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