Agua que no has de beber...

Hablar del agua es hablar de vida. Para garantizar el futuro de este recurso, entre todos debemos participar de su cuidado. Así lo entiende Luis Duclos, quien dirige los trabajos estéticos y de limpieza de un tramo del arroyo San Miguel, que cruza su propiedad.

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Llegamos pasado el mediodía. A esa hora en la que el sol reverbera esplendorosamente sobre las aguas del arroyo. A la orilla, Luis Duclos aguarda para mostrar las mejoras que ha hecho con lo que poco tiempo atrás era un desaguadero. El cauce —otrora sucio, contaminado, plagado de basura— hoy es parte de un hermoso parque.

En realidad, Duclos siempre tuvo en mente limpiar y hermosear ese tramo del arroyo San Miguel, que cruza el predio del Complejo Textilia, pero por motivos económicos y, principalmente, falta de tiempo no lo había hecho antes. “Con unas pocas medidas, entre todos podemos hacer mucho. Es una lástima que no se pueda aprovechar este cauce tan lindo, debido a que la gente, cuando llueve y se forma el raudal, arroja sus desperdicios. No tiene conciencia de que está contaminando el agua”, comenta.

Duclos se encarga personalmente de dirigir y realizar, junto con los obreros, los trabajos estéticos y de construcción del arroyo desde hace un año. En medio del cauce edificó una pequeña presa, cuya caída —cuando llueve— disminuye la fuerza del agua. En días soleados, su sonido invita a la lectura o a disfrutar de la alfombra verde del cuidadosamente cortado pasto bajo los umbrosos árboles. Frondosos lapachos, eucaliptos y otras especies bordean la orilla junto a una variedad de plantas florales. Jazmines de todo tipo y otras variedades le dan el toque de color y aroma al lugar. Las paredes, tapizadas de campanitas azules, se reflejan en el espejo de las aguas llenas de inquietos pececitos.

Duclos realizó la limpieza del cauce hídrico, principalmente, porque le preocupaba el avanzado estado de contaminación, y para que los propietarios de los lugares por donde cruzan los arroyos tengan un ejemplo y vean lo que se puede hacer con lo que la gente considera una cloaca. “Con un poco de voluntad, uno puede convertir un vertedero en un parque”.

Resalta que la gente no tiene noción de la importancia de mantener la pureza del agua en esta época. De ahí lo fundamental de concienciar para que no se arroje desperdicios de ningún tipo. “Actuando de esa manera, no les estamos dejando nada a nuestros descendientes ni a nosotros mismos, porque cada vez será más rápido el deterioro. Hay muchísimos arroyos totalmente abandonados, tanto por los ciudadanos como por la Municipalidad, que tiene una gran responsabilidad y no la asume”.

El cauce, según los antiguos planos que están en poder de Duclos, se llamaba San Miguel. “Igual que la calle, que luego se denominó General Santos. Terminada la Guerra Grande, el Gobierno uruguayo, a cargo del general Máximo Santos, devolvió los trofeos de guerra en 1885. Es así que, en su homenaje, medio tramo de la arteria pasó a tomar su nombre y el otro, calle Uruguay”. Agrega que, de igual modo, como los trofeos vinieron en tren, la plaza ubicada frente a la estación, antiguamente San Francisco, pasó a llamarse Uruguaya.

Duclos cuenta que el arroyo luego comenzó a ser conocido como San Miguel Tujukua y desemboca en la bahía. “Es una pena que un arroyo tan antiguo esté tan contaminado por la desidia de la gente y de los encargados de su cuidado. ¡Algunos se bañan y hasta beben el agua!”.

El procedimiento que utiliza para la limpieza del arroyo es “manual”. “Cada tanto contratamos cuatro o cinco trabajadores que se meten al agua y lo limpian… Hasta que caiga la lluvia, se forme el raudal y arrojen los desperdicios. Y, nuevamente, volver a empezar”.

Muchos le dicen que no vale la pena, que la gente no lo merece, pero considera que es importante continuar manteniendo limpio el arroyo. “Aunque la mejor forma de conservarlo en buenas condiciones es no ensuciarlo con basura. No es nada del otro mundo. La solución es muy sencilla, no hace falta traer expertos extranjeros para lograrlo. Lo único que permito que arrojen son plantas, porque son biodegradables”.

Lo ideal, prosigue, es resaltar que otros pueden imitar este trabajo y se sumen a esta iniciativa, limpiando y hermoseando los arroyos. “Otros, tranquilamente, tapan con cemento el cauce. Priorizaron al automóvil, la máquina y no al ser humano”.

A la hora de partir, Luis Duclos se quedó en el mismo lugar en el cual nos recibió: a la orilla de “su arroyo”, contemplando su obra. Sabe que, en días más, días menos, lloverá.

mpalacios@abc.com.py

 

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