¿Y la seguridad?

La cadena de episodios de inseguridad que se dio en las últimas semanas fue casi totalmente tapada por la saludable y aguardada por tanto tiempo reacción estudiantil. Nuestra atención sigue pendiente de lo que pasa en la Universidad Nacional de Asunción con la esperanza de que el destape también alcance a las universidades privadas y al Gobierno, sobre la respuesta a los secundarios con respecto a la voluntad política para mejorar la calidad de la educación y al mismo tiempo se castigue de verdad a los culpables de la corrupción.

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Debo recalcar que con todos los defectos que se pueda encontrar en la “toma” de la UNA por los estudiantes y en la sacudida de los secundarios al Gobierno, las mismas son actitudes necesarias para nuestra cultura política, pero es igualmente necesario que la ciudadanía no se petrifique en el encantamiento hacia el despertar de los “pibes”.

Hay una agenda de demandas sociales, económicas y políticas que esperan del empuje ciudadano y que podrían ser encasilladas en lo que se conoce actualmente como “seguridad ciudadana”, concepto al que se llegó después de un tránsito desde lo que se conocía como “orden público”, que encubría la mentalidad autoritaria y el proceder violento del Estado en contra de sus enemigos ideológicos internos.

Se sigue deforestando salvajemente, se derrumban escuelas y supermercados, se producen incendios incontrolables con productos altamente tóxicos y rebrotan los asaltos y saqueo a indefensos ciudadanos, además de otros episodios similares que desnudan la falta absoluta de interés y capacidad de las autoridades por proteger la vida y la hacienda de los pobladores.

Cometemos un error ciudadano al sustituir compromiso por esperanza. Esperanza en que los estudiantes correrán a todos los corruptos y esperanza en que los fiscales y los jueces aplicarán sanciones ejemplares a todos los corruptos y delincuentes, o esperanza de que el presidente no moverá un dedo para salvar a sus correligionarios involucrados. Por lo menos esto último ya dejó de ser una esperanza desde el momento en que dio su apoyo al corrupto exintendente de Lambaré, quien estuvo a un paso de ser coautor de un crimen que felizmente no ocurrió en la escuela derrumbada.

El caso Cárdenas y la escuela derrumbada es el ejemplo más concreto que se pueda tener de inseguridad ciudadana, no solo por el techo caído y los heridos que ello produjo, sino por la corrupción que estaba encubierta en la administración municipal y las secuelas que todo acto de deshonestidad pública provoca en el municipio al privar a los ciudadanos y sus familias de los servicios que la institución está obligada a ofrecer.

La inseguridad no se concentra en el Norte del país, y aunque así fuera, es importante recordar que la seguridad es tarea del Estado, el único autorizado a garantizarla, para lo cual cuenta con el monopolio de la fuerza y el uso de medios coercitivos legitimado por expresiones democráticas, como la participación ciudadana.

Es aquí donde cabe plantear el problema de la falta de credibilidad de las autoridades para que la población pueda disfrutar de seguridad ciudadana porque, si bien aquellas son formadas como resultado de procesos electorales y en cada caso intervienen las instituciones previstas por el sistema republicano y democrático, el comportamiento contradictorio de quienes están investidas de autoridad, echa por tierra la expectativa de cada persona de vivir en paz y armonía y progresar mediante el esfuerzo y la cooperación en un orden de legalidad.

Pero cómo hacerlo si las propias autoridades policiales están procesadas por corrupción y delincuencia, si los fiscales y jueces están denunciados por exigir coimas o porque senadores y diputados enfrían juicios en los cuales están envueltos mediante influencias ilegítimas o el propio presidente alienta a no descabalgar a candidatos averiados y corruptos, por el solo hecho de ser correlí. No nos queda otra, volvamos a repasar desde la sociedad civil el deber de construir seguridad ciudadana desde una plataforma de derechos humanos, pero apechugando todos, no como mirones de lo que otros hacen.

ebritez@abc.com.py

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