Vorágine vehicular

Desde el cierre de la avenida Artigas por los problemas en el puente del arroyo Mburicaó el tránsito se ha vuelto más que caótico en toda Asunción. Un inconveniente puntual trastorna a toda la ciudad como en efecto dominó.

Cargando...

Los conductores se encuentran atascados en una maraña vehicular que se mueve a paso de tortuga y los consume emocionalmente.

El parque automotor de la Capital se estima en 500.000 vehículos por día en circulación. De esta cifra, unos 40.000 se desplazan a diario por Artigas en razón de 20.000 por cada sentido.

Todo ese flujo motorizado ahora se descarga sobre los demás corredores que están saturados de automóviles y rodados de todo porte. Al concluir las vacaciones de invierno, mañana lunes el dilema será mucho mayor.

Estamos en una vorágine. Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su acepción original es el “remolino impetuoso que hacen en algunos parajes las aguas del mar, de los ríos o de los lagos”. La segunda acepción es “pasión desenfrenada o mezcla de sentimientos muy intensos” y, finalmente, es la “aglomeración confusa de sucesos, de agentes o de cosas en movimiento”.

El vocablo es más que apropiado para pintar el fárrago. Precisamente, el tráfico capitalino es un remolino de automóviles que perturba a los conductores. Sin querer, el prójimo se ve envuelto en ese maremágnum por el que tiene que pasar dos veces al día cuando menos; para llegar de la casa al trabajo y del trabajo a la casa; de las afueras al Centro y del Centro a las afueras.

No hay escapatoria ni semáforo inteligente que puedan ordenar el tumulto y la mezcolanza que se han desatado. Buscar una salida alternativa lleva a un asentamiento marginal donde las calles se estrechan y no tienen salida.

En consecuencia, el conductor y los pasajeros de buses se hallan en un desbarajuste de sensaciones encontradas donde la paciencia –la madre de todas las virtudes– es vencida por el nerviosismo, la ansiedad, el desconcierto, el estrés.

Ante esta anarquía mucha gente opta por no movilizarse de un punto a otro de la ciudad y así evitar la marabunta motorizada. Este panorama obviamente afecta a la economía, pues se resiente la afluencia a centros comerciales o a puntos de servicios y ocio. Es mejor quedarse en casa antes que meterse en el desbarajuste.

Los estudios técnicos de consultores que indican las medidas para evitar este colapso han consumido montos siderales a lo largo de décadas. Todos los políticos saben lo que hay que hacer, pero cuando llegan al poder “se olvidan”.

Es urgente tomar acciones, pues Asunción está cada vez más empantanada y los autos y motos –cual si fueran tambochas– salen a las calles a devorar. Aunque no es el “infierno verde” descripto por José Eustasio Rivera en “La Vorágine”, impera la ley de la selva, esa ley que desconcierta, altera y desorganiza la vida en la ciudad.

pgomez@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...