LA CANASTA MECÁNICA

TENDENCIA AL PATATÚS.-“Chaque ya llegan todo las fiestas”, decía el otro día una mi prima (que no es mi prima). Mientras el marido colocaba los foquitos en la puerta de su casa, ella le daba las indicaciones. Cuando le dijo: “Poné más arriba, más arriba te digo, ese, el más grande”, el prójimo se vino abajo ¡zaz! ¡cataplum! Se desplomó con la escalera y la iluminación navideña quedó suspendida por accidente. Volando al hospital más cercano. Un codo fuera de lugar y rotura de tobillo.

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“Es posible –exclamaba mi prima– pero qué accidente más tonto”, desprestigiaba el infortunio de su adolorido cónyuge. La prima que no es mi prima, conducía el vehículo como si se tratara de una nave espacial en una avenida cósmica, sin señales de tránsito ni otros rodados en circulación. Por supuesto que en un momento dado giró a la derecha y allí estaba el infaltable motociclista que rodó sobre la vereda de una vecina que estaba barriendo. Por suerte, solo voló la escoba y a la señora no le pasó nada. Como se imaginarán, intervino la policía de tránsito, los curiosos, dos perros, vendedores ambulantes y la mar en coche. Apenas llegó la ambulancia, aproveché que pasaba un taxi libre, y con la excusa de que me entraron tremendas ganas de ir al baño, me subí al coche amarillo y me alejé de tanta accidentada energía.

La anécdota me sirvió para reflexionar sobre la existencia de gente catástrofe, que sufre mucho, mucho, y de la cual, en lo posible, conviene distanciarse. Se sabe que existen personas con propensión al patatús. Antes se hablaba del destino o de la yeta, ahora la psicología cataloga como personalidad confusa y retorcida a quien tenga tendencia a los percances. Aficionados a la psicología definen a estas personas propensas a los accidentes, como a seres pasivos, sumisos, hostiles, insatisfechos, llenos de frustraciones sexuales, productos de hogares destrozados y todo lo demás que la imaginación aporte. A la pinta. Ahora resulta que al drama de sufrir un accidente habrá que sumarle el bochorno de dejarle saber a todo el mundo que se es un desastre emocional. Además, ya ni se trata de un verdadero accidente porque en el inconsciente se deseaba que ocurriera. Lo bastante como para que cualquier persona respetable pensara dos veces antes de lanzarse de narices a través de una puerta de vidrio, de esas que hoy abundan en todas partes.

Basado en todo lo señalado, con la mayor seriedad disponible en estas fechas cercanas a las fiestas de fin de año, para el caso de sufrir un accidente, esbocé un plan básico de tres puntos. Primero, es necesario sentarse a analizar lo que psicológicamente le sucedió el día anterior. Luego, discuta abundantemente su accidente con algún amigo o familiar. Por último, vaya de cabeza al consultorio de un psiquiatra y cuéntele su vida para determinar qué le está pasando.

Un resbalón, una caída, un paso en falso son incidentes que pueden ocurrirle a la persona más alerta. De todas maneras, no vale la pena tener un accidente si no se sobrevive para contarlo.

carlafabri@abc.com.py

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