Vivir en los tiempos del estrés

Las personas deberían ser felices, o sentirse bien de ánimo, pero atrapadas como están por esta corriente de estrés que es un mal mundial, no pueden.

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Ocurre que vienen al trabajo con el corazón ligeramente estrujado ya, pues saben sobradamente que les aguarda no solamente una pesada y larga carga laboral, sino además el trato nervioso de los amos o jefes del lugar donde trabajan.

No debería ser así.

No, no y no.

Nadie, aunque ocupe un puesto de supuesta relevancia dentro de una empresa, tiene “autorización” alguna para lanzar su veneno contra los demás. Hay que tener en cuenta, que a pesar de que existen cargos que nos diferencian a los unos de los otros dentro de un sitio laboral, nuestro deber primero es el respeto hacia el compañero de tareas.

Caen por estos lares y en otros países, como moscas, las personas que son víctimas del maldito estrés.

La tensión extrema mutila las mejores emociones del ser humano, le absorbe su esencia vital, le baja las defensas, reduce su capacidad para trazar metas, para amar, para hacerse de una ilusión y andar con ella por los caminos del mundo.

Cuando la gente está muy estresada no hace sino desesperarse. Empieza no solamente a somatizar algunas enfermedades, sino que cae del todo de su salud y ya no se levanta. Cuidado...

Ah... Días sin estrés, allá en otros tiempos en que había momentos para la conversación relajada y uno escuchaba a su interlocutor con calma y hablaba sabiendo que era escuchado con idéntica calma. Días en que el saludo afectuoso estaba a la orden del día. Días en que uno iba libre de preocupación y de prisa y tenía tiempo para contemplar el atardecer, el movimiento del viento entre las hojas de los grandes árboles y el trajinar de las laboriosas hormigas por una muralla.

Ahora resulta que hablas y ya no eres oído porque la persona a quien diriges tus palabras está esperando que te calles de una buena vez para mandar mensajes, vía celular, a otra persona que también enviará diez mensajes (aproximadamente ) a sus amigos o compañeros de trabajo.

¿Qué está pasando?

La conversación tiende a desaparecer. Y sobre este nuevo fenómeno que se está manifestando en forma globalizada, los sociólogos, los sicólogos tendrían que empezar a buscar algunas orientaciones y fórmulas de cura. Y que conste que existen muchos sicólogos y estudiosos de las emociones y de la psiquis del hombre que andan también con su tensión extrema, su nervios hechos relámpagos.

Se venden remedios para combatir al abatimiento, la falta de memoria, el insomnio y el estrés en forma casi masiva en las farmacias.

Creo que este “aturdimiento” debería ser considerado un mal endémico y tratado como tal por los especialistas.

Los farmacéuticos están estresados.

Los pastores evangélicos y lo curas no la pasan tan bien, pues deben pastorear a unos fieles emocionalmente quebrados. Caramba.

En la medida que uno pueda, debe buscar algún refugio. No es saludable levantarse con los nervios alterados y acabar la jornada del día hecho una bolsa de papas reventadas.

Mi refugio contra la tensión es la Biblia, que es, de alguna u otra manera, también un libro de autoayuda.

En fin. A pesar de todo les deseo un día hermoso y con mucha buena onda.

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