Tocando el cielo

Una montaña de experiencias. Eso es lo que queda luego de acompañar una expedición de alpinistas profesionales españoles, y conocer lugares exóticos en Nepal y Tibet en China. Paisajes indescriptibles, lugares turísticos impactantes y una cultura radicalmente diferente, vivencias de un mágico recorrido por el Himalaya.

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Con las manos unidas frente al pecho, la cabeza levemente inclinada y un “namasté” son recibidos los extranjeros en Nepal, en el centro del Asia. Es la manera de expresar respeto y honra hacia la otra persona. Es un “pequeño” país de 27 millones de habitantes entre India y China. Allí comenzó la travesía de “Expedición BBVA – Carlos Soria”, un alpinista español que con sus 74 años de edad busca coronar las 14 cumbres más altas del planeta por encima de los 8000 m (ya lleva once cumbres).

Esta vez, el objetivo era el Shisha Pangma, que con sus 8027 m se encuentra totalmente en territorio del Tibet. Para acompañar la travesía financiada por el BBVA fueron invitados funcionarios del banco (entre ellos Fernando Damke, de Paraguay) y periodistas de tres países. El ofrecimiento llegó hasta ABC Color en la segunda quincena de julio con esta recomendación: “Hay que bajar de peso y prepararse, las condiciones en la altura son complicadas”. Y así fue.

El objetivo de la entidad bancaria era identificarse con los valores que inspiran a Soria. Pero el convite no solo suponía sacrificadas caminatas, porque la expedición concluía con paseos turísticos a sitios exóticos de Nepal y el Tibet bajo dominio chino, donde la palabra libertad, Dalai Lama o internet suenan casi desafinadas.

El país de los Gurkhas

Llegar a Nepal es impactante. Pese a ser un país relativamente occidentalizado, el choque cultural es enorme. Esta nación es conocida por compartir con China la montaña más alta del mundo: el Everest (8848 m).

Santi (el nombre que adoptó en español) es el guía que nos acompaña. Explica que casi el 81 % profesa el hinduismo, cerca del 11 % es budista y solo un 8 % rinde culto a otras religiones, entre ellos los musulmanes y cristianos. El 70 % de la población se dedica a la agricultura y el ingreso per cápita no supera los USD 1000 anuales. Hablan con orgullo de los Gurkhas, un ejército de mercenarios al servicio de los gobiernos de India e Inglaterra, que representa importantes ingresos al Estado.

Visitar la zona comercial de Katmandú es único. Finas calles (similares a las de Ciudad del Este) atiborradas de personas caminando en medio de pequeños vehículos (el Suzuki Maruti es el taxi por excelencia, con el volante a la derecha), miles de biciclos, turistas, hombres nepalíes jóvenes tomados de la mano en signo de amistad, un fuerte olor a incienso en las calles, mezclado con polvo y la contaminación que ocasiona el tránsito, impactan de inmediato.

El guía nos dirigió a tres íconos turísticos y religiosos, iniciando el recorrido en Swayambhunath, más conocido como el Templo de los Monos, una colina desde donde se podía observar la capital en el valle de Katmandú. Es un complejo budista con tres templos de más de 2500 años, entre ellos una majestuosa estupa (construcción maciza en cuyo interior se desconoce lo que se guarda) con imágenes exteriores del Buda. Los monos de la familia macaco pululan y son considerados sagrados, hijos de la diosa Artimata. Es un lugar de peregrinación que comparten hinduistas y budistas.

La segunda parada, y la más impactante: Pashupatinath, complejo en el que se encuentra un templo hinduista al costado del río sagrado Bagmati. Allí, además de ofrendas a los dioses, se realizan cremaciones a la vista de familiares llorando y turistas curiosos del ritual. Los cuerpos cubiertos solamente con una sábana son puestos sobre rajas de madera, en las que arden hasta consumirse totalmente. Al costado, los santones, religiosos que con vestimentas llamativas esperan alguna propina de los turistas para una pose fotográfica.

La última visita fue a la segunda estupa más grande del mundo: Boudhanath. Rodeada de bellos edificios con una arquitectura particular y atestada de monjes tibetanos. Es un templo declarado patrimonio de la humanidad, con más de 1500 años de antigüedad.

Entre el temor y la curiosidad

Tras varios días, la comitiva se trasladó en vehículo hasta la frontera entre Nepal y China. Paseros nepalíes y un imponente edificio aduanero y migratorio chino llamaban la atención por el contraste. Ningún vehículo cargado podía pasar al otro lado de la frontera. El maltrato de los militares chinos era la constante. Un libro de los expedicionarios españoles sobre historias en las montañas fue motivo de una meticulosa revisión por parte de los uniformados y un tarro de mayonesa decomisado ante sospechas no aclaradas. La recomendación insistente de nuestros guías: no saquen fotos a los edificios oficiales y a ningún militar chino.

