LA CANASTA MECÁNICA

SINCRONÍA NO ES CASUALIDAD.- Los mejores momentos suelen ser aquellos que no estaban programados, esos que suceden en forma espontánea. Un encuentro imprevisto, una visita inesperada, esa llamada que pensábamos hacer y que de pronto suena el teléfono y se trata de la persona a la que íbamos a llamar. Existen conexiones invisibles entre personas, lugares y aconteceres que se producen de modo enigmático, que nos envuelven en un estado de gracia único, como si una chispa de la eternidad penetrara cada una de nuestras células.

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Carl Jung llama sincronicidad a este aspecto sorprendente de la vida. Los siete estados de conciencia que plantean los Vedas, que son los textos sagrados más antiguos de la India, ya consideraban la sincronicidad como una condición de alta conciencia. Sus seguidores sostienen que se la puede alcanzar a través de la meditación. Aseguran que produce buenos efectos fisiológicos, como la disminución del nivel de cortisona y adrenalina en la sangre, reduce el estrés, baja la presión sanguínea, fortalece el sistema inmunológico y modifica la actividad cerebral.

Jung se interesó en la sincronicidad y la describió como “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de manera no causal”, como la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar, pero que tiene cierto sentido para la persona que lo observa. Concluyó que existe una conexión íntima entre cada persona y su entorno, y que en determinadas circunstancias ejercemos una captación, una atracción, que acaba produciendo hechos inexplicables y que el científico atribuye a la manifestación externa del inconsciente colectivo. Ese tipo de situaciones que solemos atribuir al azar, a la casualidad, a la suerte. En el plano físico, la sincronicidad podría ser una idea, un deseo o una solución que existe en alguna parte de nuestra mente y que, de pronto, aflora, se hace realidad.

El premio Nobel de Física Wolfgang Pauli pensaba que la sincronicidad era una de las expresiones que caracterizaban al unus mundus, una realidad unificada de la que emerge y regresa todo lo existente. El unus mundus puede entenderse como un orden psicofísico que trasciende nuestra comprensión consciente. Podría tratarse de la imagen de Dios en el alma de cada persona y la forma trascendente en la que Dios, en su misterio absoluto, se manifiesta en lo más íntimo de cada ser.

A veces soñamos algo que después nos ocurre, o pensamos con gran intensidad sobre determinada persona o circunstancia, y luego eso se manifiesta en la vida consciente, en el mundo sensible.

En estos días andaba pensando constantemente en una amiga a la que no veía hacía tiempo. La voy a llamar, me decía para mis adentros. Una de estas tardes, desde el teléfono, ella me dice que está cerca de casa, si podía pasar a saludarme. Que sí, por supuesto, le dije. Y Graciela y yo compartimos unas horas de gran alegría. Conversamos de temas complejos, maravillosos y divertidos. El tiempo desapareció y cuando nos dimos cuenta, ya era medianoche. Nos despedimos con un abrazo cargado de sincronía, felicidad y amor incondicional.

carlafabri@abc.com.py

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