El primer Mburuvicha Róga

La primera residencia oficial de un presidente constitucional del Paraguay fue la casa de don Carlos Antonio López, ubicada en diagonal a la Catedral de Asunción. El siglo XX la convirtió en escombros y abandonó el predio a su suerte. Se intentó reconstruirla, pero el proyecto duerme el sueño de los justos.

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“Al lado de la Catedral, de ella separada por el camino de hierro que va hasta la playa, está la casa que sirvió de residencia al dictador Carlos Antonio López y pertenece hoy a su viuda, doña Juana Carrillo, madre del actual presidente. Allí me hospedé durante el tiempo que estuve en Asunción (...)”, dice el emisario brasileño Francisco Ignacio Marcondes en su Viaje al Paraguay, en febrero y marzo de 1869, al describir la entonces residencia presidencial de don Carlos.

El texto lo recoge Manuel Martínez Domínguez (39), quien al asumir la dirección general del Ateneo Paraguayo, en el 2003, se había convertido en el presidente más joven de los ateneos del mundo iberoamericano.

Pianista, profesor superior en Educación Musical y licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Asunción, lideró un proyecto de reconstruir la —para su época— fastuosa residencia dentro de los actos conmemorativos del Bicentenario de la Independencia, en el 2011. Sin embargo, la idea no prosperó, pero en el Ateneo Paraguayo se conserva toda la documentación.

-Usted realizó una investigación sobre la casa de don Carlos A. López, ubicada en diagonal a la Catedral. ¿Qué descubrió?

-La investigación comenzó en el 2003 y me llevó a dar con el título de una propiedad que tenía el Ateneo por la cual cobraba un alquiler de G. 10.000. En ese momento me enteré que el inmueble era nada más y nada menos que aquel en el que estaba la Motorizada, de triste memoria, y se alquilaba a la Policía Nacional. Tan exiguo monto estuvo en vigor por 50 años, desde 1957 hasta el 2007, cuando luego de arduas negociaciones con las autoridades policiales y el Ministerio del Interior, y gracias a los buenos oficios de la diputada Olga Ferreira y la prensa, se firmó un nuevo canon de alquiler por 10 años, renovable anualmente, y con un arrendamiento más justo.

-¡Diez mil de alquiler durante 50 años!

-Afortunadamente, pudimos hacer valer los derechos del Ateneo, ya olvidados por nuestros inquilinos uniformados de entonces, con el título de propiedad y la ley del Congreso de la Nación y confirmación de dominio. Fue así que nos dimos cuenta de que estábamos hablando del mismo lugar en el que se levantó la casa presidencial de Carlos Antonio López. Allí profundicé las investigaciones y comprobé que, efectivamente, fue el sitio del primer Mburuvichá Róga constitucional sobre la calle El Paraguayo Independiente. La propiedad está dividida en dos fincas: la primera, la 7343, en la esquina que forman las calles El Paraguayo Independiente e Independencia Nacional; era un inmueble del Consejo Nacional de Educación y fue cedida a la institución por ley del 8 de junio de 1905 del Congreso de la República. La cesión se hizo a favor del entonces Instituto Paraguayo (antecesor del Ateneo). La segunda finca, la 377, tiene dos cuentas catastrales y es propiedad del Estado paraguayo.

-¿Cuál es la historia de la casa o bien, cómo fue que se instaló allí don Carlos?

-La propiedad le vino a don Carlos del lado de los Carrillo Viana, poderosa familia del patriciado paraguayo, cuando él se casó con Juana Pabla Carrillo y administró los bienes de su esposa. El viejo López la refaccionó e instaló allí su despacho presidencial, hacia la actual calle Nuestra Señora de la Asunción. Hacia el lado de Independencia Nacional, formando un ala al este, se encontraban las habitaciones y dependencias domésticas de la familia presidencial.

-¿Se sabe quién la construyó?, ¿existen datos o detalles arquitectónicos?

-Se construyó poco tiempo después de que Carlos A. López asumiera el consulado en 1842 y precisaba vivir en Asunción. El arquitecto, por lo menos en la primera fase de su construcción, fue Pascual Urdapilleta, el mismo que construyó la Catedral.

Según el artículo de Margarita Durán Estragó publicado por ABC Color el 30 de diciembre de 2012, “diez años después de la ampliación de su residencia (es decir, hacia 1855) y bajo la dirección de ingenieros y arquitectos venidos de Europa, don Carlos mandó construir pilares y levantar una segunda planta a modo de balcón a todo lo largo de la fachada; razón de ser de aquella notoria desproporción entre ambos niveles”.