Zhangmu y luego Nyalam, ambas ciudades chinas, sirvieron para la aclimatación mediante caminatas de cuatro a cinco horas diarias a 2300 y 3600 msnm, respectivamente. Nuestra llegada al campo base chino a 5000 m fue recibida con una corta nevada, augurio de los -8 0C que soportaríamos durante nuestra estadía en horas de la noche.

El paisaje del Tibet es particular: grandes valles que se abren paso entre gigantescas montañas del Himalaya, muchas con imponentes cumbres nevadas. De vez en cuando algún pueblito tibetano con casas “forradas” de excrementos de yaks (especie de bovino gigante) que, tras secarse al sol, son utilizados como combustible para las cocinas y la calefacción.

La expedición de los novatos tenía un objetivo: alcanzar el campo base del Shisha Pangma, a 5764 m. Era lo recomendable para los inexpertos. Los profesionales seguirían camino a la cumbre, aunque luego de algunas semanas nos enteramos de que el objetivo no pudo ser alcanzado debido a que el clima nevado abortó la expedición.

El último día en la montaña fue emocionante. Novatos y profesionales se despidieron con un fuerte abrazo sin saber cuál sería el desenlace final. Luego de superar al mal de altura quedaba solo conocer el Tibet y su riqueza cultural, una región que tiene entre 3 y 5 millones de habitantes (no coinciden las fuentes), que en su mayoría profesa el budismo.

El viaje se hizo tedioso en camioneta, con un recorrido de unos 800 km durante casi 20 horas y luego de soportar 20 puestos de parada obligatoria. El control del Ejército chino es férreo y la fiscalización de la velocidad hasta risible: grandes carreteras en las que solo se podía circular hasta 60 km/h.

La primera parada turística en la ciudad de Shigatse fue el monasterio de Tashilhumpo, fundado por el primer Dalai Lama en el año 1447. Es una construcción majestuosa, con más de 50 salas de rezo y 200 de reuniones, con azoteas vestidas de oro y la figura de una deidad que contiene 280 kg del mismo metal.

Al día siguiente, en Lhasa, la capital del Tibet, la visita fue al templo de Jokhang, donde a diario miles de tibetanos peregrinan ante la mirada curiosa de turistas chinos. Declarado por la Unesco patrimonio de la humanidad, fue construido en el año 642, contiene numerosas imágenes y pinturas. Es considerado centro del budismo en el Tibet.

Finalmente, el Palacio de Potala, un edificio situado en la montaña, desde donde se aprecia toda la ciudad capital. Se trata de la residencia de los Dalai Lama desde el año 1648 hasta 1959, en que el actual huye a la India ante el avance de las autoridades chinas. Este monumento contiene habitaciones y oficinas, valiosos documentos, capillas, santuarios e imágenes. Comenzó a ser construido en el siglo VII, tiene 13 pisos y casi 120 m de altura.

Llegar a Lhasa genera una sensación contradictoria: una cultura tibetana aferrada a lo religioso, con fuerte arraigo campesino avasallado por la modernización “a lo China”. Un recorrido en vehículo permite contabilizar cerca de 100 edificios nuevos en construcción. El capitalismo económico hace rato hizo su desembarco. Un tren que recorre más de 5000 km desde Pekín llega a la ciudad con miles de turistas. Para muchos, el “Tibet libre” es ya casi un sueño. La colonización se hizo presente con un fuerte condimento de capitalismo económico.

Carlos Soria no llegó a la cumbre, pero el grupo de expedicionarios estuvo cerca del cielo y acumuló una montaña de experiencias.

Carlos Soria

Carlos Soria Fontán nació en Ávila, España, el 5 de febrero de 1939. Se trata de un alpinista español que a sus 74 años está abocado al reto de ser la persona de más edad en alcanzar las cumbres de las 14 montañas más altas del mundo. Es el único alpinista que ha escalado nueve montañas de más de 8000 m luego de cumplir los 60 años. El denominado reto “Carlos Soria”, financiado por el banco BBVA, es una prueba que muestra sus ganas de disfrutar, junto con la tenacidad y el espíritu de superación, a fin de alcanzar su meta. Un ejemplo viviente de que la edad no es un impedimento para hacer realidad los sueños.

Texto rsosa@abc.com.py 

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