LA CANASTA MECÁNICA

DURMIENTES E INSOMNES .- Misterioso es el nocturno territorio del sueño, al que ingresamos casi siempre desde el lecho, en un ritual de sábanas y cobijas. En sus versos pregunta Gustavo Adolfo Bécquer: “¿Será verdad que cuando toca el sueño/ con sus dedos de rosa nuestros ojos/ de la cárcel que habita huye el espíritu/ en vuelo presuroso?”.

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La noche, callada anfitriona, acoge la existencia de durmientes e insomnes. Dormir no es una elección, es una necesidad. Dice la ciencia que el sueño repara al cuerpo cansado de laburar, agotado por la actividad física para estar en buena forma (fitness) o extenuado por la excesiva caminata en Ñu Guasu.

En su momento escandalizó al mundo la bella Marilyn Monroe, cuando declaró que para dormir solo se ponía unas gotas de Channel n.º 5. Es probable que, aparte de lo sexy que resulta, ella ya intuía todos los beneficios para la salud que, de acuerdo a lo que dicen hoy los investigadores, genera el dormir desnuda.

Los expertos que estudian los vericuetos del sueño aseguran que el tiempo de reposo ayuda a reforzar el sistema inmunológico, que durante el descanso los músculos se relajan y permiten la puesta en funcionamiento del ciclo en el que las glándulas segregan hormonas muy necesarias para el organismo, como las del crecimiento, las sexuales y las estimulantes de la tiroides. La famosa y reclamada melatonina, que regula el ritmo sueño-vigilia, también se produce durante el sueño.

La otra dimensión del sueño –el no-sueño– está poblado por insomnes anónimos, celebridades, parientes, amistades, señoras y señores del distinguido público presente. Un célebre insomne como Vladimir Nabokov confesaba: Me acuesto alrededor de las 9, leo hasta las 11:30 y lucho contra el insomnio desde esa hora hasta alrededor de la 1 de la madrugada. Más o menos dos veces por semana sufro una excelente y prolongada pesadilla con desagradables personajes importados de sueños anteriores, más o menos repetidos: un caleidoscopio de impresiones fragmentadas, pantallazos de los pensamientos del día e imágenes irresponsables y mecánicas, que carecen por completo de cualquier explicación freudiana (…). Emil Ciorán llamó “noches blancas” a sus horas despabiladas. Se le atribuye a Napoleón Bonaparte una frase irónica machista: “Las mujeres y los idiotas necesitan diez horas de sueño, los heridos, ocho y los hombres, seis”. Bueno, la señora Margaret Thatcher era conocida por dormir cuatro horas y falleció a los 87 años. Conocidas insomnes en el mundo de los negocios son Marissa Mayer, de Yahoo, e Indra Nooyi, de Pepsi.

Jonathan Crary publicó un libro cuyo polémico título es: 24/7: El capitalismo tardío y el fin del sueño. En el mismo, Crary dice que los procesos que asociamos con la vida económica contemporánea se están moviendo inexorablemente a privarnos de dormir. Porque una persona que duerme no es un consumidor, es incapaz de teclear el código de seguridad de su tarjeta de crédito en una página web, y tampoco es que sea muy buena trabajando.

Tenga o no razón la hipótesis de Crary, dormir es un placer y algunas noches de insomnio pueden resultar altamente creativas. Duermen los pájaros, duermen los delfines y las mariposas. Me pregunto si las luciérnagas duermen de día para brillar de noche. Si las cigarras cantan a cualquier hora, ¿qué harán cuando no cantan? A lo mejor, algún grillo insomne sueña que escribe esta columna.

carlafabri@abc.com.py

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