Quieren hacer santo de un obispo luchador

Virginio Torres Cantero (Vitoca), exlíder sindical formado en la Juventud Obrera Católica, creada por M. Ramón Bogarín Argaña, promueve con otros excamaradas la santificación de quien fuera obispo de Asunción y Misiones. En esta entrevista desgrana recuerdos del formador incansable de legiones de trabajadores y expone los fundamentos para que sea venerado en los altares.

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–Quieren hacer santo de monseñor Ramón Bogarín (primer obispo de Misiones, fallecido en 1976). ¿Hace milagros?

–La gente cuenta que hace milagros. No tenemos medios todavía para registrarlo. Estamos comenzando a tomar en serio. Su nombre y su recuerdo permanecen naturalmente en la memoria. La gente le reza. Los que nunca olvidamos ni lo olvidaremos somos los que crecimos en ética y espiritualidad cerca de él. Cada año peregrinamos hasta San Juan Bautista para llevarle nuestro testimonio.

–¿Quiénes son?

–Con Narciso Morínigo, un discípulo de él, del Centro Sanjuannino, con el apoyo del obispo de Misiones, monseñor Mario Melanio Medina, estamos en plena campaña los que integramos la Juventud Obrera Católica (JOC), el Movimiento Obrero Católico (MOC), la Acción Católica (AC) y las Ligas Agrarias Cristianas, perseguidos en nuestro tiempo, unos más y otros menos, por los mandamases de la dictadura, por el solo hecho de formar, de concientizar a la gente para su promoción social. Monseñor Bogarín es un paradigma, una bandera, símbolo de una generación de jefes de la Iglesia que prefirieron ponerse del lado de los humildes como monseñor Ismael Rolón, Aníbal Maricevich, Mons. Felipe Santiago Benítez y otros.... Son héroes de Iglesia a los que la gente les rinde culto espontáneamente en silencio con sus rezos y obran milagros.

–En El Salvador creció bastante el culto a monseñor (Óscar Arnulfo) Romero, el que fue asesinado cuando hacía misa.

–Monseñor Romero murió en la máxima expresión de su fe. “San Romero de América”, le dicen. Lo sentenciaron porque pidió a los policías y militares que hicieran prevalecer la ley de Dios que dice “no matarás”. El Papa está abriendo el proceso para su beatificación. En América Latina hubo muchos obispos valientes como Romero, como Bogarín, que terminaron martirizados. Está monseñor (Enrique) Angelelli (arzobispo de Córdoba). Lo mataron (también en 1976) porque osó investigar crímenes de la dictadura. En ese sentido, monseñor Bogarín fue un hombre valiente. Dio su vida por la promoción y la felicidad de los pobres y desamparados.

–¿Dio su vida, dice?

–Él fue un mártir. Nació en Ypacaraí el 30 de marzo de 1911. Su tío fue el primer arzobispo de Asunción, monseñor Sinforiano, un hombre íntegro también. Ramón Bogarín era muy inteligente. Prácticamente sabía de todo, desde medicina, hasta derecho, era un hábil comunicador. Estudió ingeniería en París y ahí encontró su vocación sacerdotal. De ahí nomás partió para Roma, donde se recibió sacerdote en 1938. Su hermano era Agustín, párroco de La Encarnación. Dicen que ellos son descendientes de San Roque González de Santa Cruz. Hay también un patriota Bogarín, caído con el Movimiento 14 de Mayo. Creo que fue sacerdote también.

–¿De dónde viene la Juventud Obrera Católica (JOC), el Movimiento Obrero Católico (MOC) y esas otras ramas que creó Bogarín?

–Cuando estudiaba en Roma le conoció al famoso padre belga José (Joseph) Cardijn, creador de la JOC y formó con esa denominación a las juventudes organizadas en Europa.

–Se trataba de contener al comunismo. Estaba de moda.

–El comunismo estaba fuerte. Cardijn fue varias veces preso por su activo compromiso con la clase trabajadora. Bogarín lo conoció y vino a aplicar aquí su método de evangelización.

–¿Cuál es el método?

–Ver, juzgar y actuar. Partir de la realidad concreta de la corrupción, los vicios, lo que vemos hoy a diario en nuestro país: niños de la calle, indígenas abandonados muriendo lentamente por causa de la droga y el vicio, familias enteras autodestruyéndose por la falta de formación cristiana y por la ignorancia que trae la pobreza. Entonces, abrimos la Biblia y nos preguntamos. ¿Qué haría Jesús ante estas realidades tan crudas? ¿Qué dice la doctrina? o sea el juzgar y luego actuar comprometiéndonos en una acción concreta.

–¿Qué acciones?

–No solo asistir a los más necesitados, sino quedarse al lado de ellos, formarlos, organizarlos para que ellos mismos preparen la liberación de sus miserias. Muchos quieren ver grandes milagros tangibles, como si estuviéramos ante un programa de televisión. El milagro va mucho más allá: que las mismas personas con sus familias sean propulsoras de su realización sobre la base de su fe cristiana.

–¿Cómo podían organizarse durante la dictadura?

–Nuestra formación fue práctica, sistemática. Cada militante tenía su propia biblioteca. Teníamos que exponer lo que leíamos. Manejábamos la parte social, económica, nuestro entorno, sin tener una formación académica. Hasta Paulo Freire (el educador y filósofo brasileño) aplicó el método de Cardijn. Nunca me olvido de aquella obra: “El coraje de vivir” (de Maxence Van Der Meersch). Era como una segunda Biblia. Nos daba una mística increíble para pelear por los desamparados.

–¿De qué se trataba?

