En situación de retiro

El 5 de mayo de 1931 llegaron a Asunción dos portentos navales que fueron el aval de la defensa paraguaya en la retaguardia durante la Guerra del Chaco: los cañoneros "Paraguay" y "Humaitá". Hoy convertidos en piezas de museo exhibirán su señera estampa en Asunción y Encarnación.

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Días pasados fue aprobada por la Cámara de Diputados una ley que disponía el traslado de los buques de guerra "Humaitá" y "Paraguay" a dos puntos alejados geográficamente, pero con el simbolismo de su carácter de siempre: el de vigía y guardián de la soberanía nacional.

En su momento, ambos buques de guerra fueron los más modernos de la época, que con decenas de otros buques menores garantizaron la soberanía nacional a lo largo de tres años de guerra internacional (Guerra del Chaco 1932-1935 contra Bolivia). Su llegada fue apoteósica, no solo en Asunción, sino en todo el trayecto entre el Río de la Plata y Asunción. Su paso generó gran interés de la gente. En cada población, ya sea argentina o paraguaya, gran cantidad de gente se agolpaba para ver el majestuoso paso de los flamantes buques. La llegada de ambas embarcaciones, el 5 de mayo de 1931, constituyó un acontecimiento nacional. Comandaban estos portentos navales los capitanes José Alfredo Bozzano y Rufino Martínez, respectivamente.

La compra en Italia

La adquisición de estos buques fue en respuesta a la decisión, en 1926, de la creación por el Gobierno boliviano de una marina mercante con asiento en Puerto Suárez, sobre el río Paraguay, al norte de Bahía Negra, para lo cual había adquirido varios transportes. El Estado Mayor del Ejército paraguayo, entonces a cargo del Tte. Cnel. José Félix Estigarribia, tuvo noticias de ese hecho, además de que se estaba proyectando la ubicación en el lugar de una flotilla de guerra.

Por esta razón, aconsejó a nuestro Gobierno la adquisición de dos barcos de guerra, con el objeto de asegurar el dominio del río Paraguay, desde Bahía Negra hasta la desembocadura del Pilcomayo. La construcción de ambos buques de guerra se dispuso a través del decreto n.º 26.603, del 21 de marzo de 1927.

Para la compra de dichos buques fue comisionado a Europa el director de los Arsenales, Ing. José Bozzano, quien después de recorrer astilleros ingleses, franceses e italianos consiguió el precio más acomodado –con un ahorro de unas 135.000 libras esterlinas– en la SA Cantieri Navali Odero, de Génova, Italia, con el que el 20 de julio de 1928 –por medio del diplomático compatriota Venancio Galeano y el mismo Bozzan– firmó contrato en Marsella, Francia, para la adquisición de dos cañoneros por la suma de 236.000 libras esterlinas, a los que se sumaron 17.000 libras, importe de los proyectiles, y 16.800 libras, importe de las centrales de tiro.

En total 270.000 libras esterlinas. A todo esto debió sumarse 30.000 libras esterlinas, que es lo que costó el viaje de los dos barcos, además de seguros, estadía, durante tres años de la misión que fue a controlar su fabricación, pasajes de la tripulación que fue a recibirlos y contratación de técnicos para la enseñanza de los tripulantes.

La forma de pago

El contrato estableció que el importe debía pagarse en siete cuotas trimestrales de 38.570 libras, en el lapso de 21 meses. En un contrato adicional, se contemplaba el pago de las últimas 7000 libras que se efectivizarían después de un plazo prudencial. Esa suma serviría de garantía para el Gobierno, por si los barcos, durante su uso, tuvieran fallas en sus diversos mecanismos. Cuando venció dicho plazo estábamos en plena guerra y no pudo pagarse la cuota. Al terminar el conflicto, la deuda sumaba con los intereses alrededor de 10.000 libras.

Características

Cada uno de estos buques, fabricados según diseño y especificaciones del Ing. José Bozzano Baglietto, tenían un desplazamiento de 636 ton. (865 a plena carga).

Medían 70 m de eslora, por 10,7 m de manga, por 1,7 de calado. Estaban, originalmente, artillados con cuatro cañones de 4,7 pulgadas (120 mm), tres de 3 pulgadas (76 mm) antiaéreos, dos de 40 mm y dos de 20 mm. Además, podían llevar seis minas. Para su navegación transatlántica fue necesario, además, colocar quillas artificiales para ambas cañoneras.

Bien armado

Tanto el "Paraguay" como el "Humaitá" fueron dotados de cañones de 20 mm, con un alcance de 20 km. Sus tres cañones antiaéreos de 76 mm eran semiautomáticos y tenían un alcance de 12 km en tiro horizontal y de 6 km en tiros verticales. Las granadas poseían un radio de acción de 100 m y podían disparar juntas 45 proyectiles por min.

