En qué consiste el dióxido de uranio

Argentina tiene dos centrales nucleares de potencia para generación de energía eléctrica, Atucha I y Embalse, además de otra en etapa final de puesta en operación, Atucha II, y un reactor Carem de 25 MW en construcción, todos los cuales utilizan como combustible uranio 235 (U235) enriquecido al 3,4%.

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De acuerdo con las explicaciones recibidas, el uranio en estado natural tiene una concentración de U235 de 0,71%. El primer paso tras la extracción del mineral es separar esa proporción del U238 mediante un procedimiento con ácido sulfúrico, con lo cual se produce algo conocido como “torta amarilla” o “yellow cake”, en forma de diuranato de amonio.

La torta amarilla debe ser convertida en dióxido de uranio, que es un polvo negro con cierto grado de radiactividad alfa, mediante un proceso de purificación con sustancias químicas convencionales tales como hidrógeno líquido, kerosene, metanol y otros.

Dioxitek produce dióxido de uranio, que consiste en U235 al 071% purificado, y adicionalmente una mezcla con “uranio levemente enriquecido” (LEU, por sus siglas en inglés) al 0,85%, y lo envía a una planta de Conuar SA en Ezeiza, provincia de Buenos Aires, que es una empresa del grupo privado Pérez Companc, con una participación del 33% de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Allí se completa el proceso de enriquecimiento y se fabrican las pastillas de uranio que alimentan los reactores.

Dioxitek comenzó a funcionar en 1982 con el nombre de Complejo Fabril Córdoba (CFC) y adquirió la denominación actual en 1997 por la creación de una figura administrativa nueva, donde el paquete accionario quedó 99% en manos de la CNEA y 1% en manos del gobierno de Mendoza, que en esa época tenía en funcionamiento minas de uranio en San Rafael, Sierra Pintada, hoy cerradas por presión de los productores y exportadores de vinos y frutas.

Actualmente, se importa el 100% de la torta amarilla, pero durante mucho tiempo CFC y Dioxitek recibieron mineral en planta para la elaboración del diuranato de amonio, por lo que se fueron acumulando grandes cantidades de residuos, cubiertos con sucesivas capas de tierra, en lo que se conoce como “El Chichón”, una colina artificial que, según algunos, emite radiaciones peligrosas, aunque otros aseguran que nunca por encima de los parámetros aceptados.

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