–Un abogado que renuncia a su carrera brillante para ir a defender a los desheredados de un sistema social degradante. Recorre los barrios pobres, las fábricas y los hospitales para empaparse de las angustias de la gente para luego denunciar las injusticias. El libro es de 1940. Tenemos hasta un himno de la JOC: (canta) “Marchemos a la acción...”, “La voz de Cristo llama...”, todo eso nos enseñó Bogarín. Aprendí bastante cerca de Fulgencio Bareiro, Rodolfo Romero, Efigenio Fernández, Cecilio Ruiz Sánchez, Erasmo Fernández, Florencio Riveros, los hermanos Antar, Rodas, Rigoberto Gauto, Emigdio Colmán, Ángel Sauá, su asesor inolvidable, padre Catalino Osorio, tantos otros... Nos contaba don Emigdio los tormentos que sufría a manos del torturador Cáceres Spelt. Un día le golpearon mucho la planta de los pies y le ordenaron que trote con sus pies hinchados y ensangrentados. Contó que otra noche, en la oscuridad de su celda, los presos escuchaban en una radio portátil el relato de un partido de fútbol. De repente dieron paso a una noticia de último momento. Anunciaron que M. Bogarín había muerto.

–¿Cuándo fue eso?

–El 3 de setiembre de 1976. Nos dijo que se puso a llorar desconsoladamente. Era como si un santo que sufrió tanto padecimiento llorara por otro santo.

–Fue el año de las represiones más feroces.

–Hay una cantidad impresionante de nombres de presos políticos torturados, entre ellos mujeres, obreros, todos militantes de la JOC. Severo Rodas de Pedro Juan Caballero fue uno de nuestros mártires de las Ligas Agrarias. El principio de Cardijn era: “Salvemos el cuerpo y el alma. El cuerpo es el templo del Espíritu Santo”.

–Un sector de la Iglesia no estaba tan de acuerdo, porque se remarca mucho lo social y se olvida lo espiritual.

–Lo social es algo fundamental si queremos seguir la Doctrina Social de la Iglesia. Eso nos inculcaron. Eso hicimos. Por eso nos persiguieron tanto. Por eso tuvo tantos quebrantos monseñor Bogarín. Ese desgaste constante de tantos años lo llevaron con el tiempo a la muerte. Fue calumniado. Hasta algunos jefes de la Iglesia se distanciaron. Le crearon la Diócesis de Misiones para que se vaya de Asunción. Le culparon de la organización hasta del movimiento estudiantil en el 56. El Gobierno reprimía, apresaba y toturaba a cualquiera que protestaba. Monseñor denunciaba los abusos en sus homilías, en donde podía. La (represión de la) Pascua Dolorosa le afectó bastante. Murieron muchos (campesinos). No aguantó y murió de un ataque al corazón cuando cenaba. De eso se acordaba don Emigdio cuando le tomó esta noticia estando en la cárcel.

–Era polifacético.

–Fue mentor de los hombres intelectuales más lúcidos como Gustavo Gatti, Jerónimo Irala Burgos, Laureano Pelayo García, ejes de la gran Universidad Católica de tanto prestigio que hoy, desgraciadamente, está deteriorada. Con ellos era inconcebible esta comercialización de notas como se descubrió ahora. La universidad estaba en manos de los hombres más probos de la comunidad.

–¿En qué se desempeñó?

–En la década del sesenta fui presidente en la Inmaculada Concepción. Fui secretario y luego presidente del equipo nacional de la JOC. Fui secretario general del Sindicato de Empleados y Obreros de Comercio (SEOC). Era el único sindicato privado fuerte de la época, reconocido por el gobierno, fundado por Martiniano Capurro, Ruiz Sánchez, Aguilar, entre otros. Fui miembro del Consejo Ejecutivo del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC), la Central Nacional de Trabajadores (CNT), fundador del MIT (Movimiento Intersindical de Trabajadores). Nuestras asambleas del SEOC eran clandestinas para que los pyrague no se enteraran de lo que planeábamos hacer. El primer paro de Galería Pettirossi organizamos nosotros.

–¿Cómo fue?

–Fue a mediados de los ochenta. Les paramos a los coreanos y los chinos. Fue un éxito total. Explotaban en forma despiadada a las pobres empleadas de comercio. Les pagaban 12.000 guaraníes por 12, 13 horas de trabajo diario. Era la mitad del salario mínimo. La huelga fue un 25 de agosto de 1985. Eran muy valientes las empleadas de comercio. Los coreanos y chinos eran unos desalmados. Tenían controlados a los policías y a los inspectores del Trabajo. Las empleadas de comercio hoy siguen siendo explotadas, especialmente en los supermercados.

–Los sindicatos privados fueron desapareciendo. Los estatales son los más fuertes ahora.

–Estamos en el peor momento del sindicalismo. Es cierto. Los sindicatos fuertes son del Estado. Tienen privilegios inimaginables. Tienen cinco aguinaldos, beneficios por cualquier cosa. Y pensar que antes eran nuestros verdugos, especialmente los de Antelco, Puertos, Apal (la embotelladora de caña). Eran los garroteros.

–¿Qué pasos van a seguir para hacer santo de M. Bogarín?

–El primer milagro es la continuidad de sus enseñanzas a pesar del paso de los años. El próximo paso es que vamos a anotar en las parroquias para una oración por la pronta beatificación de monseñor Bogarín. Monseñor Medina ya incluye la oración en la misa. Es un proceso. Primero tiene que ser siervo, después venerable y después beato antes de llegar a santo. Chiquitunga, por ejemplo, es venerable. De sierva pasó a venerable.

–¿Por qué le dicen venerable?

–Porque está haciendo milagros. Ella fue monja carmelita, también militante de la Acción Católica. Brindó gran apoyo a la JOC. Chiquitunga es otra prueba de la profunda formación de los que estuvieron cerca de M. Bogarín, un santo formador de santos.

holazar@abc.com.py

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