Chicová, el Soldado Desconocido

Todos los mausoleos dedicados a los héroes en cualquier parte del mundo tienen la tumba del Soldado Desconocido. Cuando se inauguró el Panteón Nacional de los Héroes, en 1936, surgió la incógnita: “¿A quién le ponemos en la urna?”. El Cnel. Rafael Franco dijo: “Pegueru chéve Chicová-pe”.

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En los tiempos dorados de Trinidad, a principios del siglo XX, su centro histórico –la plaza Carancho– incluía en las adyacencias al Mercado Municipal y la matadería con su corralón.

El paraje asunceno presentaba un verdadero ajetreo entre los viajes del tren y los troperos que llegaban con sus manadas. Cerdos y vacunos eran traídos sin cesar para suministrar en parte a la Liebig’s, toda la capital y las fábricas de embutidos de los Mutti y Bacigalupo, destacadas familias de la zona. Luego, los vaqueros compartían una ronda en el Rincón Alegre, frente a una de las viejas casonas de Madame Lynch, ubicada en Tapuá y Primer Presidente.

En Vía Férrea y Cañada, hoy avda. Molas López, se fundó el club Rubio Ñu, el 24 de agosto de 1913. “Fuimos nosotros los que les pusimos Kure Luque a los luqueños, porque venían en el tren trayendo muchos cerdos todos los días. Entonces, ellos nos llamaron Los Chureros a los de Rubio Ñu, porque aquí estaba la Tablada”, relata Miguel Ángel Vallovera, un vecino del lugar, quien guarda los mejores recuerdos del héroe.

Rafael Franco era entonces un joven muy querido. Vivía a una cuadra del club que, más adelante, él dispondría que se instalara en el corralón de la vieja matadería después de la Guerra del Chaco. Uno de sus hermanos, Manuel Franco, se casó con Luisa Cañisá y así se formó una gran familia: Franco-Cañisá.

Cuando los jóvenes del barrio fundaron el club Rubio Ñu, apenas tenían entre 15 y 17 años; entre ellos, Rafael Franco (nacido en 1896), Víctor Ferreira, Juan Díaz León, Pablo Laconich, Críspulo Jara Román, Eloy Jara, Manuel Bernie, Angel Benítez y otros, según cita la Arq. Selva Álvarez, investigadora de la historia de Trinidad. Como eran todos de muy corta edad, no encontraron mejor solución que poner de presidente del club al comisario local, Vicente Silveira.

Rafael Franco era un gran deportista y jugaba con el n.° 5 de half centro con su compañero de infancia Francisco Estigarribia, conocido como Chicová, quien jugaba con el n.° 2. Precisamente, Chicová es diminutivo de “Chico Valé”, como se lo conocía a Estigarribia, por su habilidad en desollar las reses en la Tablada.

Ese chico tan valiente que demostró tanta destreza en sus quehaceres laborales de la matadería, como en la contienda chaqueña, es nada menos que el Soldado Desconocido.

¿Cómo se dio este hecho? “Mucho tiempo antes de que se divulgara el nombre y Carlos María Troche saliera con su libro, en el que ya se develó quién era el que ocupa hoy la tumba del Soldado Desconocido, yo le decía a mi padre que había que darle conocimiento sobre ello a la gente, porque era un ciudadano de Trinidad y más aún porque jugaba en el club Rubio Ñu, y nosotros somos fanáticos y tenemos el gen del Rubio Ñu metido en los tuétanos”, afirma el Dr. Carlos María Paz Jara Sánchez, hijo del mayor (PAM) Isidoro Jara Cardozo, el mítico Chicorosky.

Pero este le respondía: “¡Jamás! Es un secreto absoluto con el que nos hemos comprometido con el Cnel. Rafael Franco. No podemos develar, porque sería traicionar la sangre de tantos jóvenes que se inmolaron por la patria”.

Finalmente, el secreto salió a luz muchos años después de que muriera Chicoró. La tradición oral pesó mucho en esto.

En 1936, el Cnel. Rafael Franco llegó a la presidencia de la República por los avatares de la política y sus edecanes, entre ellos Vicente Machuca, quienes se encargaron de inspeccionar la obra de conclusión del Panteón Nacional de los Héroes para su inauguración, el 12 de octubre de ese año, preparaban el gran acto.

