Rubín recuerda la época dorada y los tiempos de represión

El único, el último de los mohicanos, Humberto Rubín hace un recuento de 50 años de vida de radio Ñandutí, testigo de los mejores momentos de la radiofonía paraguaya y sobreviviente de los duros años de la represión. En un balance de su rica historia, en esta entrevista, Rubín relata anécdotas de momentos inolvidables, de vicisitudes, pero hace hincapié en que hay que luchar, sin desfallecer porque a algún puerto vamos a llegar.

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–¿Cuándo empezó radio ñandutí?

–En el 62 con el coronel Pablo Rojas y Teófilo Escobar que venía de Buenos Aires.

–¿Cómo se introdujo usted en la radiofonía?

–Tenía entre 15 y 16 años. Con mi familia vinimos de Pilar. Yo nací en Pilar. Corrimos de la revolución del 47, de los enfrentamientos. Me acuerdo que mamá (Luisa Schwarzmann) ponía colchones en la puerta para que no atraviesen las balas.

–¿De dónde eran sus padres?

–Ellos se conocieron en Gualeguaychú.

–¿Eran argentinos?

–Papá era gringo, pero ya nacionalizado. Mi papá vino de muy chico de Ucrania. Mi mamá es de Resistencia. Arturo, Armando ya son de Asunción. Mi hermana Marta, que murió en Montevideo, también.

–Estuvo en la época dorada de la radio y también en la época represiva...

–Hasta teatro hice. Carlos Gómez vivía al costado de radio Guaraní, sobre Independencia Nacional y Primera Proyectada. “Vení pues conmigo. Nos falta un galancito”, me dijo, porque se había enfermado el que hacía ese papel. Creo que de ahí es esta foto (muestra) en 1952 en radio Guaraní, ZP5, donde también aparecen Víctor Raúl Lezcano, Celestino Álvarez, César Saccarello, Juan Bernabé Apodaca, Hermes Martínez, Agustín González, Herma Sosa Montanía, Juan Pablo Villalba y Arístides Rojas.

–¿Cuántos años tenía?

–Yo nací en el 35. Tenía 17. Yo empecé haciendo programas deportivos en radio Teleco. En el 54 fue ese incidente en que murió (Roberto L.) Petit (en la Central de Policía). Estábamos ensayando en el Municipal con Ernesto Báez. Escuchamos los tiroteos. Ernesto Báez le dijo a mamá que me mandara fuera del país. Le convenció. Le dijo que yo andaba gritando por ahí con otros jóvenes. “Le van a agarrar y le van a traer a su hijo muerto”, le dijo. Ernesto me dio 60 pesos oro para irme. Trabajé en radio Carve. Cuando volví me contrató el hermano de Teófilo Escobar, el teniente Wilfrido Escobar, para ser el presentador, animador de su hermano Teófilo.

–Era un cantante...

–Un cantante maravilloso, un duque. Era de la época de Samuel Aguayo en Buenos Aires. Su hermano era secretario de Pablo Rojas. Stroessner había cerrado radio Mariscal López. Wilfrido me propuso hacernos cargo de la radio. Apreciaba mis conocimientos de locución. Me llevó a hablar con Pablo Rojas. “Para qué quieren esa caja de manzanas”, preguntó. “Vamos a comprar una radio nueva”, dijo.

El embajador brasileño, Mario Palmeiro, aquel que hizo aquellas canciones paraguayas tan preciosas, como “Saudade” nos contactó con la fábrica de transmisores más grandes de Brasil. Conseguimos un crédito con él en el Banco do Brasil con la garantía del coronel Rojas. Tardamos en devolverle 4 años más o menos el dinero. Pasó el tiempo. A Teófilo no le interesó más la radio. Osvaldo Domínguez me ayudó con un préstamo a comprar su parte, en esa época unos 3 millones de guaraníes, y vine y me instalé aquí. Ajusté con un palo para apuntar hacia San Lorenzo, la planta transmisora. Comenzamos a salir al aire y cambiamos la historia completamente solos, a partir del 75. Ñandutí tuvo la mejor dupla de relatores deportivos con Ovidio Javier Talavera y Julio del Puerto. Paralizaban el país con sus relatos. Estaba Alejandro Ortiz Aquino “Chicle” con su “Camino al estadio”. Teníamos radioteatro...

–Después se vinieron los tiempos imborrables de la represión. ¿Cómo fue?

– Nos prohibieron hablar con Roa Bastos, con Laíno. Con ABC hicimos esas campañas sobre Itaipú. Se cerraba la radio unos cuantos días. Me llevaron preso 80 mil veces...

–¿Las interferencias fueron desde cuándo?

–En el 83 fue la primera vez que Montanaro cerró la radio. No me acuerdo cuándo fue que copié esa frase “podrán matar una rosa, dos y tres también, pero no podrán detener la primavera”, que me gustó mucho.

–¿De dónde copió?

–Era una inscripción que estaba en el Episcopado. “Armamentista de los espíritus”, decía Montanaro de mí. Cáceres Almada me trataba de “barbudo tenebroso” en La Voz del Coloradismo. “La radio de la calle del cementerio”, decía.

–La radio era más vulnerable que el diario...

–Me acuerdo que cuando clausuraron ABC, me llama Brítez Borges a las siete de la mañana. Entro. Parado como una momia me dice, jugando con los dedos: “Señor Rubín, ABC es un asunto cerrado. Usted ya debe olvidarse de este tema. Su libertad y la de su radio dependen de su silencio. ¿Me entendió?”. En esos días participábamos de las manifestaciones callejeras y gritábamos: “que se abra ABC, que se abra ABC...”.

