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En cuanto al llanto y el dolor, son demostraciones naturales del intenso afecto que se puede sentir hacia una persona querida que fallece. Por raro que parezca, entre tantos talleres psico-físico-terapéuticos, de danza, respiración, yoga, de arte, de la risa, etc., no creo haber encontrado algún taller para dar rienda suelta al llanto, al dolor. Puedo estar equivocada.
Llanto, dolor y luto van asociados a la pérdida de una persona amada. El luto es parte de la práctica social, que acompaña a la fase de duelo que contiene mucha angustia, gran tristeza.
Nadie escapa de la muerte, sin embargo, cada cultura la vivió, la vive y la asume de distintas formas. A veces, la muerte puede preverse cuando llega lenta, gradual. En otros casos, es repentina, sorprende y convulsiona.
Según Sócrates, no hay que temer a la muerte, porque no sabemos en qué consiste. Aunque su actitud es racional, él también considera la esperanza auténtica de que la muerte sea un bien. Puede ser un dormir eterno o podría ser un ingreso al mundo donde podemos encontrar a nuestros antepasados, lo que sería una felicidad.
Heidegger, notable filósofo del siglo XX, nos habla del dasein (ser-ahí), que es la persona entendida en tanto es alguien con un poder-ser, un ser especial por el criterio que posee, por cómo se desenvuelve en el mundo a partir de sus propias elecciones.
Morir, más que un hecho, es un fenómeno que se puede comprender existencialmente. Él comprende la muerte como una posibilidad que le da sentido a la vida, porque nos hace descubrir el valor de nuestra existencia.
La muerte nos enseña la finitud de la vida. Por eso es aconsejable despedir a quien se fue, soltar el lazo que le ata a este plano, recordar los años vividos, la memoria de momentos hermosos, la añoranza limpia de toda ira.
Dicen que en un buen duelo no existen egoísmos, apropiaciones indebidas, posesiones a destiempo ni celos retrospectivos. Se recomienda llorar hasta el cansancio, sin llegar al martirio ni a estancamientos depresivos. Buscando sobreponernos al dolor y a la tristeza, nos hacemos más conscientes de la dignidad de la vida, comprendemos y compartimos el sufrimiento de otras personas como si fuera el nuestro.