El Cnel. Rafael Franco fue “el hombre que reinvindicó el sacrosanto nombre de nuestro héroe máximo, el mariscal Francisco Solano Lopez”, recuerda Jara Sánchez.

Y sigue el relato señalando que Machuca le dijo en guaraní a Franco —quien hablaba con un tono muy “sublime, muy juky”, y lo afirma como un testigo calificado “porque le cebaba su tereré aquí y, en ocasiones, un vino de honor que compartía con mi papá, Chicoró—”.

—Excelencia, ndaikatúi ñainaugura kóa, porque ofalta chupe alguna cosa.

Y Franco, quien usaba mucho la palabra mitã, se dio la vuelta y le dijo: —Mba’e ofalta nde mitã.

Faltaba la tumba del Soldado Desconocido, que existe en cualquier monumento histórico de todas las sociedades civilizadas.

—Rereko razón, nde mitã. Eru chéve pe teléfono. 

Entonces, le trajeron al coronel uno de esos teléfonos a magneto y agregó: —Peme’ẽ chéve Chicoro-ndive.

El mayor Isidoro Jara Cardozo estaba como comandante de la Fuerza Aérea en Concepción, preparando efectivos y la flota, porque Bolivia no había desmovilizado todas sus tropas y estaba con intenciones de reiniciar la actividad bélica en cualquier momento, recuerda el hijo.

Ya en el teléfono, Franco le dijo a Chicorosky: —Ne mandu’ápa moõpa ñañoty Chicová-pe. Rerúta chéve ko’ápe ha ñamoingeta Panteón de los Héroes-pe, en la tumba del Soldado Desconocido.

“Mi padre va a Boquerón porque con sus camaradas conocían muy bien la tumba en la que lo enterraron a Francisco Estigarribia, quien llegó a cabo primero”, cuenta.

Inmediatamente agrega: “Francisco Estigarribia era un ciudadano de Trinidad, compañero y amigo de niñez y adolescencia del Cnel. Rafael Franco. Jugaron juntos en el Rubio Ñu. Era su compañero en la escuela, su amigo y militó en su campamento en Boquerón. Y el 23 de setiembre de 1932, a pocos días de la victoria, murió Francisco Estigarribia en el asalto a la famosa Punta Brava, ofreciéndose como voluntario para tomar las piezas de ametralladora. Pasó a degüello a sus pieceros, pero quedó muerto”.

Siguiendo el testimonio del Dr. Carlos Jara Sánchez, cuando Franco pregunta: “Moõ oime Chicová”. Le habían dado la noticia triste. “Él estaba tapado con su poncho como una de las pesadas cargas, vida joven truncada que cayó por el profundo amor que tenían los paraguayos por la patria. Cuando Franco lo ve, se arrodilla y le acaricia la frente y el pelo. Yo le escuché a mi padre decir: ‘La conversación que tuvo Franco con su amigo se lo llevó el silencio’. Profunda comunicación. Se levanta Franco y le dice a sus hombres: ‘Peñotỹta chéve Chicová-pe ko’ápe’”, indicando el lugar exacto.

Jara Sánchez aclara que es un error involuntario que en el libro de la Historia del Fútbol Paraguayo se haya dicho que Francisco Estigarribia fue enterrado debajo de un timbó, que no es frecuente en el Chaco, pero el guayacán sí, puesto que los paraguayos usaban como cobertor, para protección de los fusiles en las trincheras.

“Fue así que a Chicová se lo enterró debajo de un guayacán y se marcó la tumba, porque quizás el Cnel. Franco alguna vez pensaba traerlo para devolvérselo a su familia, que él la visitaba con frecuencia. Jamás pensó que lo iba a traer a ocupar hoy la tumba del Soldado Desconocido, pero eso es exactamente el relato de sus protagonistas de ese hecho. Y mi padre cumplió esa orden, fue a Boquerón y lo trajo”.

En sus tertulias, el mayor Isidoro Jara refería a sus camaradas esta historia y apuntaba que el cuerpo de Chicová fue exhumado en 1936, cuatro años después de morir. Habitualmente, a los soldados paraguayos caídos se los liaba con su poncho y se los enterraba, pero por orden de Franco lo habían puesto en un cajón hecho del embalaje de los proyectiles. “El cuerpo de Francisco Estigarribia estaba seco por el terreno del Chaco. Le pesó mucho a mi padre, como también lo conocía bien. Él lo trajo y todo el vuelo lo incomodó la presencia de su amigo”, sostiene.

