“La risa es la droga de la felicidad”

Rogelio Antonio Cristaldo Valdez, actor y protagonista del cabo Sinforoso Cachiporro, brazo fuerte del Sargento Apolonio, afamado personaje que hizo reír a través del radioteatro en la década del 60. ¿En qué anda ahora? Cuenta en esta entrevista.

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Antonio Valdez es el nombre con el que se hizo conocer artísticamente en 1961 cuando comenzó el radioteatro La fonda de doña Filomena, por radio Comuneros. Fue una época dorada, en la que el éxito sonreía a muchos actores. Rogelio Antonio Cristaldo Valdez era uno de ellos.

Su vocación por la actuación le vino desde chico, como a casi la mayoría; en la escuela, en su natal Caapucú, donde era el centro de atención y se destacaba por sus habilidades. Esos aplausos que sintió en su niñez le inspiraron a seguir el camino de la comedia, logrando despertar la alegría en los radioescuchas.

“Recorrimos todo el territorio nacional llevando nuestro arte. También llegamos a Formosa, Argentina, y a otros puntos fuera de nuestro país”, revela el artista.

Recuerda que era reconfortante ver la reacción del público. “El humor por aquel tiempo era sano, divertido, y la gente se asombraba, se divertía y nos aplaudían; se generaba un sentimiento contagioso. Ahora, en general, todo es menos profundo; estamos perdiendo nuestras raíces culturales. El teatro popular se va perdiendo. Estamos viviendo una época de mucha apatía y es una pena”, reflexiona Cristaldo Valdez.

Sus estudios sobre teatro los realizó con Mercedes Jané, locutora, animadora, guionista radiofónica, iniciando su carrera en la desaparecida radio Capital, pasando luego por Teleco, Paraguay y Comuneros. Ella también formó parte del staff inaugural de radio Stentor; realizó numerosos cortos comerciales para cine y televisión. En el 2003, fue nombrada ciudadana paraguaya honoraria. Tiene los mejores recuerdos de su persona. También recuerda a Elda de Rodríguez en su formación actoral.

Su veta artística lo llevó a convertirse en un ser multifacético. Radioteatrero, cantante, periodista deportivo...“Trabajé con Fermín Villalba, el hombre del tiempo”, exclama orgulloso. “(Y también) era cronista del fútbol en radio Caritas”, agrega.

Entre actuación y actuación, se dedicaba a su labor de periodista deportivo junto con renombradas figuras, como Fernando Cazenave y Ovidio Javier Talavera. También fue cantante. “Durante uno de los ensayos, se acercó una persona que notó mis aptitudes artísticas y me propuso cantar; así comencé con la ópera”, afirma.

Estudió vocalización en la Escuela Municipal. Se destacó con las zarzuelas. Korochire fue una de las más renombradas; obra de Juan Carlos Moreno, uno de los 10 hijos que tuvieron el historiador y diplomático Fulgencio R. Moreno y la pianista Rosario González. “Durante 10 años, aproximadamente, subí al escenario del Teatro Municipal Ignacio A. Pane”, dice.

Pero lo que rememora con cariño es su carrera humorística. “Cuando culminó el ciclo de La fonda de doña Filomena, iniciamos otra etapa de mucho éxito. Por radio Teleco comenzamos Buen humor 67. Más tarde fusionamos con Retablo de amor, con Lionel Enrique Lara, célebre locutor, dramaturgo y docente”. Escribió obras para el radioteatro, como Nolasqui, La leyenda del karãu, entre otras.

Y luego vino Oliterama, con José Olitte, “un humorista de salón”, como califica al actor cómico, quien estudió arte escénico y trabajó en audiciones radiales junto con el actor español Ricardo Turia y, más tarde, tuvo notable participación con la serie La Pensión de Ña Lolita. “Trabajábamos de martes a domingo con absoluto éxito, hasta que decidimos que el programa había cumplido su ciclo. Y comenzamos otro: Risamicina”.

Le pusieron este nombre porque consideraban que la risa era una medicina para el alma. “Buscamos varios nombres y, finalmente, nos quedamos con Risamicina, de risa y medicina. La risa es contagiante y se puede curar el alma con ella. Es la droga de la felicidad y eso era lo que nosotros queríamos darle al público: humor, carcajadas, alegría. Fuimos y hablamos con Humberto Rubin y nos cedió un espacio para poder realizar nuestro proyecto. En aquel tiempo, la radio estaba ubicada sobre la calle Antequera. Además de humoristas, nos convertimos en productores, porque teníamos que salir a buscare auspicios para nuestro programa”, exclama riendo.

El programa estuvo al aire hasta el 2001. Después de ese tiempo, se compró una guitarra y con su carga de risas al hombro se dedica a amenizar fiestas familiares, cumpleaños, y todo evento que necesite de humor y buena música folclórica. Igualmente, hace escuchar su voz en el coro de la iglesia Las Carmelitas. Ya tiene editados varios discos que avalan su trayectoria. El más reciente es Rogelio, Hekovia Techaga’u. En medio de su trabajo como artista, dedica su tiempo a la familia: su esposa, Lucía Alvarenga; sus hijos, Rossana, María, Ana y Antonio. “Cuando uno recorre el camino que le hace feliz, la plata deja de ser importante... Es un medio para vivir, pero no lo esencial; llenan más los aplausos del público”, confiesa.

Atesora sus años sobre el escenario como humorista, y sigue escalando peldaños con su música y haciendo reír a la gente. Rogelio Antonio Cristaldo Valdez o Antonio Valdez siempre lleva consigo su energía, esfuerzo y, sobre todo, su chispa. “La vida hay que disfrutarla y, si es posible, sonriendo. Reír es la droga de la felicidad”, insiste al concluir la entrevista.

 ndure@abc.com.py • Fotos ABC Color/Arcenio Acuña/Gentileza.

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