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La Cámara de Diputados retrocedió en su postura inicial y ayer a la tarde aprobó “reconsiderar” el proyecto de ley que busca dar impunidad a los legisladores para hacer uso indebido de influencias.
Aceptaron eliminar la atribución inconstitucional que le otorgaron al Tribunal Electoral y al Tribunal Superior de Justicia Electoral para definir la pérdida de investidura.
Sin embargo, se mantiene férreamente en exigir una sentencia firme de la justicia ordinaria como condición para expulsar a un legislador. Más de la mitad de los presentes ayer en sala votó para volver a dilatar la definición (ver la infografía).
La diputada Kattya González (PEN) calificó al autoblindaje como una absoluta indecencia y un insulto a la ciudadanía. “La Cámara se ha convertido en una verdadera vergüenza”, dijo.
Por su parte, Celeste Amarilla (PLRA) lamentó que la protección a legisladores procesados hace que a los ojos de la ciudadanía “todos los diputados son (seamos) una mierda”. Luego pidió al acusado Carlos Portillo (PLRA, efrainista) y al imputado Tomás Rivas (ANR, cartista) renunciar a sus bancas para dejar de desgastar al Congreso.
Salvo algunos defensores a ultranza, casi todos los legisladores reconocieron el peso del repudio de la ciudadanía indignada así como las amenazas del rechazo en el Senado y el veto del Poder Ejecutivo. La reconsideración tuvo 60 votos a favor. Sin embargo, se opusieron los liberales Portillo y Rodrigo Blanco así como los colorados Ever Noguera (Añetete) y los cartistas Néstor Ferrer y Hugo Ramírez.
La moción para definir de una vez una ley acorde a la Constitución fue puesta a consideración y, en una ajustada marcación de 30 contra 33 votos, ganó la propuesta de enviar el texto a comisiones para otro tratamiento sin fecha. En la práctica esto vuelve a alargar la protección a Portillo y Rivas, procesados.
Ramírez sostuvo que la ley de autoblindaje era más bien una “ley de paz” entre cartistas y abdistas. Noguera cuestionó a sus colegas por dejarse influenciar por los medios de comunicación y refirió que él no siente ninguna presión ciudadana ni escraches de indignados.
Anoche numerosos ciudadanos rodearon el Congreso al grito de “fuera corruptos”.