LA CANASTA MECÁNICA

TODOS SOMOS CAMPESINXS.- La ingeniería del consenso puesta en marcha para vendernos la idea de que vivimos en el mejor de los mundos se ha visto confrontada con un hecho inesperado. En el centro de Asunción existe un espacio libre. Allí hay una plaza y en su entorno está la Catedral (la iglesia). El Congreso (la representación ciudadana gua’u) y la Policía (que cuida el orden ndaje). Allí, cada tanto, se produce lo impensable: la ocupación por parte del campesinado de ese lugar de nadie y de todxs. También allí está el corazón de los negocios.

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Ante la presencia del campesinado que viene a la ciudad a reclamar sus derechos, se levantaron reacciones en contra de ese grupo de gente cavernícola y sucia. Es lógico. Son impresentables. Su sola presencia constituye un desafío para el orden establecido.

En la Asunción feliz de la gente cómoda, del espectáculo subvencionado permanentemente, de los transeúntes y conductores definitivamente felices porque están muertos surgió un uso distinto de ese espacio. Con todas las dificultades y contradicciones que se quiera, esta plaza se ocupa para abrir e inventar otros modos de vivir que no reproduzcan la lógica mezquina de nuestra sociedad. Pero cómo se disgustaron lxs esclavxs de las cuatro ruedas. Cómo se molestó la servidumbre de la competitividad y el liderazgo.

Pero hay que decirlo claro. El campesinado no es una tribu urbana, aunque, a veces, ellos contribuyan a dar esa imagen. Todos podemos ser campesinxs. Basta con romper las relaciones mediocres que establecemos día a día. Basta con romper la cotidianidad hecha de miedo y de sumisión. Campesinxs somos quienes desocupamos este orden hecho de mentira y de hipocresía. Quienes vaciamos el cuerpo de docilidad y de servidumbre porque ya no nos arrodillamos. Lxs campesinxs se marcharon, abandonaron la plaza, dejaron la ciudad. Ni nos dimos cuenta de que se fueron.

No conmovieron a las autoridades para que dispensen sus deudas.

Seamos todxs campesinado, educadorxs, docentes, alumnado disconforme. Démonos prisa. La vida es corta. Hay infinitos mundos que abrir. Mundos en los que habitar, amar y soñar. Abramos espacios de vida.

CONSTRÚYASE un cielo más bien cóncavo.

Píntese de verde o de café, colores terrestres y

hermosos.

Salpíquese de nubes a discreción.

Cuelgue con cuidado una luna llena en occidente,

digamos a tres cuartas sobre el horizonte respectivo.

Sobre oriente inicie lentamente, el ascenso de un

sol brillante y poderoso. Reúna hombres y mujeres,

hábleles despacio y con cariño, ellos empezaran

a andar por sí solos. Contemple con amor el mar.

Descanse el séptimo día.

II

Reúna los silencios necesarios. Fórjelos con sol

y mar y lluvia y polvo y noche. Con paciencia vaya

afilando uno de sus extremos. Elija un traje marrón

y un pañuelo rojo. Espere al amanecer y, con la

lluvia por irse, marche a la gran ciudad. Al verlo,

los tiranos huirán aterrorizados, atropellándose unos a otros.

Pero... ¡no se detenga!

Sub Comandante Marcos

carlafabri@abc.com.py

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