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Culto a un arbusto…

En días más, un paraje de la ciudad de San Ignacio, Misiones, estará en boca de muchos: Tañarandy. Según un mito creado hace ya varios años, Tañarandy quiere decir algo así como el lugar de los irreductibles, de una supuesta parcialidad guaraní que nunca fue conquistada por los misioneros jesuitas que fundaron la reducción de San Ignacio Guasu.

Pero dejémonos de mitos y veamos lo que escribió un gran científico paraguayo, el antropólogo León Cadogan. Cuenta que cuando visitó la ciudad de San Ignacio, allá por los años 50, le llamó la atención el nombre de un paraje cercano: Tañarandy, pues nunca había oído tal palabra. Dedujo que sería un apócope de Ita ñarua ndy –montón de piedras esbeltas–, pero varios vecinos del pueblo le habían dicho que se trataba de un lugar en el que abundaba un arbusto llamado tañara. Entonces, llegó a la conclusión de que Tañarandy sería “lugar donde abunda el tañara”.

Otra compañía de San Ignacio se llama Ñangape, que –según informaciones que obtuvo– es el nombre de otra planta.

El greifu

Uno de los cítricos muy apreciados en nuestro medio, por sus propiedades nutritivas y vitamínicas, además de sus cualidades terapéuticas, es el greifu o pomelo.

Si bien es originario –como los otros cítricos– de la lejana India, llegado a España a través de los árabes y de la península ibérica a América, fue en Inglaterra donde ganó preferencia, y fueron los ingleses los mayores difusores de su cultivo y consumo. De allí el nombre que le dieron: grape fruit, de donde deriva su particular nombre popular: greifu.

Municipalidad desalojada

Durante unos 100 años, la Municipalidad de la capital deambuló por varios locales. Uno de ellos fue el edificio del Congreso Nacional, hoy sede del Centro Cultural de la República El Cabildo. Claro que en ese entonces la Comuna no era la elefantiásica institución de la actualidad.

En setiembre de 1903, los congresistas –necesitados de mayor espacio para el cumplimiento de sus funciones– le pidieron a la municipalidad que desaloje el sitio y buscara otra sede.

Para mudarse, esta aceptó el ofrecimiento que le hiciera don Héctor Francisco Decoud: ocupar un edificio de su propiedad, ubicado en Independencia Nacional y Villa Rica, actual Presidente Franco.

Las Residentas

En 1868, temiendo la ocupación de la capital paraguaya por las fuerzas aliadas, el presidente López ordenó el abandono de la ciudad. Ancianos, mujeres y niños tuvieron que dejar sus casas –los hombres y adolescentes ya habían partido al frente de batalla–.

La orden no era un hecho insólito, ya que numerosas localidades del interior fueron abandonadas por orden del Gobierno, para impedir que sirviesen de alojamiento o punto de apoyo del enemigo. De esa manera, miles de mujeres se sumaron a la marcha del Ejército, constituyendo el grupo Las Residentas, dirigido por las sargentas.

Estas mujeres –pese a la relativa libertad de su condición– sufrieron grandemente los rigores de la guerra: el hambre, el cansancio, el frío y otras penurias, como ver morir a sus padres, maridos, hermanos, novios e hijos.

Había, sin embargo, otros grupos de mujeres que, si bien estaban sindicadas como traidoras por no renegar de sus familiares complicados o salpicados por sospechas de conspiración contra el Gobierno, eran confinadas a lejanos e inhóspitos lugares, en los que vivieron relativamente cómodas, pues no sufrieron las penurias de Las Residentas y podían cultivar modestas huertas, de las cuales se surtían para su sustento. Pero vivían con la espada de Damocles pendiendo sobre sus cabezas: en cualquier momento podían llegar las órdenes de tortura, fusilamiento o lanceamiento.

Prestidigitador bélico

Durante la Guerra de la Triple Alianza, para recaudar fondos en beneficio de los heridos de guerra argentinos, actuó en Buenos Aires un mago alemán llamado Carl Herrmann, quien donaba la totalidad de lo recaudado a favor de los heridos y las familias de los soldados argentinos muertos durante la contienda.

En un momento dado, incluso, viajó hasta el frente de batalla para realizar actuaciones en el campamento de Tuyutí y entretener a las tropas.

Según informaciones, Carl Herrmann era, en su momento, el mejor mago del mundo. La esposa de Herrmann era la húngara Rózsa Czillag, una eximia cantante de ópera.

surucua@abc.com.py

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