Cortázar: Entre cronopios y rayuelas

“Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo”, afirmaba uno de los escritores más importantes de la literatura del siglo XX, Julio Cortázar. En el centenario de su nacimiento, este 2014, indudablemente, es su año.

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Considerado uno de los escritores más importantes de la literatura argentina del siglo XX y máximo referente del boom latinoamericano, su vida y sus obras son como Rayuela, su libro cumbre; deambulando entre Bruselas, donde nació el 26 de agosto de 1914 —su padre era un funcionario de la Embajada de Argentina en Bélgica—, Suiza, Barcelona, Argentina, su infancia en Banfield, en el sur del Gran Buenos Aires, varias ciudades del interior —donde ejerció la docencia—, hasta que en 1951 se radicó definitivamente en París.

El álbum biográfico Cortázar de la A a la Z y el libro Clases de Literatura, Berkeley, 1980, compilados, el primero, por Aurora Bernárdez, viuda del escritor en coautoría con Carles Álvarez Garriga, quien también editó el segundo, nos acercan, relatado por el mismo Cortázar, su pensamiento sobre algunos tópicos de su vida. Por ejemplo, acerca de su nacimiento refiere: “Las circunstancias de mi nacimiento fueron nada extraordinarias, pero sí un tanto pintorescas porque fue un nacimiento que se produjo en Bruselas como podría haberse producido en Helsinki o Guatemala (…)”. *

Con el advenimiento de la Primera Guerra Mundial, su familia regresó a la Argentina. En Banfield, al sur de Buenos Aires, pasó su adolescencia. “Me veo a los veinte años envuelto en las telarañas del autodidactismo, mezclando la peor literatura con los primeros pantallazos sobrecogedores de Roberto Arlt, Dostoievski, Thomas Mann, saltos y recaídas de Amado Nervo a Rilke, de Pierre Loti a Aldous Huxley”. Hasta que una obra de Cocteau le cambió la vida. “(…) la lectura de su libro me abrió a una de las puertas que llevaban a vertiginosos paisajes”. *

Cortázar realizó estudios de Letras y de Magisterio y trabajó como docente en varias ciudades del interior de la Argentina. En 1951 se instaló en París, desde donde desarrolló una obra literaria única dentro de la lengua castellana, que lo hiciera referente del boom latinoamericano, pero a diferencia de sus colegas, los dos nobeles Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, no gozó de la fama y los privilegios de éxitos en venta que conlleva este premio y vivió con estrechez económica hasta el final. Sus ingresos provenían, además de la escritura y la docencia, principalmente, de traducciones. “Cuando no recibo bastante dinero por mis libros o discos, me voy de nuevo a traducir bodrios a la Unesco”.*

Berkeley

Siempre se había rehusado a enseñar en EE.UU., hasta que en 1980 accedió ir a la Universidad de Berkeley, por seis meses. “(…) tenía condiciones excelentes para trabajar poco y leer mucho”. Con una honradez única les confesó a sus alumnos: “Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando poco antes de que ustedes vengan aquí; no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones”. Y resume su estadía: “Mi curso en Berkeley fue excelente para mí y creo que para los estudiantes (…). En suma, que valía la pena y me divertí”. **

Escribir

Solía decir que no era un escritor convencional, de los que cumplen un plan y un horario, y que solo escribía cuando las ideas le caían “como cocos”. “Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades; las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana”.

Rayuela

“¿Encontraría a la Maga…?”. Cualquiera que haya leído la obra jamás podrá olvidar esta frase. Rayuela conmocionó el panorama literario de su tiempo y marcó un antes y un después dentro de la narrativa contemporánea, con una novela que lleva al lector a perderse en los laberintos de sus páginas entre la bohemia de París, los cuestionamientos existenciales de Oliveira, Morelli y una historia de amor.

Paradójicamente, medio siglo después, se ha convertido en todo un clásico. “A lo largo de unos cuantos años escribí Rayuela y en esa novela puse directamente todo lo que en ese momento podía poner en ese campo de búsqueda e interrogación. El personaje central es un hombre como cualquiera de nosotros, realmente un hombre muy común, no mediocre, pero sin nada que lo destaque especialmente; sin embargo, ese hombre tiene una especie de angustia permanente que lo obliga a interrogarse sobre algo más que su vida cotidiana y sus problemas cotidianos. Horacio Oliveira, el personaje de Rayuela, (…) es el hombre preocupado por elementos ontológicos que tocan al ser profundo del hombre (…), ya que él se preocupa de pensar cuál es su propio destino en tanto destino del hombre, pero todo se concentra en su propia persona, en su felicidad y su infelicidad”. **

Cronopios

“Esas historias de cronopios y de famas empezaron de una manera bastante misteriosa para mí, nunca he sabido cómo (…)” **, cuenta. Se originaron una noche en un teatro de París, cuando vio a “unos seres que se paseaban en el aire y eran como globos verdes. Yo los veía como globos verdes, pero con orejas, una figura un poco humana, pero no eran exactamente seres humanos”. ** Entonces les dio el nombre de cronopios, descartando así todo lo que haga referencia al tiempo.

Rebelde hasta el final, Cortázar nunca olvidó sus raíces ni su compromiso social. “(…) no estoy hablando tan solo del combate que todo intelectual puede librar en el terreno político, sino que hablo también y, sobre todo, de literatura, hablo de la conciencia del que escribe y del que lee, hablo de ese enlace a veces indefinible, pero siempre inequívoco que se da entre una literatura que no escamotea la realidad de su entorno y aquellos que se reconocen en ella como lectores (…). Solo cuando el escritor es capaz de operar ese enlace, que es su verdadero compromiso, y yo diría su razón de ser en nuestros días, solo entonces su trabajo puramente intelectual tendrá también sentido (…)”. ** Falleció en París el 12 de febrero de 1984. Treinta años después, sus obras siguen más vigentes que nunca y se han convertido en clásicos de la literatura universal.

Fuentes: Cortázar de la A a la Z *, de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga. Alfaguara, 2013.

Clases de Literatura, Berkeley, 1980 **, de Carles Álvarez Garriga. Alfaguara, 2013.
Agradecimientos: Prisa ediciones.

mpalacios@abc.com.py

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