Bullying de profesores

¿Qué pasa cuando un docente abusa de su poder o autoridad y hostiga a un alumno o una alumna? Las agresiones más frecuentes suelen ser de tipo verbal, seguidas de las físicas y de índole social, como discriminación o rechazo. La sicóloga Sonia C. Espínola analiza el tema.

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“El acoso escolar por parte de profesores hacia estudiantes es doblemente agravado”, es lo primero que nos dice la sicóloga clínica Sonia Carolina Espínola y explica el porqué. “Si bien el bullying que se practica entre compañeros supone una relación de poder entre dominador y dominado, el problema se establece entre pares, entre dos de una misma condición. No ocurre lo mismo cuando se trata de un profesor/a hacia un alumno/a, ya que la relación de fuerzas es abismal y el docente es quien decide en una última instancia”, afirma.

Para Espínola es lamentable que un lugar donde una persona va a formarse, a incorporar conocimientos, a instruirse para poder progresar en la vida, muchas veces termina transformándose en una tortura. “A veces, en las instituciones educativas los niños y niñas o los alumnos reciben todo tipo de maltratos, lo que comúnmente se denomina como bullying, un término que está de moda últimamente”, dice.

¿Cuáles son las maneras concretas de acoso de un profesor hacia un alumno? Las agresiones más comunes suelen ser de tipo verbal. Las de índole social como la humillación en público frente a los compañeros, la discriminación, la burla, el desprecio o el trato desigual ante los demás, son otras formas. Las físicas también aparecen, mientras que los índices de acoso sexual son bajos.

Un caso palpable es el de una alumna de primaria de un colegio asunceno. “Mi hija sufrió todo tipo de humillaciones y nadie dijo nada hasta que la situación se tornó insostenible”, cuenta una acongojada madre. “A ella le enviaban al fondo de la clase, la humillaban innecesariamente delante de sus compañeros tratándola de boba y retrasada, cuando en realidad era la mejor alumna del grado. Inclusive, me llegaron a insinuar que mi hija estaba sufriendo abusos en la casa por parte de un adulto. Finalmente, se animaron y me alertaron de todo lo que mi hija sufría en el aula. Desesperada, busqué ayuda profesional; no acepté la ofrecida por la institución porque también me advirtieron que se podía maquillar los informes. El diagnóstico que me dieron fue depresión infantil a consecuencia de los maltratos sicológicos. Recibir una noticia así fue muy fuerte para toda la familia. No nos esperábamos que fuera a ser atacada en un lugar donde depositamos nuestra confianza para la educación de nuestra hija. Ella bajó de peso, tuvo gastritis nerviosa. Finalmente, la tuvimos que cambiar a otra institución educativa, donde se transformó completamente, ahora es una niña fuerte, de admirable fortaleza para superar lo que le tocó vivir en su niñez. Es una pena que palabras, en principio tan abstractas, que deberían ser la base y la clave de la buena educación, como empatía, comunicación, amabilidad, respeto, tranquilidad, comprensión, motivación, tengan que ser cambiadas por humillación, agresión, irrespeto, burla, discriminación, desprecio”, puntualiza la madre de la menor.

Espínola asegura que el comportamiento diferencial con unos y otros alumnos hace que la situación se torne mucho más grave de lo que parece en un sitio donde tendría que reinar la equidad, tal como menciona la madre de la menor en cuestión. “Algunos docentes abusan de su situación de poder, por una u otra razón, con relación a los alumnos tomados como 'blanco´ y estos, muchas veces, terminan sufriendo desa-probaciones en los exámenes sin causa visible; también trato distante, castigos hasta llegar a casos más graves como los de tipo sexual, alcanzando ribetes más altos como las amenazas de diferente índole. En todo esto tiene mucho que ver la conformación de identidad del docente acosador”, sostiene Espínola.

¿Y cuál es el perfil del agresor? Para la sicóloga clínica, el profesor que ejerce acoso suele ser una persona que traslada sus problemas cotidianos y sus frustraciones hacia su alumnado. “Tienen rasgos narcisistas, paranoides”, dice.

Menciona al reconocido autor en materia del bullying, Tim Field, quien trazó un perfil bastante convincente sobre las personas que tienen los rasgos mencionados. “Se autoconvencen de que tienen razón en su hostigamiento y de que su comportamiento es justo. Tienen sentimientos de inferioridad y fracaso; son incapaces de afrontar su incapacidad y para desviar la atención sobre sus limitaciones arremeten contra otros; son irresponsables e incompetentes”.

El miedo

En otro punto de la entrevista, Espínola expresa que los docentes que practican bullying sobre alumnos suelen actuar motivados por el miedo. “El miedo de perder el control de una clase, el miedo de ser agredidos por los jóvenes e incluso el miedo a ser dejados en ridículo por aquellos que se muestran talentosos e inteligentes. Lo más normal es que sean personas sin demasiada experiencia, formación ni preparación previa para tomar tamaña responsabilidad; es decir, la de educar a futuras generaciones”, explica.

Lo peor —continúa la profesional— es que la víctima puede ser, literalmente, cualquiera. “No necesariamente tiene que ser un alumno retraído o con problemas de sociabilidad. También puede ser alguien totalmente trabajador y estudioso, o aquel que se pasa armando 'revuelo´ o desorden, o el que se mantiene indiferente”.

