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Protagonistas del ñorairõ guasú

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Giménez, Manuel Antonio

Militar. Héroe de la Guerra de la Triple Alianza, también conocido como sargento Cala’a. Nació en Yuty, hacia 1827. Ingresó al Ejército paraguayo, en 1845, y sirvió varios años en la guarnición de Pilar. En 1851 integró la compañía de Cazadores del Batallón n.º 1. En 1861 fue destinado al piquete de Dragones de la Escolta Presidencial, hasta que esta unidad se convirtió en Regimiento Escolta Presidencial, en 1863. Posteriormente, ocupó el cargo de comandante de la Compañía de Cazadores. Iniciado el conflicto con la tríplice, fue enviado al frente sur, y con el grado de mayor, fue nombrado jefe del Batallón n.º 3. Siendo comandante de la guarnición de Curuzú, fue injustamente degradado a sargento, por la defección de un batallón a su cargo. En la batalla de Sauce, sucedió al coronel Elizardo Aquino y fue herido en el pie izquierdo, pero, aun así, no abandonó el campo de batalla. En la batalla del 24 de mayo, la de Tuyutí, ya ascendido a teniente coronel, comandó cinco batallones de infantería y, herido nuevamente, no permitió ser evacuado. Fue condecorado con la Orden Nacional al Mérito. El 3 de noviembre de 1867 fue herido gravemente, a cuya consecuencia falleció en enero de 1868, en el hospital de Paso Pucú.

Régimen monetario

El primer régimen monetario establecido poco después de la fundación de la ciudad de Asunción estuvo constituido por anzuelos, escoplos, cuchillos y cuñas, que según sus características tuvieron su relación de equivalencia con el maravedí español del siglo XVI.

Efectivamente, en la ordenanza del 3 de octubre de 1541 se establecía que un anzuelo equivalía a un maravedí, un anzuelo de rescate a cinco maravedíes, un escoplo a 16 maravedíes, un cuchillo de recate a 25 maravedíes, una cuña de marca a 50 maravedíes y una cuña de ayunque a 100 maravedíes. La conversión de estas antiguas medidas monetarias en la moneda española se hacía por medio de la siguiente relación de valor: 480 maravedíes equivalían a una peseta, una peseta a 12 reales y un real a 40 maravedíes.

Las transacciones mercantiles con estas monedas resultaban extremadamente difíciles, por la gran variedad de características, tanto de cuñas, cuchillos, anzuelos, etc. Además de estos, en la colonia se recurría a otras “monedas”, como las piezas de hierro, acero, algodón, lienzos, etc.

Este último, hacia 1575, fue impuesto como unidad monetaria, relacionando su valor con la plata y el oro, de la siguiente manera: una onza de plata equivalía a cuatro varas de lienzo, un ducado (oro) a cinco varas de lienzo y dos reales de plata a una vara de lienzo.

La alta cotización que adquirió el lienzo como mercancía y medio de pago lo volvió muy escaso, convirtiéndose en objeto de especulación. Los dos y medio siglos siguientes, la historia de la moneda en nuestro país tiene todos los ingredientes para convertirse en una suculenta materia de estudio, pero que sería muy largo detallar.

La inmigración

Entre 1875 y 1900 se registró un promedio de 780.000 salidas a ultramar anuales desde Europa y, en 1910, esa cifra aumentó a los 2.000.000 anuales el número de emigrados, teniendo la mayoría a América como punto de destino. De ellos, muchos vinieron a los puertos del Río de la Plata: Montevideo y Buenos Aires. Aquella afluencia migratoria tuvo su cenit entre los años 1880 y 1900. En este periodo, por citar solo un caso, unos 5.000.000 de italianos partieron al exilio. Un quinto de ellos recaló en Sudamérica.

Primero vinieron solos, con la esperanza de juntar ahorros y retornar a su país a recomenzar una nueva vida. Otros volvieron para retornar con sus familias, pero después vinieron familias enteras.

Las causas de esta situación en el caso italiano se debió, primordialmente, al dualismo entre el norte y el sur italianos: el primero, industrializado; el segundo, una región atrasada, sin mayores perspectivas, situación producida por dos fenómenos aparentemente contradictorios, pero, en realidad, coincidentes: que incrementaba el desarrollo de una agricultura industrializada y que, a su vez, desalojaba fuerza de trabajo que difícilmente encontraba empleo en la ciudad, y la contemporánea falta de desarrollo en muchas zonas agrícolas del país, que no estaban en condiciones de “ocupar” en forma estable a la población rural.

Como ya dijimos, la inmigración tuvo efectos en ambos lados: en Europa y América, pero de eso hablaremos otro día.

surucua@abc.com.py

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