–Y usted ¿qué le dijo?

– “Usted sabe bien que no me voy a callar”, le dije.

–Desde que se cerró ABC en el 84, la radio habrá sido una romería...

–Así como dice. Había que tomar la bandera. Era terrible. A nuestros anunciantes los extorsionaban. Me acuerdo de Martel, de Carrasco Stani. Este no sabía qué hacer. Montanaro le criticaba por anunciar “en esa radio contrera”. Tenía como 20 licitaciones pendientes para abastecer a dependencias del Estado. Estaba la Coca Cola. Había clientes que me pagaban a pesar de no salir su publicidad...

–Hubo anécdotas históricas...

–Me acuerdo de Alan Riding, de The New York Times. ¿Se acuerda? Sacó una foto cuando apedrearon la radio...

–¿En el 83?

–No me acuerdo. Fue cuando el comisario decía que el panel en nuestro teatro “Jacinto Herrera” no estaba prohibido, pero nadie podía entrar. Eso recogió New York Times y se reprodujo en la prensa extranjera. A mí no me dejaban salir del país. Yo no sé si Acero (Zuccolillo) pudo viajar a aquella jornada histórica por la democracia del Paraguay en Madrid. A partir de ahí nunca más pude viajar. Hasta llegaron a decir que yo inventaba a los discapacitados para hablar mal del Gobierno a través de Teletón. Me prohibieron hacer Teletón y arrancaron todos los afiches que había en la calle con mi foto y un niño símbolo...

–¿Llegó a descubrir cómo interferían la radio?

–Tenían un sistema. Entre la planta y los estudios ellos entraban en la misma frecuencia. Yo me hice el vivo y me fui a transmitir desde la planta transmisora de San Lorenzo. Pero el gobierno puso un transmisor en el parque Caballero, en la misma frecuencia de Ñandutí y salía en la misma sintonía, 1020. Ponían la musiquita: “jingle bells, jingle bells...” (la canción de Navidad) las 24 horas en la versión de Los Tres Sudamericanos. Era una cosa de terror.

–¿Cómo sobrevivió?

–Varios medios del exterior me dieron la corresponsalía. Después me salvó la National Endowment for Democracy (NED) de Estados Unidos (Fundación Nacional por la Democracia). Nos mandaron dinero por tres años hasta la reapertura. Hicieron lo mismo con el diario de Pedro Joaquín Chamorro en Nicaragua, hasta que lo mataron.

–¿Dónde estuvo usted cuando cayó Stroessner?

–En casa. Fueron dos amigos y me advirtieron. “Si fracasa esto, van a venir a buscarte”. Y bueno, llegó la hora. Con sorpresa escuché la proclama del general Rodríguez por (radio) Primero de Marzo. Nos pusimos todos eufóricos. Vine a la radio cuando se confirmó todo. Estaba conmigo Luli Andrada (el expresidente demócrata cristiano ya fallecido), mi compañero del alma... Fuimos al centro a festejar con todos. Yo gritaba. “¡Libres, libres!”. No se podía creer...

–Pasaron 50 años...

–No pensé que podía estar vivo todavía, por todo lo que pasé y también por las dos pruebas fuertes que tuve en mi salud...

–¿Cuáles?

–Uno fue un infarto y el otro un cáncer de pulmón. Me atendieron en el Sirio-
Libanés (de São Paulo). Honestamente no creí que iba a alcanzar estos 50 años. Estoy rodeado de mi familia, mis hijos, mis hijos no biológicos como suele decir Gloria por los que están trabajando acá. El que no está es Luisito que está en España. Después están todos. Qué más puedo pedir. Administrar una empresa familiar no es fácil. Gloria es el bastón más importante que tengo. Es extraordinaria, fuerte, dura...

–¿Cómo es posible mantenerse compitiendo en el sector privado, Gloria en el sector público?
–A veces con grandes despelotes, muchas veces sin hablarnos...

–¿Cuánto tiempo de matrimonio?

–La traje hace 50 años de Encarnación para ser locutora. Ya estaba casi separado de la mamá de Pelusa, Mariana y Luisito. Nuestra historia gira alrededor de la radio. Con ella tengo a Luli, Leo, Palo y Hugo. Somos siete, y 17 a 18 nietos. Algunos ya trabajan conmigo. Los hijos de Pelusa están trabajando conmigo espectacularmente.

–La radio, los radialistas son muy vulnerables en este país. O son absorbidos por el gobierno, por los políticos... Tienen vida efímera. Tal vez usted sea el único, el último de los mohicanos, que sigue en pie desde el principio...

–Lo único que puedo decir es que sufrimos mucho, pero nos recuperamos y hoy estamos demasiado bien. Nuestra popularidad no decreció pese a los avatares de la política. Yo atiendo a todos. Hasta a Stroessner lo llamé un día en su cumpleaños (a Brasilia). Me dijo: “yo inauguré su radio, Rubín. ¿Se acuerda?”, y yo le contesté: “y usted me cerró también”. Y ahí me cortó. Todo lo que me pasó me hace acordar de Steve Jobs. Estuve leyendo la biografía. El de Pepsi le echó de su empresa. Uno no sabe nunca hasta dónde puede llegar. Por eso les digo a los jóvenes: luchen, luchen, no desistan, enfrenten la vida que a algún puerto vamos a llegar.

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