CITAS & HECHOS

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Martin Luther King (1929-1968) Religioso estadounidense.

“Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.

Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español.

“Todos los que parecen estúpidos lo son y, además, también lo son la mitad de los que no lo parecen”.

Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.

“Contra la estupidez hasta los dioses luchan en vano”.

Isaac Asimov (1920-1992) Escritor y bioquímico estadounidense.

“El hombre más irremediablemente estúpido es aquel que ignora su sabiduría”.

Y la culpa fue de la etiqueta...

En 1598, con el ascenso al trono de Felipe III (Madrid, 1578-1621), rey de España y Portugal, y único hijo varón que sobrevivió a Felipe II, se interrumpió la estirpe de reyes españoles que gobernaron sin necesidad de delegar en validos o favoritos. Felipe III fue un gobernante que no se destacó por su inteligencia y demostró muy poco interés en los asuntos de Estado, pues carecía de la formación adecuada para ello, debido a sus constantes problemas de salud. 

La abulia del rey fue aprovechada, como nadie, durante casi dos décadas por Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma. Para colmo, el rey desarrolló una fuerte adición a los juegos. Jugando a las cartas, perdió grandes sumas de dinero ante importantes cortesanos, entre ellos el propio duque de Lerma. Con el fallecimiento de su esposa en 1611, la reina Margarita de Austria-Estiria, quien supo poner, freno a los que ambicionaban utilizar al rey como mero títere, las luchas por hacerse con el control del reino se intensificaron entre el duque de Lerma y el confesor Luis de Aliaga. Felipe III solo se limitó a observar la pulseada sin tomar partido por ninguno.

A propósito, la etiqueta de la corte de los Austrias era muy rígida y fue la causa –según lo sugería el embajador de Francia, marqués de Basompierre– de la muerte del rey Felipe III una década después que su esposa –a la que no había buscado remplazo, ni en la cama ni en el altar–, a los 43 años. El invierno de 1621 fue muy frío y en el despacho del rey se colocó un gran brasero. Felipe, que padecía de fiebre, recibía en el rostro el fuerte calor del brasero, lo cual le hacía sudar y le sofocaba. En realidad, el rey murió de escarlatina, pero esto no impidió a Basompierre asegurar que la culpa de la muerte fue la etiqueta. El marqués de Tovar pidió al duque de Alba que retirase el brasero del cuarto real. Pero Alba respondió que no podía hacerlo porque ese servicio correspondía al duque de Uceda. Mandaron buscar a este último, pero había salido del palacio. Tardó en volver y el calor del brasero provocó la sofocación del monarca.

(*) Fuentes:

http://www.biografiasyvidas.com/

http://proverbia.net

Recopilación:  mpalacios@abc.com.py

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