Votaré a desconocidos

Como todos los ciudadanos de este país, estoy convocado a votar en las elecciones generales del próximo año para elegir presidente y vice, senadores y diputados, gobernador y concejales departamentales. Es mi derecho y mi obligación. Seguramente, sin quererlo, tendré que votar a muchos a quienes ni siquiera conozco. 

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Como no estoy afiliado, no podré participar en la selección de los candidatos en las internas de los partidos políticos, aunque ni si lo estuviera podría participar en esa selección por lo que ya todos saben: en cada partido hay jefes de grupos o movimientos que deciden quiénes formarán parte de las listas y en qué lugares estarán ubicados. 

Puede ocurrir que algunos candidatos de partidos a los cuales no estoy adherido reúnan el perfil para que pueda votarlo, y tengo todo el derecho y la libertad de hacerlo, pero como se votan listas y no personas, si decido elegir a quienes reúnen los requisitos que son de mi exigencia, tendré que votar también a quienes no reúnen las condiciones, aunque no quiera hacerlo. 

De darse el caso señalado, ejerceré mi derecho y mi libertad de elegir a quienes corresponden según mi criterio y votaré por obligación también a quienes no lo merecen. ¿Es eso lo que me garantiza la Constitución? Si estuviere afiliado a un partido, me sentiría discriminado por no poder hacer lo que hacen los caudillos de elegir a quienes formarán parte de las listas y los lugares que corresponderán a cada uno. Es decir, ellos están tomando una decisión previa a mi elección. 

La Constitución dice que “todos los habitantes de la república son iguales en dignidad y derecho” (art. 46), entonces no veo por qué unos tienen más derechos y otros menos de preseleccionar a “los mejores”. Además, el art. 118 dispone que el sufragio se funde en el voto universal, libre, DIRECTO, igual y secreto. 

Cuando no estás de acuerdo con el sistema de los partidos de verte obligado a votar a gente que ni siquiera conoces, te empujan a rebuscarte por fuera de los partidos, en los movimientos independientes donde algunas personas salen a buscar el apoyo del 0,50% del electorado para validar sus candidaturas, también en listas sábana. 

Como puede verse, claramente la votación no implica elección directa de los candidatos. Es probable que sea universal, es decir, que alcance a todos los ciudadanos inscriptos para ejercer sus derechos; que sea libre, en el sentido de que no se crean obstáculos artificiales para impedir que los ciudadanos cumplan con su derecho y deber; que sea igual, o sea que un voto es igual a una persona sin distinción de ninguna clase y que sea secreto, para que cada uno tenga la seguridad de que no se sepa por quién tiene pensado votar o por quién lo hizo. 

En la elección de presidente y vicepresidente, y de gobernador, no hay problema, uno puede escoger a quien considere el mejor, pero tratándose de cargos para instituciones colegiadas, como el Senado, Diputados y consejos departamentales, es imposible que estemos de acuerdo con todos los postulados. 

La implicancia de esto es algo bastante grave. Algunas personas a quienes ni siquiera conocemos ejercerán nuestra representación en el futuro, tomarán decisiones que afectan nuestras vidas, nuestros bienes, nuestros ingresos y nuestras relaciones sin que sepamos siquiera qué tienen en la cabeza para hacer eso. 

Ya veo que en las elecciones de 2018 se repetirá la historia, nuestros representantes no nos conocerán ni nosotros a ellos. No saben ni querrán saber nuestras demandas y nosotros ni tendremos idea de lo que ellos piensan plantear sobre nuestras preocupaciones. 

Pero el sistema funciona así y no quieren cambiarlo por nada del mundo.

ebritez@abc.com.py

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