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Farmacias

Las farmacias de hoy, muchas de ellas componentes de cadenas de comercio del ramo, son tan diferentes a las que conocieron nuestros padres y abuelos. O sea, las boticas, como eran conocidas por la gente.

Eran locales destinados a la venta de remedios y, principalmente, a la elaboración de recetas. Estas, ordenadas por los médicos, indicaban los ingredientes necesarios para la elaboración de jarabes, pociones, bálsamos, ungüentos, pomadas, elixires, entre otros.

Las antiguas boticas estaban dotadas de antiguos mostradores y estanterías de madera, en los que podían verse grandes carteles con la publicidad del Jabón de Reuter o de la Zarzaparrilla de Bristol, las Píldoras de Ross o del antaño difundido Regulador Gesteira.

Las recetas proveídas por los médicos eran leídas, a veces descifradas por el boticario, con enormes dificultades, pues es universal la pésima caligrafía de los médicos. Una vez descifrado el jeroglífico, el boticario entraba en la trastienda, en la que podía divisarse –detrás de las cortinas– un mechero o calentador a kerosén, multitud de potes, tubitos y retortas. Ese oculto rincón era lo más parecido a un laboratorio de alquimistas medioevales.

Actualmente, no todos los médicos dan recetas para preparar. Aun así, siempre se necesita tener espíritu de Champollion para descifrar los jeroglíficos que hasta hoy constituyen las letras de los galenos.

La Perfecta Armonía

Una de las más importantes logias masónicas del Paraguay funcionaba en la norteña ciudad de Concepción y se llamaba como el acápite.

Del edificio que fue sede de dicha logia solo se conservan fotografías, como la que se publicó en uno de los álbumes del centenario de la República, hace más de un siglo, pues fue demolido, aunque el predio aún pertenece a la masonería concepcionera.

El templo, según referencias, constaba de un salón grande y otro más pequeño que hacía de logia, en el que se inició en los principios de la fraternidad el mariscal José Félix Estigarribia, uno de los más destacados masones que llegó a la presidencia de la República.

Un vetusto escritorio que fuera propiedad de la logia sirve actualmente como escritorio al obispo diocesano. (¡Vaya paradoja!).

En el cementerio de la ciudad existen dos curiosas tumbas con cruces que ostentan el símbolo masónico del compás y la escuadra. Una de ellas es de don Francisco Wullner, fallecido el 5 de julio de 1895, cuyo panteón está decorado con la escuadra y el compás entrelazados. La otra tumba pertenece a un conocido filántropo concepcionero, don Sixto A. de Perini, fallecido el 16 de mayo de 1906.

Uruguayos en el Chaco

Al producirse el incidente de Vanguardia, en los años previos al inicio de la Guerra del Chaco, el señor Blas Cortes fue el primer aviador civil uruguayo que ofreció sus servicios al Paraguay para la defensa del territorio chaqueño.

Para el efecto, vino volando de Montevideo a Asunción a bordo de su propio avión, un De Havilland DH.60 “Moth”, de 80 hp. Tanta mala suerte tuvo Cortes que su aparato se averió gravemente en un aterrizaje forzoso y, al solucionarse el incidente por la vía diplomática, Cortes regresó al Uruguay.

Al producirse la Guerra del Chaco, en 1932, dos aviadores de la misma nacionalidad se presentaron como voluntarios para luchar a favor del Paraguay: Benito Sánchez Leyton y Luis Tuya.

Durante los combates del 23-25 de mayo de 1934, el Potez 25 en el que volaba Sánchez Leyton fue atacado por aviones bolivianos y, a pesar de que los pilotos andinos indicaron haber derribado su máquina, el Potez 25 de Leyton regresó a su base, hecho –literalmente– un colador, ya que había sufrido más de 100 impactos.

El paracaídas de asiento salvó la vida de este aviador, ya que tenía 14 impactos, y el piloto, dos heridas. Tanto el avión como el piloto continuaron en la contienda.

Por su parte, Luis Tuya también tripuló uno de los Potez 25 a través de todo el conflicto del Chaco. En 1936, su espíritu inquieto le llevó a participar en la Guerra Civil española, en la que pereció cuando el caza Polikarpov I-15 que piloteaba fue derribado en el frente de Madrid.

Municipalidad desalojada

Durante muchos años (unos 100), la Municipalidad de la capital deambuló por varios locales. Uno de ellos fue el edificio del Congreso Nacional, hoy sede del Centro Cultural de la República “El Cabildo”. Claro que en ese entonces la comuna no era la elefantiásica institución de la actualidad.

En septiembre de 1903, los congresistas, necesitados de mayor espacio para el cumplimiento de sus funciones, pidieron a la Municipalidad que desaloje el sitio y buscara otra sede.

Para mudarse, esta aceptó el ofrecimiento que le hiciera don Héctor Francisco Decoud de ocupar un edificio de su propiedad, ubicado en Independencia Nacional y Villa Rica, actual Presidente Franco.

surucua@abc.com.py

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