Agromuni en San Ber, Ritual sabatino

Agromuni es la feria habilitada en la villa veraniega San Bernardino para promover la artesanía paraguaya y extranjera. Es un ritual que se repite todos los sábados en la plaza Bernardino Caballero; gastronomía de por medio, productos de belleza, y obras de artesanos que transmiten el arte y la cultura de sus pueblos.

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Desde hace cinco años se realiza la actividad llamada Agromuni en San Bernardino, ciudad distante a unos 50 km de Asunción por ruta 2. Cada edición muestra moda, productos de belleza, gastronomía nacional e internacional, productos de la granja, frutas, verduras, obras de artesanos; en fin, una expresión de la dinámica económica y productiva de varios sectores del interior del país, y de extranjeros asentados en la Cordillera y otros departamentos, como el Guairá, por ejemplo.

De hecho, fue el suizo Mike Bannholzer el responsable de esta iniciativa. Él llegó a nuestro país impactado por la belleza de nuestros paisajes, visto a través de un video en un canal alemán. “Soy jubilado y buscaba un lugar tranquilo, con clima agradable, donde vivir. Fue un video en el que mostraba todo el país: Ciudad del Este, Encarnación y otros lugares. El Paraguay es una belleza y quedé tan impresionado que tres días después ya estaba viajando para conocerlo. Estuve unos 10 días recorriendo; llegué a Altos y ahí hay un pequeño barrio que se llama Suiza del Norte, y me dije: ‘Este es mi lugar’, y aquí estoy muy feliz”, dice entre risas.

Desde su llegada al país, su interés fue colaborar e integrarse a la comunidad. “Un día, la persona que trabaja conmigo como capataz me preguntó qué podía hacer para mejorar su situación económica, y en la voluntad de ayudarle surgió la feria, como una forma de asistir también a otros para que puedan sumarse y generar ingresos. Me tomó seis meses concretar la idea. El exintendente Tati Zubizarreta ayudó mucho para lograr el proyecto”, refiere Bannholzer.

Idea que crece

La idea era vender frutas y verduras, panes artesanales, postres, bebidas, pero fue creciendo y hoy se suman personas de otras localidades.

Rosalío González viene desde la ciudad de Villarrica. Él se dedica al cincelado, es decir, realiza dibujos en el metal, en pavas, jarras, guampas, bombillas y otros utensilios. Es una técnica de orfebrería que consiste en transformar una lámina de metal en un bajorrelieve, dando golpes de martillo sobre un punzón llamado cincel. Con su habilidad, Rosalío produce una pieza artesanal única. “Aprendí (la técnica) con un amigo argentino que se dedicaba a esto”, cuenta mientras da golpes certeros.

Una vez comenzado el trabajo, no se puede cambiar de opinión, ya que la deformación del metal es irreversible. “Me salva la venta y es una ayuda. Vengo todos los sábados. Desde G. 30.000 ofrezco mis trabajos”, cuenta Rosalío.

Mike Bannholzer reafirma que los artesanos paraguayos “son verdaderos artistas”. Otras mesas muy visitadas son las de las verduras y frutas, al igual que la de los productos frescos de nuestro país y otros lares. Mario Ávalos es de J. Augusto Saldívar y oferta aguacates, zapallos, espinacas, cebollitas de verdeo; todo de su huerta. “Estamos todos los sábados. Sacamos de nuestra huerta para la feria”, expresa.

También hay vasos grabados con los nombres de países europeos. Exquisiteces extranjeras, maquillajes, velas, moda, libros, espacios destinados a las mascotas, panificados, carnes y embutidos. Además, el rubro de jardinería está presente, es decir, ventas de plantines florales y autóctonos.

Mercado de pulgas

La mesa de antigüedades tampoco falta en San Ber, pero en un día diferente. Celeste Núñez ofrece relojes antiguos funcionales de Austria, jarrones, esculturas antiguas de madera, objetos en bronce. “En el mercado de pulgas hay de todo, aunque a veces se nos complica un poco con el traslado, ya que se rompen algunas cosas, pero, de igual manera, es una actividad que nos gusta”, afirma.

Se realiza el primer domingo de cada mes. El anterior encuentro reunió a 177 expositores; todo un éxito. “Solo se paga por la mesa y la ocupación del espacio”, revela Bannholzer.

Todo lo recaudado se destina directamente a potenciar aún más la feria, o a asistir a sectores carenciados o necesitados. “En Pirayú, por ejemplo, fundamos un puesto de salud; en Ciervo Cúa, también. Si hace falta alguna reparación, ahí estamos; ayudamos a las escuelas. Esa es mi motivación: ayudar a la comunidad, mejorar la calidad de vida de los pobladores. Vivo en este país que me acogió muy bien y es mi forma de decirle gracias; es lo menos que puedo hacer”.

Las ferias comerciales urbanas son, ante todo, un lugar de intercambios comerciales, un espacio de interacción social, de encuentros y socialización. Pero, a su vez, ofrece a algunas personas un ámbito de trabajo particular. Todo esto es lo que se vive en San Bernardino. Allí llegan propios y extraños, quienes comparten charlas y, almuerzos de por medio, ofertan sus trabajos. Definitivamente, es un espacio de intercambios, pero no solo de mercancías, sino de historias, vivencias, códigos, costumbres, informaciones, ya que interactúan paraguayos, alemanes, franceses, suizos... “Se vive un ambiente muy lindo. Me gusta ver a la gente riendo, compartiendo, reuniéndose y ayudando. Están los feriantes tradicionales, los nuevos que se suman y los ocasionales. Todos comparten el mismo ámbito de trabajo. Estamos desde las 8:00 hasta las 13:00. Si llueve, no se suspende; trasladamos la actividad al tinglado de la municipalidad, que gentilmente ofrece sus instalaciones”.

Se percibe el ambiente de compraventa, se siente el aroma de la gastronomía, el murmullo de las charlas, el trabajo libre. Sin duda, Agromuni no solo es un espacio de compras y paseo, sino también, y primordialmente, de trabajo y socialización.

Por Nancy Duré Cáceres ndure@abc.com.py

Fotos ABC Color/Gustavo Báez

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