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Según Andrei Kolnai, el asco es una reacción de defensa en un sentido estricto y completamente diferente. Entonces, podríamos decir que el asco es cultural.
Si lo que estuvimos escuchando a través de los audios no produjo náuseas en nuestra consciencia. Si aceptamos mansamente que diputados cartistas impidan el juicio político del fiscal general sin sentir asco. Si la ciudadanía no se moviliza en manifestación pública para expresar su deseo de vomitar ante actos de transacciones, componendas y tráfico de influencias, es porque no tenemos consciencia de lo que es la honestidad, no tenemos educación ni capacidad intelectual para discernir que la corrupción viene de la falta de valores universales.
Crecer en medio de la mierda hace que te sientas parte de ella. La hediondez, el sorete, la inmundicia ya no producen repulsión. O, en último caso, te quejás en las redes y te creés muy inteligente repitiendo la frase estúpida así nos va, que solo sirve para perpetuar la banalidad ideológica de esta democracia de morondanga.
El filósofo Kolnai afirma que la conciencia de la humanidad considera sucio y asqueroso que los valores vitales y más altos se equiparen al valor del dinero. Cuando el dinero y una errada concepción de desarrollo se imponen sobre la importancia de la vida humana, el medioambiente y la necesidad de justicia; todo se convierte en basura, podredumbre, excremento.
Lo podrido nos enferma, nos infecta, puede llevarnos a la misma muerte. Por eso no debe existir tolerancia ni indiferencia ante la asquerosidad.
La persona corrupta que todavía no es cínica se miente a sí misma y busca justificaciones a su inaceptable proceder. La corrupción no tiene por qué ser la bacteria terrible que infesta de muerte a la democracia.
Podemos combatir a la corrupción aprendiendo conductas higiénicas. Debemos recuperar valores saludables, aprender que el papel higiénico usado, sucio, untado de caca u orina se descarta en el inodoro al igual que las heces. Este debe ser uno de los únicos países del mundo en el que la gente junta en un papelero, y a la vista, el papel higiénico usado, asqueroso y maloliente.
La autoridad corrupta nos roba a toda la ciudadanía. Empuerca nuestras ideas y, también, nos roba la esperanza y la decencia.
carlafabri@abc.com.py