Yo robo, tú robas, ellos nos roban

MADRID. Todo es cuestión de imaginación para poder sobrevivir. En algunos casos, más que sobrevivir se trata de supervivir, es decir de hacerlo como solo saben hacerlo los magnates. Descubrimos de pronto, no sin asombro, que ya no se trata solamente de Autores Paraguayos Asociados (APA) ni de esa organización no gubernamental cuyo nombre nunca he aprendido nada más que su acrónimo Opaci sino que ahora se le ha sumado otra entidad que no entro a juzgarla, sino que la sumo a aquellas cuyo funcionamiento no comprendo. Se trata de la Sociedad de Gestión de Productores Fonográficos del Paraguay.

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Desde días atrás sus inspectores han comenzado a recorrer las academias de danza de Asunción con la intención de cobrar unos derechos que dicen corresponderles. En las academias que abonaron lo que dichos inspectores decían, dejaron un formulario acreditando el pago. Allí se lee que ellos están autorizados “a gestionar en todo el territorio del país y recaudar los derechos de remuneración de los productores de fonogramas y artistas e intérpretes ejecutantes tanto nacionales como extranjeros por la comunicación al público de música fonograbada de acuerdo con lo establecido por la Ley 13227/98 de Derechos de Autor y Derechos Conexos”.

La primera duda que se me plantea es: ¿y entonces, qué es lo que cobra APA? ¿O es que existen varios tipos de derechos de autor sobre una música y nosotros no lo sabíamos? Algo así como los derechos del que escribe la letra, derecho del que escribe la música, derecho del que toca el pífano en la orquesta, derecho del que toca el ukelele, derecho del que toca el triángulo, derecho del que mueve los botones de los controles de la mesa de grabación. ¿Hay que pagarle a todos ellos? ¿Se tendrán que formar sociedades administradoras de los derechos de cada uno de esos “artistas e intérpretes ejecutantes”? Porque, después de todo, todos son intérpretes, todos son ejecutantes.

Así las cosas, se me ocurre que yo podría crear la Sociedad de Gestión de Productores de Imágenes del Paraguay y enviar a mis inspectores a todos los periódicos, revistas, colegios, universidades, editoriales, librerías, a cobrar los derechos de los fotógrafos después de comprobar que todos esos medios “comunican al público imágenes a través de procesos fotográficos”. Admito que cometo una imprudencia al dar esta idea porque muy bien podría alguien, cualquiera, apoderarse de ella y ponerla en la práctica.

Me llama la atención, de manera muy especial, el celo que pone esta organización de productores fonográficos en ir a cobrar tales derechos a gente que se gana la vida, con mucho sacrificio, dedicándose a la enseñanza de generaciones de jóvenes mientras nunca he escuchado que hayan llevado –y que sigan llevando– una lucha sin cuartel contra los piratas que venden sus discos falsificados en todos los centros comerciales de la ciudad, incluyendo mueble exhibidor, equipo de sonido o pantalla de televisión para que el cliente pueda saber qué es lo que está comprando.

Con esta actitud agresiva y a todas luces arbitraria (a unos sí, a otros no) lo que se fomenta es que se multiplique la actividad ilegal, las grabaciones y las ventas de material falsificado porque el manejo que se hace del dinero que se nos quita, no es claro, no es trasparente. Y en casos como APA o bien Opaci, peor, es a todas luces manejado con entera discrecionalidad en beneficio del círculo áulico de sus directivos. No creo que nadie se niegue a pagar lo que se debe pagar por un servicio determinado, pero por favor, que alguien nos demuestre, de manera claramente fundamentada, que dicho pago corresponde, que es legal, y que el destino que se le da, es el correcto. Por el momento lo que se está haciendo, es poner en práctica el título de esta columna: “yo robo, tú robas, ellos nos roban”.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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