“Cada día es un regalo”

Don Luis Aníbal Cabello Cetrini tiene 101 años recién cumplidos y bien puestos. En los jardines de la casa de unos de sus hijos, hizo un recuento de su vida, miró al pasado y rememoró acontecimientos gratos e ingratos que le sucedieron. Las emociones fueron la constante de una amena charla.

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Sentado en los jardines de la casa de unos de sus hijos, don Luis Aníbal Cabello Cetrini recibió a ABC Revista de impecable traje, sonriente ante nuestra llegada. “Hace tiempo que no se viste así”, expresa su hijo Juan Cabello. La ocasión merecía tal elegancia, pues hablaría de su vida dedicada al trabajo y la familia en forma sostenida e incansable; una vida llena de sabiduría, y de su cumpleaños número 101.

Nació en el año 1913, en el hogar del matrimonio conformado por José Cabello y Águeda Cetrini. “Mis padres eran personas muy trabajadoras y conocidas por su honestidad acrisolada”, cuenta don Luis. “Recibí de ellos, al igual que mis dos hermanos: Óscar y Josefina, mucho amor, tiernos cuidados y una sólida educación para ser personas de bien y útiles a sus semejantes”, agrega.

Su padre fue despachante de aduana, dedicado exclusivamente a la firma comercial Federico Krauch SA, la más importante de la época en importación de tejidos, maquinarias, y en exportación de distintos productos, como tabaco, esencia de petit grain, cueros y otros. “Tuvo también participación en la redacción de la primera tarifa arancelaria aduanera y gracias a su honradez y eficiencia, obtuvo el cargo de apoderado general de la firma”, dice con orgullo al referirse a su padre.

Don Luis estudió en el colegio salesiano Monseñor Lasagna y, más tarde, en la escuela de comercio Jorge López Moreira, donde se recibió de contador. Pero sobrevinieron tiempos difíciles, y una penosa y costosa enfermedad apagó la vida de su padre, por lo que tuvo que asumir, junto con su hermano, las riendas de la casa. “Tuvimos que vender el negocio familiar, incluso las joyas de mi madre, para poder salir adelante. Tenía 17 años y mi hermano Óscar, 15, aun así salimos adelante y mantuvimos una vida digna y decente”.

Don Luis tenía esa tenacidad y dedicación, legado de su padre; así que no tardó en ingresar al Banco Germánico de la América del Sur. Recuerda también con especial cariño al Dr. Telmo Manuel Aquino, amigo de su padre, de la familia, quien colaboró para que encontrara su lugar profesional en la entidad bancaria. 

Tanta era su dedicación que, un día, hasta cayó desvanecido en la calle producto de los esfuerzos. Pero finalmente tuvo su recompensa. Con los años fue logrando éxitos profesionales. A los 49 años obtuvo la jubilación bancaria, y durante ese periodo llegó a ser miembro del consejo directivo de la Caja de Jubilaciones y Pensiones Bancarias del país. Luego buscó dedicarse exclusivamente a su profesión, la de contador, y demostró sus habilidades en firmas como Industrial Carlos Ardissone Sociedad en Comandita, Ganadera Santa Arsenia SA, Ganadera Santa Catalina SA. También administró el Arzobispado de Asunción, siendo administrador general de todos sus bienes y depositario de la confianza del máximo estamento clerical como el monseñor Aníbal Mena Porta y también el monseñor Ismael Rolón. Asimismo, tiene historia en los medios de comunicación. Fue cofundador y director de  Televisión Cerro Corá, Canal 9. Muchos son los recuerdos que afloran en su mente y se muestra emocionado, sobre todo, al hablar de su esposa Albi. “Es un pasaje trascendental y añorado de mi vida, guardado en lo más profundo de mi corazón”, afirma y guarda silencio. La emoción no lo deja continuar. Don Luis descansa unos minutos antes de seguir relatando su historia de amor. “Era bella, de unos deslumbrantes ojos verdes. La conocí montada en un brioso corcel blanco... inesperadamente apareció en mi camino, en el lejano paraje de las Misiones de nombre San Luis”, expresa como recitando un poema.

Esa misteriosa dama, de deslumbrantes ojos verdes, llamada cariñosamente Albi, desde el año 1940 formó parte de su vida, sin apartarse nunca de su lado. “Yo estaba gozando de unas vacaciones en ese hermoso lugar, en la casa de un familiar, mi primo Fidel Cetrini, quien tenía una posada y ella se desempeñaba como directora de un colegio”, relata en otro momento.

Siete años después, se convirtieron en padres, primero de Luis Aníbal, luego de María Rosalba, Juan Manuel y María Teresa. “Hoy tengo la suerte de tenerlos aquí conmigo, acompañados de sus respectivas familias, aunque una de mis hijas, María Teresa, formó familia muy lejos, en los Estados Unidos”. Claro que para su cumpleaños número 101, don Luis reunió a toda la familia: hijos, nietos y bisnietos en un encuentro alegre, celebrando la vida. “Es lindo recordar el pasado”, afirma don Luis. Ese pasado que sabe de cariño, trabajo, familia, guerra. Porque también le cupo vivir los sinsabores de la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia. Pero sobrevivió, y hoy se encuentra sano y fuerte. Se levanta todos los días a las 09:30, aproximadamente; desayuna y luego camina con ayuda de una silla especial. “Estoy bien, muy sano. Le agradezco a Dios por todo lo vivido. Cada día es un regalo”, asevera sereno y sonriente en el jardín de la casa, aprovechando el hermoso día soleado de esta época invernal. Don Luis casi no se enferma. Pero, eso sí, no se priva de un rico asado o un caldo de gallina. Está claro que no hay una poción mágica. Hay una vida llena de afectos, cuidados y una conciencia tranquila de las cosas bien hechas. ¡Celebra la vida!    

ndure@abc.com.py 

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