¡Vamos todavía!

No es para lanzar bombas, hacer hurras ni gritar a los cuatro vientos, pero como sociedad nos pasó algo bueno y eso hay que señalarlo. Acostumbrados a tantas noticias malas y a ver a Paraguay en los últimos lugares de cualquier ranking mundial, vale la pena resaltar que, a criterio de los observadores internacionales, hemos protagonizado una muy buena jornada de elecciones generales el domingo anterior. Quienes padecimos la dictadura stronista, apreciamos la enorme diferencia entre la parodia de comicios de antes y los que vivimos ahora.

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Aún arrastramos muchas irregularidades, defectos procesales y vicios de la política criolla. Todavía tenemos gente fanatizada y cegada por un color partidario; hay funcionarios públicos que sienten la presión para votar a los candidatos oficialistas, muchas personas pobres venden sus votos, etc. Esa es parte de nuestra realidad pero, felizmente, cada vez hay más ciudadanos que concurren a las urnas conscientes de que pueden elegir libremente al candidato de su preferencia y exigen que su decisión sea respetada.

Hubo factores muy importantes en los recientes comicios. El “voto castigo” fue una realidad en varias localidades, donde la ciudadanía, en mayoría, expresó en las urnas su rechazo a gobernantes corruptos, inmorales y ladrones de los fondos comunales, sin fijarse a qué partido pertenecen. Esto es algo muy positivo que demuestra un crecimiento cualitativo de nuestra cultura cívica.

En la esfera gubernamental, cómo no aplaudir la capacidad, la rapidez y la honestidad de los funcionarios encargados del conteo rápido de los resultados en todo el país. Dos horas después de concluidas las votaciones, ya teníamos resultados oficiales preliminares de casi todos los distritos electorales. ¡Aleluya!

Algo normal en las democracias consolidadas se ha producido aquí por primera vez: casi todos los candidatos perdedores reconocieron la derrota de inmediato, en cuestión de minutos u horas, y felicitaron a los ganadores. Bien por ellos.

Salvo muy pocas excepciones, no hubo denuncias de graves irregularidades, robo de urnas, adulteración de actas, impugnaciones de resultados, etc. Esto no es poca cosa en un país en donde los robos y falsificaciones de actas electorales eran una constante en los comicios partidarios internos y en las elecciones nacionales.

Los comicios pasados testimonian que, como sociedad, estamos avanzando en la dirección correcta. No importa qué partido ganó en cuál ciudad. No tiene relevancia si el país se tiñó de rojo, de azul, de naranja o de verde. Lo bueno es que nos estamos acostumbrando a saber elegir, a votar en conciencia, a dar nuestro apoyo a quienes parecen ser más honestos y capaces y, al mismo tiempo, tirar a la zanja a los corruptos y sinvergüenzas.

Estas apreciaciones son de carácter general y, por supuesto, hay varias localidades en que todavía rigen las pautas de la vieja política prebendaria del voto obligado, comprado o acrítico. No importa. Roma no se hizo en un día.

Ojalá en los próximos comicios no solo repitamos las acciones buenas del presente sino que vayamos superando, de a poco, las malas praxis que aún subsisten. Que así sea.

ilde@abc.com.py

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