No eran pilares, sino columnas. En número de 15, estas eran de estilo toscano. Recordemos que los pilares tienen fuste prismático, y las columnas, cilíndrico. No tenía segunda planta, sino solo una “balconada” cubierta a modo de mirador, sostenida por estas 15 columnas.

-¿Y por qué era desproporcionada la distribución de niveles?

-No existe desproporción alguna entre los niveles; al contrario, ya que condice con dos concepciones arquitectónicas que confluyen en el Paraguay. Por un lado, la tradición española de construir el segundo piso más bajo que el primero. Pongamos como ejemplos la antigua casa de los gobernadores, llamada Machaín Cué o el Cabildo de Pilar. Por otro lado, también condice con el Neoclasicismo, que de alguna forma llegó con atraso al Paraguay y reinterpretó construcciones de la antigüedad grecorromana; como ejemplo tenemos la fachada norte de la Stoa de Atalo, en Atenas, que pudo haber servido de inspiración para la residencia presidencial.

La casa tenía dos grandes puertas sobre El Paraguayo Independiente, las columnas estaban sobre podio, y toda la fachada —aprovechando la pendiente que baja desde el sur— estaba sobreelevada, lo que le daba un gran impacto visual. Tanto en el interior como en el exterior se hallaba pintada conforme a los estilos pompeyanos, tan en boga durante el Neoclasicismo gracias a los descubrimientos de Pompeya en el siglo XVIII. No obstante, estos elementos “modernos”, según el gusto de don Carlos, estaban apegados a patrones estilísticos coloniales.

Para su despacho, don Carlos había acondicionado el sector oeste de las habitaciones que daban sobre la calle El Paraguayo Independiente, con un pequeño saledizo sobre la calle de la Catedral, actual Nuestra Señora de la Asunción. En un grabado del libro de Du Graty vemos una comitiva oficial ingresando a su despacho por este sector, así como también se ve el “saledizo”, que no llega a formar un ala, en el plano que el ingeniero Chodasiewiez realizó en 1869.

-¿Cuánto tiempo vivió en esa casa la familia López Carrillo?

-La empezó a habitar hacia 1844, época de los últimos recibos de pago que hiciera el Ministerio de Hacienda de entonces, lo que hace suponer que ya empezó a habitarla. Como sus hijos nacieron en Manorá, Recoleta, el último de ellos, Benigno, en 1834, este era un chico de 10 años, y el futuro mariscal López, un teenager cuando habitaron la “casa nueva”. Carlos Antonio López vivió en esa residencia hasta acaecida su muerte, el 10 de setiembre de 1862; es decir, por casi 20 años. Según datos recogidos por Margarita Durán de El Semanario, sus restos fueron velados en esa casa particular. Luego de la misa de cuerpo presente en la Catedral, fueron trasladados hasta Ybyray (Trinidad), donde fue sepultado en el templo.

-Una lástima que se la haya demolido...

-La casa, al parecer, existió hasta 1905, año de cesión del inmueble por parte del Estado. Algunos sostienen que se demolió recién hacia 1912. Lo primero en derribarse fue justamente el despacho presidencial, en la esquina de Nuestra Señora de la Asunción y El Paraguayo Independiente, donde se estaba edificando una casa de dos plantas con grandes arcos. Luego, les tocó el turno al cuerpo central y la esquina con Independencia. La escritura a favor del Instituto Paraguayo, que se halla inscrita bajo el n.° 182 del folio 294 del 29 de diciembre de 1910, habla de los linderos de la propiedad y los “vecinos”; autoridades de la política de entonces, como doña Casiana E. de Báez, el Dr. Cecilio Báez, el Dr. Venancio V. López y don Juan G. González. Para 1917, ya la propiedad era un terreno liso y llano.

-¿Por qué el Instituto Paraguayo, luego Ateneo, no llegó a instalarse allí?

-En la posguerra, la casa pasó a ser propiedad del Consejo Nacional de Educación y, luego, por la mencionada ley del 8 de junio, del Ateneo, entonces llamado Instituto Paraguayo. Conforme al artículo 5, nuestra institución podía solicitar al Departamento Nacional de Ingenieros (antecedente del Ministerio de Obras Públicas) el concurso del Estado paraguayo para la refacción o mejoras en el inmueble. En virtud de ello es que, en octubre de 1917, el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Félix Paiva, puso la piedra fundamental para la construcción de la sede del Instituto, con planos del arquitecto Carlos Hoffer, pero no se llegó a realizar. En 1946, el gobierno de Higinio Morínigo encargó al arquitecto polaco Bruno Paprocky la construcción del más magnífico edificio de Asunción para sede del Ateneo, pero tampoco pudo realizarse a raíz de los sucesos del 47 (Guerra Civil del 47).

