Paredes que hablan

Esquinas abandonadas que cobran vida a través de trazos vivaces y coloridos.

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Mientras los debates giran en torno a si se trata de una actividad realmente lícita, ellos optan por dedicar sus días libres a salir a regalar color a las más vetustas esquinas del microcentro de Asunción. Algunos son ilustradores, otros publicistas. Artistas en fin, ellos aseguran que la libertad de pintar al aire libre y en superficies de gran tamaño es la principal motivación para que la imaginación y las ganas de crear se fundan en una obra estampada en la pared.

Si bien los orígenes del street art se remontan a los tiempos del Imperio romano, como una forma de expresión vulgar o de protesta política a través del tallado de frases o insultos en las paredes de la antigua Roma, fue recién en la década del 80 cuando el grafiti se convirtió en una manifestación cultural urbana vinculada a la cultura de la música hip hop, como uno de sus cuatro elementos, sumado a la rima (rap), el baile (break dance) y el arte de la mezcla de discos (djing). "Inevitablemente, los primeros en pintar en Sudamérica tuvieron esa influencia de la cultura hip hop; es lo que abrió la puerta al street art en Paraguay", dice Oz Montanía, quien combina su pasión por el arte urbano con la profesión de ilustrador y director de arte en una publicitaria. De entre todo el grupo, el que admite sentirse más identificado con esa influencia es el diseñador gráfico Eddie Graff, quien se vinculó a esta forma de arte justamente a través de la música. "Empecé hace cuatro años, acompañando a unos amigos que bailaban break dance. Yo preferí dedicarme a pintar paredes antes que al baile", admite.

Un Bart horrible

Si bien confiesa sentirse avergonzado de su primera obra en una pared –un Bart Simpson amarillo que él mismo califica de horrible–, hoy en día, Oz Montanía es requerido por grandes marcas que solicitan su talento para promocionar un local o producto. "Lo que pasó fue que se puso de moda y las marcas vieron un negocio en el street art. Si esto no fuera así realmente, no existirían en el mundo tantas marcas de latas de aerosol fabricadas únicamente para el trabajo de grafiti", cuenta el joven que acostumbra tomar por asalto las paredes más grises y derruidas de la ciudad con sus amigos Eddie Graff, Adriana Peralta y Rolo Ocampos.

"Afortunadamente, el concepto vandálico que la gente tenía del street art cambió mucho en los últimos años. Además, por la calidad de las obras y el precio de los materiales, nadie quiere dejar una obra a medio terminar en una pared prohibida. Lo primero es, siempre que sea posible, pedir permiso para trabajar tranquilos y con tiempo", agrega el ilustrador Rolo Ocampos, quien alguna vez, antes de dedicarse a trabajar con latas de aerosol, recorrió los pasillos del Instituto de Bellas Artes, en donde se formó pintando cuadros al óleo. "No voy a negar que alguna vez pinté lapachos rosados sobre un lienzo, pero esto me gusta más", dice entre risas.

Para Adriana Peralta, quien también se dedica a la ilustración y el diseño editorial, lo mejor de pintar en la calle es la interacción que se da con la gente. "La gente se queda al pasar por enfrente, nos pregunta el significado de la obra, a pesar de que la mayoría de las veces no tengamos una respuesta. Igual, cada uno debe darle su propia interpretación; esa es la idea", reflexiona sobre esta manifestación que superó satisfactoriamente todas las barreras del prejuicio, para instalarse inclusive en exposiciones desarrolladas en lugares como el Centro Cultural de España Juan de Salazar.

Ni fútbol ni misa

Buscando una alternativa al deporte y la iglesia para librarse del aburrimiento de los domingos, el publicista Juanma Cabarcos decidió un día llenar de color la esquina ubicada frente mismo al edificio donde se encuentra su oficina. "Esa esquina de allí (Azara y Yegros) lleva más de 15 años abandonada y, como la mayoría de las propiedades del microcentro, nadie se hace cargo y mucho menos se pagan los impuestos", revela sobre la pared que le sirvió para plasmar sus primeros dibujos.