Los dos cañones de 40 mm eran automáticos, tenían un alcance de cerca de 2000 m en vertical y disparaban cada uno hasta 250 proyectiles por min, es decir, 500 entre los dos.

Los cinco cañones antiaéreos disparaban 545 proyectiles por min, formando una barrera de fuego contra cualquier avión atacante. El blindaje de ambos buques era de ½ pulgada en el casco, 1/3 pulgada en la cubierta, ¾ pulgada en la sala de control. La potencia desarrollada por los motores era de 3800 hp a 18 nudos con una capacidad de combustible de 170 ton. Alcanzaba 1700 millas a 16 nudos y tenía una tripulación de 86 personas.

La artillería del cañonero "Paraguay" fue cambiada por dos cañones de 120 mm, tres de 76 mm y dos de 40 mm. La del "Humaitá" era de dos cañones de 120 mm, dos de 76 mm, uno de 40 mm y dos cañones automáticos Oerlikon, de 20 mm. En 1975 ambos buques fueron modernizados. Al "Paraguay" se le agregaron motores diesel.

Provecho fluvial

En los tres años de guerra, el cañonero "Humaitá" transportó 62.546 combatientes, en viajes aguas arriba, y en aguas abajo, prisioneros y heridos, realizando en total 84 travesías. Por su parte, el cañonero "Paraguay" transportó 51.867 combatientes, aguas arriba, y aguas abajo, prisioneros y heridos, en 81 viajes. Cuando no eran utilizados como transporte, estas cañoneras funcionaban como baterías estacionarias antiaéreas, tanto en Asunción como en Puerto Casado.

Una vez y nada más

Solo una vez la aviación boliviana se atrevió a atacar a uno de estos buques. Ocurrió en Bahía Negra, cuando, repentinamente, de entre las nubes salió un avión boliviano que se lanzó en picada sobre el buque y le disparó una ráfaga de ametralladora. El ataque tomó totalmente por sorpresa a la tripulación.

Los cañones estaban enfundados y no se pudo encontrar al contramaestre que tenía las llaves del depósito de proyectiles. El avión intentó un segundo ataque, pero bastó una ráfaga de las ametralladoras de 40 mm para que el mismo se alejara raudamente. Nunca más –en todo el trascurso de la guerra– la aviación boliviana intentó ponerse al alcance de los cañones de los cañoneros, que así se convirtieron en los garantes insuperables de la navegabilidad del río Paraguay en todo el tiempo transcurrido hasta el final del conflicto armado.

Refugio presidencial

Entre setiembre y octubre de 1955, el cañonero Paraguay, entonces surto en el puerto de Buenos Aires por reparaciones, fue testigo, protagonista y refugio de históricos acontecimientos ocurridos en la Argentina: los hechos que llevaron al derrocamiento y posterior exilio del presidente Juan Domingo Perón. La tripulación del "Paraguay", según relato del capitán Andrés Samudio, estaba integrada por 80 hombres comandados por el entonces teniente de navío César Cortese, quienes hicieron de custodia del mandatario derrocado, en momentos críticos de gran tensión.

Doce días pasó el general Perón en el buque cañonero. Tres días el buque estuvo en el puerto, con su ilustre pasajero, luego fue remolcado a km de la costa, aunque estrechamente vigilado por dos buques de guerra: El "King" y el "Muratore". Para cualquier auxilio al Paraguay, desde Asunción fue enviado su gemelo, el "Humaitá", aunque los argentinos no permitieron que se acercara al "Paraguay". Por fin, el 3 de octubre llegó el salvoconducto y el general Perón abandonó el cañonero "Paraguay" y, a bordo del hidroavión Catalina, pilotado por Leo Nowak, partió al exilio, rumbo a Asunción, Paraguay.

Museos flotantes

Hoy, estos dos veteranos guerreros, retirados del servicio activo hace unos años, reposarán sus cansadas y roídas estructuras, uno en la capital paraguaya y otro en Encarnación. Ambos –uno más que el otro– están en pésimo estado de conservación. Necesitan reparaciones urgentes para evitar su hundimiento. Ojalá que antes de su traslado sean restaurados y se evite el hundimiento durante su viaje, así como una estricta vigilancia de su acervo naval, pues el que estuvo expuesto detrás del Palacio de Gobierno, hace unos años, fue inmisericordemente rapiñado, suponemos que con la complicidad de los hombres asignados a su custodia.

Ojalá se tome conciencia y se valore en su justa medida sus condiciones de patrimonio histórico de gran valor en el sentimiento nacional.

 surucua@abc.com.py 

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