Ahora bien, existe un problema más sobre este asunto y es que el acoso de profesor a alumno suele quedar impune y contar con mayor complicidad. “Pasa que, generalmente, los espectadores no suelen intervenir por temor”. Espínola trae a colación las investigaciones realizadas por las argentinas María Zysman y Flavia Sinigagliesi, quienes sostienen que los compañeros temen defender a la víctima por la posibilidad de pasar a ocupar su lugar. “Muchos se divierten ante la humillación de un compañero, también pueden sentir que el agresor hace aquello que ellos mismos no se animan. Se produce un contagio social que inhibe la ayuda e incluso fomenta la participación en los actos intimidatorios”.

¿Qué tipo de sanción recibirá el docente y otros que hayan incurrido en maltratos físicos y sicológicos en contra de estudiantes? En este punto interviene la abogada Fátima Flor de Buccini, con especialidad en derecho de niñez y adolescencia, por más de 20 años. Para esta profesional, egresada de la carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción, es importante que los padres escuchen a sus hijos sobre sus inquietudes a nivel escolar y ante el primer síntoma que no es normal en ellos, investiguen, pregunten a los compañeros, al profesor, y denunciar el hecho a la dirección del colegio, a la dirección correspondiente del Ministerio de Educación. “Lógicamente que ello supone asumir con responsabilidad nuestro rol de padres y no querer tampoco culpar al maestro por conductas que sabemos son de nuestros hijos y nada tienen que ver con el acoso escolar”, afirma.

Agrega que las autoridades de los colegios, ya sean públicos, privados o subvencionados, deben asumir su rol protagónico como educadores y realizar las investigaciones necesarias para llegar a la verdad y no mostrarse como que nada pasó y que ello no podría hacerlo el profesor de esta institución.

Insiste en que deben abocarse a la realización de una investigación en la cual se respete el derecho del denunciado y, de acuerdo a ello, aplicar las sanciones que correspondan, sea con apercibimientos, amonestaciones hasta la separación del cargo y, si el hecho amerita, poner a conocimiento de la autoridad judicial a tenor del preceptuado en el art. 134 del Código Penal y asegurar al niño o adolescente que no será más víctima de tales hechos.

Flor Buccini trabajó como docente por más de 20 años en escuelas públicas, privadas y subvencionadas. Actualmente, juntamente con los abogados Diego Doldán y Angelina Luna Pastore, forma parte de una asesoría denominada LEGALES.EDU, brindando asesoramiento a instituciones educativas sobre diversos temas que afectan y que se producen o puedan surgir en el ámbito educativo.

Reglas básicas

A menudo aparece la pregunta: ¿cómo lograr que algún niño se comporte mejor, cómo lograr que obedezca? No siempre hay soluciones para todos, cada niño o niña es una persona diferente y lo que ayuda a unos no sirve para otros. No obstante, hay unas reglas básicas de la educación, basadas en el respeto al niño como individuo, como persona de plenos derechos y que ningún padre, madre, maestro o educador debe pasar por alto jamás. Una de ellas es nunca faltar al respeto a un niño. Evitar por todos los medios gritar, insultar, amenazar, pegar, castigar, humillar o despreciar con gestos a los niños. Parece obvio, pero no es así. Es claro que no debemos gritar, insultar, amenazar, etc., a nuestros compañeros de trabajo, ni a nuestros amigos o familiares, ni al empleado del supermercado, porque sería una grave falta de respeto. Pero cuando se trata de un niño lo blanco se vuelve gris, y es que en el siglo XXI todavía tenemos una asignatura pendiente: el respeto a los niños como personas de pleno derecho que son. Ante una posible falta de respeto de un niño hacia nosotros, nunca olvidemos que el que está aprendiendo todavía es él y que nuestra respuesta coherente, tranquila y equilibrada será la clave de su aprendizaje.

Claro que también hay que hacerse respetar. No podemos educar con respeto si permitimos las faltas de respeto del niño. Nuestro ejemplo es fundamental, por supuesto, pero no suficiente. Si ante las faltas de respeto del niño nos mostramos impasibles, incluso sonrientes, los enojos van a ir en aumento y vamos a lograr un niño tirano e irrespetuoso que vive respetado, pero que no aprendió a devolver lo que recibe. Si un niño nos insulta o pega debemos mostrar nuestros sentimientos de forma sana y natural exigiendo respeto también de su parte.

La empatía también es otra de las reglas básicas. Para que exista una comunicación eficaz es necesario que el receptor comprenda el mensaje (el adulto debe adaptar su mensaje a la mentalidad del niño) y que exista reciprocidad (el adulto también debe escuchar los mensajes del niño y comprender). Con frecuencia, la falta de empatía hace que no tengamos en cuenta cómo es, qué necesita y por qué actúa así la persona que tenemos delante. Finalmente, podemos decir que el el docente debe tratar a todos sus alumnos por igual y no menospreciarlos, aunque sus capacidades sean diferentes a las del resto. Se supone que es portador de valores, en un ejemplo de a seguir.

Agradecimientos: Profesora: Gaby Mallorquín para On Managemnet. Adolescente: Diego Palmerola para On Management. Niña: Emma Rodríguez Báez, para Sight Talent. Pizarrón, cuadernos, mochilas y regla (Unicentro-Palma).

ndure@abc.com.py 

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