Juanma admite que si bien no ostenta una descollante habilidad, lo que realmente lo intimidó en un principio fue ponerse a pintar los fines de semana al lado de artistas que llevan años en el oficio. "Ese fue mi límite para no hacer nada en público, más que en los cuadernos, porque no me sale como a ellos. Pero un día me convencieron de que no hace falta pintar bien; creo que a nadie le importa mucho en realidad", dice riendo. Fue así que con una lata de aerosol en mano, sus primeros trazos lo convencieron de que el grafiti con spray no era realmente lo suyo. "Por suerte me di cuenta enseguida y me puse a pintar con pintura a látex, que la considero mejor para lo que estoy haciendo, porque me puede llevar hasta 12 horas terminar, entonces tengo tiempo para pensar, ir despacio y si me equivoco, lo puedo corregir. El aerosol es mucho más extremo", admite.

Las reacciones de los vecinos del barrio no se hicieron esperar a la par de los primeros trabajos terminados por Juanma. "Me gustó mucho que la gente del barrio me empezaba a tirar buena onda, se acercaba a preguntar, algunos hasta me pasaban el hielo para el tereré", comenta Juanma.

Nada de política

No solo el grafiti y la pintura a látex copan algunos puntos ya conocidos de la ciudad, los cuales hacen las veces de galería para desplegar las obras de estos intrépidos artistas. En la zona del exlocal de la Cervecería Paraguaya, conocida actualmente como Casco Antiguo, pueden verse numerosas piezas de grafiti y esténcil de gran tamaño e impacto visual. "El esténcil se trata básicamente de una plantilla hecha con cualquier material, puede ser papel, cartón o plástico. Lo que se hace es cortar una imagen o letras para formar palabras o frases, para finalmente pasarle encima aerosol u otro tipo de pintura", detalla el publicista Fernando Bogarín, quien en horario de oficina ejerce funciones en el área administrativa de una universidad privada.

También utilizado en sus orígenes como una forma de protesta política, de tinte antigobierno, el esténcil hoy se ha convertido en una de las formas de arte callejero más populares en el mundo, con colectivos de artistas que toman las paredes abandonadas para desarrollar su arte, como en el caso del grupo Buenos Aires Stencil, en la capital argentina. "Lo mío no tiene que ver con una motivación política, más bien voy anotando ideas que se me ocurren en cualquier momento y al final del día es cuando me pongo a trabajar con ellas, para ver cómo volcarlas en una plantilla", detalla Fernando.

Fernando coincide en que lo mejor es pedir permiso siempre antes de pintar una pared, ya que la tranquilidad y el tiempo son factores que inciden directamente en el resultado final. "Me gusta tomarme mi tiempo para trabajar en la calle, poder filmar el proceso con amigos, documentarlo y compartirlo en Internet. Es una actividad que la hacemos siempre entre amigos", dice.

Paredes que cuentan historias, que sirven de canal de expresión para jóvenes que buscan otros espacios para volcar su creatividad. Al igual que en otras ciudades del  mundo, en Asunción, el arte no solo está en un vernissage, sino también en las calles.  

El esténcil se trata básicamente de una plantilla hecha con cualquier material, puede ser papel, cartón o plástico, Fernado Bogarín.

Afortunadamente, el concepto vandálico que la gente tenía del street art cambió mucho en los últimos años, Rolo Ocampos.

Empecé hace cuatro años, acompañando a unos amigos que bailaban break dance. Yo preferí dedicarme a pintar paredes antes que al baile, Eddie Graff.

Un día me convencieron de que no hace falta pintar bien; creo que a nadie le importa mucho en realidad, Juanma Cabarcos.

Los primeros en pintar en Sudamérica tuvieron influencia de la cultura hip hop; es lo que abrió la puerta al street art en Paraguay, Oz Montanía.

La gente se queda y nos pregunta el significado de la obra, a pesar de que la mayoría de las veces no tengamos una respuesta, Adriana Peralta.

 

FOTOS: ABC Color/Guido Carvallo

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