LA CANASTA MECÁNICA

INTRASCENDENCIA O ESPIRITUALIDAD.- Si nos remitimos al simple plano de la frivolidad, los barullos de las fiestas pueden resultar un insoportable acoso. La segunda quincena de diciembre puede colocarnos en el ojo un huracán que nos envuelve con su avalancha de turrones, despedidas, exceso de bebidas y comidas, ruidosos petardos y caótico tráfico. Avalanchas de humanos cargando bolsas y más bolsas de regalos nos atropellan, y nuestros pobres oídos son heridos por villancicos de Navidad mal entonados.

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Tanta ornamentación pondrá en duda nuestra ubicación geográfica, con nieves falsas, trineos arrastrados por renos y Papá Noel abrigado para soportar los hielos del Polo Norte, no menos falsos que el espíritu de las fiestas. Si algo brilla por su ausencia, en esta época del año, es precisamente la espiritualidad.

Esa es la paradójica situación de nuestras celebraciones, porque aunque tengamos un origen eminentemente religioso, muy pocos recordamos el verdadero sentido de los festejos. La mayoría andamos ocupados en decidir dónde, cómo y con quién pasar la fiesta. Si se es dueña de casa, nuestra atención está atrapada en la conformación de la mesa, el menú, la bebida y los invitados en esta bacanal cristiana, consagración de la gula. La gente le presta menos atención al pesebre que a la cantidad de sulfitos que contienen los vinos que liban.

Toda esta alusión algo exagerada, aunque bastante cierta, podría variar si decidimos instalarnos en la dimensión espiritual que ha sido la inspiradora de estas celebraciones. Si trascendemos lo efímero del festejo y nos orientamos hacia una actitud espiritual, tal vez encontraremos el verdadero bienestar que puede llevarnos al despertar de una dimensión más amplia de nuestro propio ser.

Todas las tradiciones y religiones, por muy diferentes que sean sus prácticas, rituales y libros sagrados, consideran el despertar espiritual como completa autorrealización humana en esta dimensión terrestre. Eso es llevar la luz del cielo en la Tierra, ser conscientes de la doble naturaleza de nuestra realidad finita e infinita, transitoria y eterna; vivir en la bondad, apreciando y disfrutando cada instante, con sus conflictos y concordias, con su paz y sus peleas.

Los maestros sabios dicen que una vez conquistada la dimensión mental, la dimensión espiritual es la etapa siguiente que afrontaremos en nuestra evolución de hombres y mujeres. Es probable que la mayoría hayamos experimentado de manera más sutil o manifiesta esta experiencia espiritual, cuando tenemos que enfrentarnos a cuestiones de vida o muerte. Esta apertura provoca una relativización de todos los valores convencionales aceptados casi acríticamente y pone en evidencia cuáles son realmente las cosas importantes de la vida.

Nadie tiene las respuestas. Lo importante es plantearse preguntas. Por el momento sería un punto de partida hacia lo inconmensurable. Que la Nochebuena sea de acercamiento, perdón y gratitud. ¡Feliz Navidad!

carlafabri@abc.com.py

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