LA CANASTA MECÁNICA

¡CARACOLES!.- Cuando arreció aquella campaña de una crema que prometía la belleza con la baba de caracol, le pedí a René Ayala (director del grupo experimental Campanellas) que me trajera caracoles de su zona para permitirles vivir. Hace 15 años que viven y se reproducen en silencio en el jardincito de casa, sin traernos complicaciones.

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Los caracoles se reproducen de manera diferente a casi cualquier otro tipo de animal, porque son hermafroditas. Cada caracol tiene órganos reproductores masculino y femenino. La relación sexual promedio de una pareja dura de dos a doce horas. Al final de este ritual, cada pareja fertiliza los huevos en el otro. Se sabe que un caracol puede llevar hasta 100 huevos a la vez.

Este animalito nos remite a la fuerza vital, al viaje de adentro hacia afuera y al de afuera hacia adentro, al agua y la fertilidad, al útero y la madre, al enlace de lo terreno con lo cósmico, y al acto de hilar, de tejer la vida, de unir las partes, de integrar los opuestos, de restaurar el gran manto de la comunidad, la naturaleza y el ser, conectando la existencia y el tiempo en todas sus dimensiones espirales.

El caracol representa muy bien la simbología que impregna mi idea de la desactivación: la reivindicación de la lentitud en oposición al uso compulsivo del tiempo, bancos de tiempo, movimiento slow food. La simplicidad o sobriedad voluntaria que supone vivir con lo puesto, vivir mejor con menos –como vive el caracol–, sin posesiones superfluas. Priorizar la convivencialidad feliz frente al consumismo y la acumulación frenética. Imitar el uso medido y moderado de la energía, propio del avance pausado de este molusco. Vida activa y saludable, la ausencia de residuos, salvo un leve rastro que la naturaleza absorbe sin problemas.

Iván Illich proponía la creación de una sociedad en la que la producción de bienes y servicios sea en provecho del ser humano y no de las necesidades de un grupo dominante. Sugería disminuir la idea del crecimiento y pensar en una sociedad mucho más austera, pero mucho más libre, en la que la máquina sea esclava del hombre y no al revés. No se trata de abolir la tecnología ni instituciones sociales, sino de fijar colectivamente los fines que deben seguir y los límites a los que deben ceñirse para no volverse nocivos. Estamos traspasando el umbral en el que lo que debería servirnos se convierte en perjudicial para nosotros. La deforestación descontrolada causa el aumento de lluvias, con las consiguientes crecidas de los ríos. Al arrasar bosques y selvas se mata la biodiversidad, que juega un papel importante en la regulación climática. Los mosquitos invaden nuestras ciudades porque se quedaron sin bosques y humedales. Volviendo a los caracoles de mi patio, cuando los veo pasear antes y después de la lluvia, recuerdo que Tláloc, dios del agua de los aztecas, está representado por un caracol. En Xi’an, China, se tañía la caracola al inicio de las siembras, y por algo será que el oráculo de Buzios interpreta, a través de la tirada de caracoles, la palabra de los dioses.

carlafabri@abc.com.py

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