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La escalinata de la calle Antequera

El vertiginoso –y vertical– crecimiento de la ciudad de Asunción ha hecho que las diversas lomas, antiguamente tan características, pasen hoy poco menos que desapercibidas.

Estas concentraron importantes núcleos poblacionales, como las lomas Cachinga (detrás del Hospital de Clínicas), Tarumá (Caballero y República de Colombia), Clavel (barrio San Antonio), San Gerónimo (al costado del puerto), Mangrullo (parque Carlos Antonio López), Cavará (ex-Comuneros), donde se cree que tuvo origen la ciudad, entre otras.

En una de esas lomas fue erigido el monumento en homenaje de los comuneros. Aprovechando las pendientes de la colina, se construyó la escalinata que baja la calle Antequera, obra del entonces intendente municipal Arq. Miguel Ángel Alfaro. En la cima de la columna fue colocada la escultura llamada La Victoria, del escultor argentino de origen italiano Luis Perlotti.

El monumento y la escalinata –concebidos y dirigidos por el arquitecto Alfaro– fueron construidos por el italiano Carlos Pozzi e inaugurado el 15 de agosto de 1928, cuando la asunción presidencial del doctor José Patricio Guggiari, durante la administración municipal del ingeniero Baltasar Ballario.

En su momento, la escalinata no solo sirvió para salvar la empinada cuesta, sino también para regular el torrentoso paso de los raudales, que no dejaban piedra en su lugar durante la construcción de los primeros empedrados de calles de la ciudad.

En el camino de la desesperación

El 10 de diciembre de 1934, durante la Guerra del Chaco, a raíz de la derrota en Yrendagüe, los bolivianos se retiraron del fortín Picuiba debido a las terribles calamidades ocasionadas por la sed. Murieron en medio de grandes sufrimientos 4000 bolivianos y más de 3000 fueron hallados en grave estado de deshidratación, quienes fueron socorridos por los combatientes paraguayos gracias al agua de sus cantimploras y camiones aguateros.

Los obispos de Asunción

Una década después de la fundación de la casa fuerte en la bahía de los carió, el papa Pablo III elevó a catedral la iglesia de Asunción del Paraguay a través de una bula expedida a petición del emperador Carlos V, el 1 de julio de 1547 (hizo 470 años).

Los jefes de la Iglesia paraguaya gobernaron bajo distintas denominaciones; la mayoría, como obispo, pero también como vicario foráneo apostólico, administrador apostólico, administrador eclesiástico, etc. En 1930 se creó el Arzobispado de Asunción, siendo designado primer arzobispo el entonces obispo Juan Sinforiano Bogarín.

Desde aquel lejano año de 1547 hasta nuestros días se sucedieron al frente de la Catedral de Asunción los siguientes obispos: Juan de Barrios, Pedro Fernando de la Torre, Juan del Campo, Luis López Solís, Juan de Almaraz, Alonso Guerra, Tomás Vázquez Liano, Martín Ignacio de Loyola, Reinaldo de Lizárraga, Tomás de la Torre, Agustín de Vega, Leandro Garfías, Melchor Prieto, Cristóbal de Aresti, Francisco de la Serna, Bernardino de Cárdenas, Gabriel Guilleztegui, Fernando de Balcázar, Faustino de las Casas, Sebastián de Patrana, Pedro Durana, Martín de Sarricolea y Olea, José de Palos, José Cayetano Paravicino, Fernando Pérez de Oblitas, Manuel López Espinoza, José Priego y Caro, Lorenzo Suárez de Cantillana, Nicolás Videla del Pino, Pedro García de Panés, Basilio Antonio López (primer obispo paraguayo), Marco Antonio Maíz, Juan Gregorio Urbieta, Manuel Antonio Palacios, Fidelis María de Abola, Manuel Vicente Moreno, Fidel Maíz, Dionisio Riveros, Pedro Juan Aponte, Claudio Riveros, Juan Sinforiano Bogarín, Aníbal Mena Porta, Ismael Rolón, Felipe Santiago Benítez, Pastor Cuquejo y Edmundo Valenzuela.

surucua@abc.com.py

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