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Ingresé con el dolor y el susto a cuestas, pero ya más tranquila, porque morir en una clínica es algo más normal, ¿no? Encaré a la recepcionista con mi autodiagnóstico: “Señorita, puedo estar sufriendo un pre-ACV, me duele mucho la pierna izquierda y ya veo angelitos y querubines”.
Vieran cómo el sanatorio se movilizó. Me tomaron la presión que había subido a 20. Apareció un médico de guardia, lindo, sensacional, cubano, comunicándose en buen español, tranquilo, y me hizo conectar a esos cosos que te dan medicamentos con sueros. Extracción de sangre, aparatos, computadoras y atención espectacular. Unos enfermeros churros, jóvenes de muy buena onda.
Al final, mis estudios dieron sobresaliente 10, y una probable ciática incipiente. Comparto con ustedes esta experiencia, porque me parece que mucho ayuda mantener el sentido del humor en casos de susto. El humor puede ser de gran ayuda para manejar los miedos que padecemos frente a cualquier amenaza o situación traumática que se nos presenta en la vida.
Por ahí, leí alguna vez que el proceso de morir es menos estresante cuando se convierte en asunto de risa. No es faltar al respeto, sino restarle importancia a las particularidades y situaciones absurdas que se pueden presentar al final de la vida. Si bien la muerte no tiene cura, se puede mejorar el estado de ánimo. Se sabe que existe un efecto del humor en el cerebro y en los niveles de estrés de los pacientes al borde de la muerte. No se trata de contarle chistes a la persona moribunda. Pero que nadie se ponga a llorar a los gritos ni a clamar a los cielos, por favor. El humor justo en el momento adecuado puede provocar la liberación de dopamina, sustancia relacionada con el placer que reduce la tensión muscular y la ansiedad del sistema nervioso, además de disminuir sentimientos de ira y de tristeza. Mis amistades y familiares respondieron con cariño al toque. Mi querida sobrina Teresita se ocupó de traerme alimentos sanos, incluidos arándanos, apio y pan de centeno que ella sabe que me encantan. Mi recomendación: ante un malestar, no te dejes ganar por el susto. Sonrisa y sentido del humor son santos remedios.