El 14 de setiembre de 1936, el Cnel. Rafael Franco firmó el decreto n.° 4834, que en su artículo primero establece: “Desígnase con el nombre de Panteón Nacional el monumento expresado y destínasele en tal carácter a conservar los restos de los próceres beneméritos de la nación que se hicieron merecedores de la gratitud de la posteridad por sus virtudes excepcionales al servicio de la patria”.

En los siguientes artículos dispuso que se depositen allí los restos del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, don Carlos A. López y el mariscal Francisco Solano López. En el quinto estableció: “Deposítense, asimismo, en el Panteón referido los restos de un Soldado Paraguayo caído en defensa de la soberanía y la integridad nacional en la Guerra del Chaco de 1932-35”.

El documento nos fue proveído por Federico Franco Cañisá, sobrino de Rafael Franco e hijo del mayor Manuel Franco y Luisa Cañisá.

Recuerda que los Franco Ojeda eran cuatro hermanos: Rafael, Manuel, Luis Adolfo y Mercedes. Rafael nació en pleno centro de Asunción, pero a la edad de un año y medio se trasladaron a Trinidad porque su padre, Federico Franco, fue nombrado como profesor de Matemáticas en la Escuela de Agronomía que dirigía el sabio Moisés Bertoni, en el hoy Jardín Botánico, a instancias del presidente Eligio Ayala, tras jubilarse del Correo Central.

La casa de estilo colonial con corredor se mantiene en pie sobre la calle Tapuá, y se la empezó a construir en 1898 y terminó en 1901, recuerda Federico Franco Cañisá, sobrino del Cnel. Rafael Franco.

“Mi abuelo materno fue don José Cañisá y mi madre vivía en frente, por tanto a mi papá no le costó mucho seducirla y visitarla”, dice con humor y menciona que la casa “guarda los mejores recuerdos de infancia, con el cercano club Rubio Ñu, adonde íbamos con mi papá todos los domingos”. Tanto los Franco como los Cañisá eran fanáticos del club, cuyo emblema verde cuentan fue el mismo que tomó el Cnel. Rafael Franco al fundar el Partido Febrerista.

La casa -prosigue- era un sitio en el que se hacían no solamente las reuniones familiares, sino constantes encuentros de líderes y políticos, como Efraím Cardozo, el Dr. Fernández, el Dr. Caballero Gatti, Roque Gaona, el Cap. Speratti, Francisco Sánchez Palacios y el Dr. Rivarola Matto.

Federico Franco Cañisá cuenta que su tío Rafael estuvo en el exilio y regresó en 1965, instalándose nuevamente en la casa familiar. Sin embargo, cuando murió su hermano Manuel, el 18 de enero de 1969, él decidió mudarse a un departamento alquilado de la familia Velilla Laconich, sobre la calle Alberdi. Los Laconich eran trinidenses, parientes políticos del Cnel. Rafael Franco, y habían donado la plaza Héroes del Chaco ubicada sobre la avda. Santísima Trinidad.

Miguel Ángel Vallovera remueve sus recuerdos: “Al Cnel. Franco lo volví a ver en el centro de Asunción, ya viejito, en un restaurante que estaba en Estrella y 14 de Mayo. Iba siempre allí a tomar un jugo. Había un guardia que lo custodiaba y un día le pedí permiso para hablar con él, le dije que era amigo de mi padre. El guardia me respondió que podía acercarme, pero que lo estaba cuidando por orden del general Alfredo Stroessner”.

Vallovera se presentó como el hijo del trinidense Eloy Vallovera y quedó maravillado al escuchar la anécdota que nunca olvida de boca del Cnel Franco: “Cuando tomó el poder en 1936, tras la revuelta, su hermano le dijo: ‘¿Qué vamos a hacer con Vallovera, que es liberal?’. Pero él respondió: ‘No lo toquen a Vallovera porque es muy gaucho, tiene muchas mujeres’”.

Asegura que el Cnel. Rafael Franco era muy querido y lo pinta como un hombre “muy humilde que vivía en un garage, habiendo sido héroe invicto de la Guerra del Chaco, sin que haya perdido una sola batalla, tras haber cruzado el río Parapití y llegara hasta las estribaciones andinas”.

pgomez@abc.com.py

Fotos: ABC Color/ Pedro González/Archivo/Gentileza.

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