¿Y si la ciudadanía eligiera presidenta?

La próxima renuncia de Horacio Cartes a la presidencia de la República para ocupar luego una banca en el Senado es una oportunidad para que la ciudadanía decida quién ocupará el cargo de primer mandataria por algunas semanas.

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La mayoría de los miembros del Congreso, aparentemente, ha resuelto renunciar a la atribución exclusiva que les da el artículo 234 de la Constitución de designar al vicepresidente.

Según las declaraciones de varios de ellos, han dispuesto aceptar alegremente y sin explicar algún motivo razonable a Alicia Pucheta, candidata de Cartes, sin que el mandatario tenga además autoridad alguna para siquiera sugerir el nombre de su sucesor o sucesora.

Todo indica que la próxima semana la sesión extraordinaria del Congreso será una formalidad para decir “sí” al deseo del mandatario de poner a la exministra de la Corte como vicepresidenta.

El plan, pactado entre el equipo del presidente electo Mario Abdo Benítez y el cartismo, es que posteriormente los colorados en bloque más los oviedistas más algunos satélites liberales den los votos para que pueda renunciar Cartes y así dejar en el cargo, las últimas semanas del periodo presidencial, a alguien “de su confianza”.

¿Y por qué debe ocupar la primera magistratura alguien que se le ocurre a Cartes, un presidente que, según se vio en las elecciones, está desprestigiado y perdió hace rato la confianza de sus correligionarios y de la ciudadanía? 

Es loable que una mujer paraguaya ocupe el máximo cargo político aunque sería mejor que lo hiciera por sus propios méritos y no porque la digitó un mandatario que está apurado por irse.

¿Cuál es el mérito de Alicia Pucheta para ocupar el cargo de vicepresidenta y luego de presidenta de la República? ¿Haberse prestado a avalar la inconstitucional candidatura a senador de Cartes? Eso más bien debería ser motivo de vergüenza para ella y de repudio de la ciudadanía.

Hay muchas mujeres paraguayas muy dignas que pueden ocupar el cargo y que, para ello, jamás se prestarían a ninguna clase de transa.

La Constitución no habla en ningún artículo de que un mandatario pueda ser senador electo (el artículo 189 dice “será senador vitalicio”) y mucho menos dice que luego de dejar el cargo, él puede decidir quién lo va a reemplazar.

De hecho, el mismo artículo 234 dice que si la vacancia de la vicepresidencia hubiera tenido lugar en los primeros 3 años del periodo, la designación del vicepresidente se debía hacer por medio de una elección popular (como ocurrió en el año 2000, cuando la mayoría eligió al liberal Julio César “Yoyito” Franco como vicepresidente de González Macchi).

La explicación de algunos senadores colorados del equipo de Mario Abdo Benítez, como Silvio Ovelar, es que el cargo de vicepresidente es “un cupo de Honor Colorado” (sic). ¿De dónde salió semejante ocurrencia? En realidad, sencillamente significa que los congresistas decidieron claudicar de una potestad constitucional, sea por ignorancia, por pereza o por considerar que la presidencia de la República, a esta altura, no tiene mucha importancia.

Dada esta situación y ya que la tecnología le permite a una buena parte de la población de nuestro país expresar sus opiniones y preferencias, el TSJE o algunas organizaciones políticas y sociales pueden lanzar una votación para que otra mujer, que no haya participado en ninguna componenda política, sea la próxima presidenta.

Sería bueno que la historia recuerde, dentro de muchos años, que la primera mujer presidenta del Paraguay llegó al cargo no porque se le ocurrió a un presidente desprestigiado sino porque tuvo el apoyo que le dio la ciudadanía, aunque más no sea con sus votos a través de internet.

mcaceres@abc.com.py

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