Diez años después, luego de alquilarse el inmueble a varios particulares, el Ateneo decidió hacerlo a la Policía Nacional; es así que, en 1957, el Dr. Juan Max Boettner, presidente de la institución, firmó el primer contrato con el entonces comandante Brítez.

-¿Qué pasó con el proyecto para restaurar la casa de don Carlos para el Bicentenario?

-Habíamos solicitado al entonces presidente Fernando Lugo y al vicepresidente Federico Franco para que el Ateneo reconstruya la casa de los López Carrillo para el Bicentenario patrio. Desde entonces, el caso quedó en la Procuraduría General de la Nación, sin que tengamos noticias hasta la fecha.

Con la reconstrucción, el Estado estaría reivindicando autos gubernativos anteriores en pro del Ateneo y la cultura paraguaya. Es crucial el lugar en el que el Ateneo, faro de la reconstrucción nacional, deberá alguna vez erigir su sede: la intersección del cardus y el decumanus de la ciudad de Asunción, frente a la Plaza Mayor, El Cabildo, la Bahía y la Catedral. El rescate de esta obra, lejos del “falso histórico” —acerca del cual podría hablar algún que otro arquitecto trasnochado—, estará en consonancia con planteamientos estéticos de la posmodernidad, como aquel que expone el filósofo contemporáneo Byul Chung Han o Hermann Guggiari, conspicuo miembro de nuestra institución, quien se había referido a este proyecto como una “escultura habitable”. ¿Acaso Dresde y Varsovia no fueron reconstruidas luego de la hecatombe?

-La idea sigue vigente...

-La residencia presidencial de don Carlos fue demolida, física y simbólicamente, por los gobiernos legionarios de principio del siglo XX. Sus actores, entonces, formaban parte de nuestra institución. De ahí la deuda moral que conlleva al Ateneo a una reconstrucción que refuerce el orgullo cívico de nuestros compatriotas, para dar idea del lugar en el que un mandatario civil rigió los destinos de la nación que llegó a ser una potencia sudamericana. Un síntoma que pudiera dar cuenta del cambio que se opere en nuestra sociedad sería el hecho de que, en ese lugar en el que se alimentaba la “caperucita roja” para salir a cazar y segar la vida de compatriotas, el Ateneo haga nuevamente arte, música, y sus acciones en procura de una sociedad mejor y más humana.

Fantástico y paraguayo

Francisco Ignacio Marcondes sigue con su descripción de la casa de gobierno (cuyo primer párrafo se cita al comienzo de la nota):

“En este edificio conservóse en todo rigor el estilo de las construcciones paraguayas: mas, revélase en él el aparato de que la familia López tiene rodeado en su supremacía en estas regiones. Al frente del edificio se extiende una elegante galería, formada por quince columnas del gusto toscano sustentando pequeñas pilastras, sobre las cuales extiéndese sobre la parte superior otra galería, estrecha y baja, cubierta de madera. Tanto las columnas, como la pared que forman el frente del edificio, están pintadas al fresco, con colores vivos. Los compartimientos interiores del frente están forrados de rico papel y amueblados con verdadera magnificencia. El resto del edificio es simplemente encalado, teniendo en las dos caras interiores una extensa galería, formada por columnas octogonales, sin ornato o pintura alguna. Todas las habitaciones de esta casa están ladrilladas de ladrillos simples; y lo mismo se da en todos los edificios públicos o particulares de Asunción, tanto en la planta baja como en la superior”.

Richard Burton, en su libro Cartas desde los Campos de Batalla del Paraguay, añade del frente de la casa: “Fantástico y paraguayo, su piso superior está soportado por quince pilares encarnados con extraños capiteles egipcios formando el profundo alero. Una balconada pintada de verde con la pared posterior de ladrillos orados y un desplegado techo distinguen la ‘Casa Blanca’ paraguaya. El piso más bajo, pintado de imitación mármol, tiene dos puertas y doce ventanas”.

Una crónica de El Semanario se refiere a la residencia con este texto: “La extensa fachada pintada sobre un revoque de granito imitando piedra jaspe. Una gran puerta de acceso al zaguán, cuyas paredes y techo se hallan pintados al fresco. A la izquierda, una puerta da acceso al salón de recibo cuyos muros están decorados con ‘ramos de caprichos árabes’. La techumbre adornada con alegorías mitológicas. Cortinas, alfombras, espejos, consolas y fanales completan la magnificencia de la sala. Sigue un gabinete que rivaliza con la sala pues constituye un recinto diáfano, claro y vistoso”.

pgomez@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Heber Carballo/Gentileza.

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