El quinto

Don Antonio Dolores Codas, (foto) fue el quinto intendente municipal con que contó la capital del país. Nacido el 2 de noviembre de 1856, fue uno de los sobrevivientes de la guerra con la Triple Alianza.

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Desde muy joven tuvo activa participación en la tarea de resurrección nacional, al igual que muchos contemporáneos suyos. En 1885, le tocó participar de la fundación del grupo político Club del Pueblo, actuando con importantes figuras de la época, como Benjamín Aceval, Cecilio Báez, Cirilo Solalinde, Rosendo Carísimo, Mateo Collar, Antonio Taboada, Juan B. Egusquiza, Marcos Morínigo, etc.
El señor Codas fue inspector de obras públicas, miembro de la comisión del Colegio Nacional, del directorio del Banco Agrícola del Paraguay (1888), presidente del departamento General de Ingenieros, ministro de Hacienda (cargo que asumió el 8 de abril de 1893), miembro del tribunal Superior de Justicia, y directivo de la Sociedad Ganadera del Paraguay, entre otras actividades. El 18 de junio de 1898 asumió la intendencia municipal, en reemplazo del coronel Manuel Antonio Maciel, quien asumió un cargo ministerial. A fines de noviembre de 1898, como consecuencia del cambio de gobierno renunció a la intendencia, pero fue confirmado por el presidente Emilio Aceval. Ejerció la intendencia capitalina hasta el 28 de septiembre de 1899. Durante su administración se declaró la epidemia de peste bubónica, situación que puso a prueba la capacidad de reacción de la ciudadanía y sus autoridades. Falleció a avanzada edad, hacia los años 30.

Cubanos y el Paraguay Días pasados, don Fidel -el barbudo-, estuvo paseando su quijotesca estampa por estos lares, largamente vetado a su presencia y sola mención.
Con sus sarmentosas manos, parsimoniosos gestos y estudiadas poses, fue el deleite de jóvenes idealistas y trasnochados utopistas ideológicos.
Pero no fue el único isleño relacionado con el Paraguay. La colonia cubana en nuestro medio es bastante nutrida, entre ellos, mi amigo Owen.
Un cubano muy célebre relacionado con nuestro país fue el mismísimo prócer de la independencia de ese país, don José Martí, quien el 30 de julio de 1890, por medio de un decreto firmado por el presidente general Patricio Escobar, y refrendado por el canciller Juan Crisóstomo Centurión, fue nombrado cónsul del Paraguay en Nueva York, cargo que desempeñó hasta el 19 de noviembre de 1894.

Donación paraguaya El terreno -toda una manzana-, ocupado por la representación diplomática argentina, fue donada por el gobierno paraguayo a la República Argentina, por medio de una ley sancionada el 26 de mayo de 1928, cuando autorizó al gobierno paraguayo la adquisición, en un "lugar adecuado", para que el gobierno argentino pudiera construir la sede de su representación diplomática.
Para el efecto, por medio de otra ley, la Nº 1.007 del 25 de agosto de 1928, se expropió la manzana formada por las calles Perú, España, Samu'u pere (Juan de Salazar) y Coronel Franco (Boquerón), donde, en la década de los años '80, se edificó el complejo edilicio de la Embajada argentina.

Astrónomo jesuita
En el sureño pueblo de San Cosme y San Damián, funcionó en la época en que estaban en su apogeo las misiones jesuitas, un importante centro astronómico, cuya fama incluso llegaba al Viejo Mundo.
Vestigio de aquellas inquietudes científicas es el antiguo reloj de sol aún existente en el lugar, como mudo testimonio de su pasado esplendor.
En dicho pueblo trabajó el sacerdote Buenaventura Suárez, oriundo de Santa Fe y de quien se sabe llegó a fabricar órganos musicales y espejos, dirigió pintores y estatuarios, y perfeccionó el arte de fundir campanas, e incluso fabricó una... chocolatera. Además de todo eso, se dedicó a la astronomía.
Para realizar sus observaciones, el padre Suárez construyó varios instrumentos astronómicos que, aunque toscos y de dudosa precisión, le fueron de mucha utilidad e hicieron que su fama se extendiera en toda la región rioplatense e incluso por Europa.
Algunos de los aparatos fabricados por don Buenaventura fueron varios telescopios o anteojos astronómicos de dos lentes convexos, desde dos metros veinte centímetros de distancia focal, hasta seis metros y medio; un péndulo astronómico con índice de minutos y segundos, y un cuadrante astronómico con los grados divididos de minuto a minuto.
El padre Suárez publicó en Europa el primer libro de matemáticas escrito en esta parte del mundo. También escribió unos libros de efemérides, calendarios, tablas astronómicas, anuarios y cursos de los planetas, aunque su obra más importante fue su Lunario de un siglo, en donde indicó todos los fenómenos de la Luna y estudió los movimientos de Júpiter.
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