LA CANASTA MECÁNICA

RUIDO Y SILENCIO.- La vida contemporánea nos arrastra hacia la esclavitud del ruido. Nuestra ingenuidad, torpeza o inclinación a la boludez viene aceptando, desde hace varios años, que ahora la tendencia es estar en el ruido. Y sin darnos cuenta la estridencia nos atrapa, nos hechiza, nos somete.

Cargando...

En realidad, no es nada nuevo. Es como en la antigüedad, cuando el canto de las sirenas atrapaba a los navegantes. Aquellas mitológicas genias eran mitad mujer, mitad ave. Atraían con su cantar a los marinos que, aturdidos por el sonido, perdían el control de sus barcos que se estrellaban contra las rocas. Entonces aparecían las sirenas y devoraban a los insensatos marinos. 

En comunicación se define como ruido a toda señal no deseada, que se mezcla con la señal útil que se quiere transmitir.

Conozco personas que detestan el silencio: ¿murió alguien?, ¿por qué tanto silencio?, ¿esto es un hospital?, preguntan. Les incomoda el silencio, les estresa, les produce angustia.

A veces no aprobamos a algún candidato a la presidencia de nuestro país porque hay algo en él que nos hace ruido. También se dice que el ruido de las carcajadas pasa, pero las ideas quedan. El ruido del dinero puede ser un simple lata pararã que en el bolsillo de unxs pocxs quedará. Esopo recuerda que la rueda más dañada de una carreta es la que más hace ruido. Y De la Fontaine no se queda atrás porque afirma que las personas que hacen poco ruido son peligrosas. El silencio puede ser subversivo. Hay silencios desgraciados y costosos, como el silencio que impone la extorsión, por ejemplo. Hay silencios dolorosos, como la falta de noticias de seres queridos que están secuestrados.

El buen callar es prudencia, poder espiritual y, también, puede ser un acto de resistencia. Hay silencios que reconquistan la intimidad. Todo lo esencialmente humano funciona desde y a través del silencio. El amor, el pensamiento, la agonía.

La sabiduría anónima asegura que hambre, frío y chancho hacen gran ruido. También dice que los ratones y los falsos amigos huyen cuando hay ruido.

Un estudio que publicó una revista de sicología norteamericana llegó a la conclusión de que el oído humano puede aguantar mejor el estrépito de un avión o el ruido de una de esas palas excavadoras del pavimento, que el llanto de una criatura pequeña.

Aparte del ruido físico está la inundación de mensajes en carteles publicitarios que son avalancha y competencia de cuál mensaje es más tonto, en gigantografías comerciales y de campañas políticas, que también son comerciales después de todo. Una constante social es el hablar por hablar irresponsable. Sea para esparcir chismes, difamación y noticias falsas, sea para hablar al cohete, esparcir desánimo y colaborar con la confusión colectiva.

Cuando perdemos el silencio, caemos en el ruido y perdemos la capacidad de reflexión a la vez que aumenta la necesidad de aturdirse, de darle al trago abundante, de estar con gente no importa quién sea. 

Saber disfrutar del silencio, de la soledad y de la propia compañía se convirtió en algo exclusivo, inteligente, sensible, casi exótico, excéntrico digamos.

Acaso alguna vez, ¿alguien, súper, recontra, excelsamente genial pudo escribir un buen silencio?

carlafabri@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...