LA CANASTA MECÁNICA

DUELO Y LLANTO.- Vivimos tiempos de control emocional, sobre todo en los territorios de la muerte y el amor, dos importantes experiencias humanas. Porque en lo que se refiere a emociones violentas, como la ira y el enojo, explotan a diario como podemos comprobar en el tránsito, en los estacionamientos, en las oficinas, en los hogares. Vemos cómo los ataques de ira arrasan con la razón y el juicio crítico. La bronca enceguece a la gente y se desmadra. Lo extraño es que a esa violencia, muchas personas le llaman “carácter fuerte”, cuando, por el contrario, es una demostración de gran debilidad ese descontrol emocional, la falta de dominio de los impulsos, la ausencia de empatía. Después viene la minimización o la negación de la violencia ejercida con alguien. Quienes padecen ataques de ira deberían ser consideradas gente de riesgo. Para obtener el registro de conducir vehículos, sería recomendable que exista un examen psicológico previo.

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En cuanto al llanto y el dolor, son demostraciones naturales del intenso afecto que se puede sentir hacia una persona querida que fallece. Por raro que parezca, entre tantos talleres psico-físico-terapéuticos, de danza, respiración, yoga, de arte, de la risa, etc., no creo haber encontrado algún taller para dar rienda suelta al llanto, al dolor. Puedo estar equivocada.

Llanto, dolor y luto van asociados a la pérdida de una persona amada. El luto es parte de la práctica social, que acompaña a la fase de duelo que contiene mucha angustia, gran tristeza.

Nadie escapa de la muerte, sin embargo, cada cultura la vivió, la vive y la asume de distintas formas. A veces, la muerte puede preverse cuando llega lenta, gradual. En otros casos, es repentina, sorprende y convulsiona.

Según Sócrates, no hay que temer a la muerte, porque no sabemos en qué consiste. Aunque su actitud es racional, él también considera la esperanza auténtica de que la muerte sea un bien. Puede ser un dormir eterno o podría ser un ingreso al mundo donde podemos encontrar a nuestros antepasados, lo que sería una felicidad.

Heidegger, notable filósofo del siglo XX, nos habla del dasein (ser-ahí), que es la persona entendida en tanto es alguien con un poder-ser, un ser especial por el criterio que posee, por cómo se desenvuelve en el mundo a partir de sus propias elecciones.

Morir, más que un hecho, es un fenómeno que se puede comprender existencialmente. Él comprende la muerte como una posibilidad que le da sentido a la vida, porque nos hace descubrir el valor de nuestra existencia.

La muerte nos enseña la finitud de la vida. Por eso es aconsejable despedir a quien se fue, soltar el lazo que le ata a este plano, recordar los años vividos, la memoria de momentos hermosos, la añoranza limpia de toda ira.

Dicen que en un buen duelo no existen egoísmos, apropiaciones indebidas, posesiones a destiempo ni celos retrospectivos. Se recomienda llorar hasta el cansancio, sin llegar al martirio ni a estancamientos depresivos. Buscando sobreponernos al dolor y a la tristeza, nos hacemos más conscientes de la dignidad de la vida, comprendemos y compartimos el sufrimiento de otras personas como si fuera el nuestro.

carlafabri@abc.com.py

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